lunes, 16 de agosto de 2010

Revancha de tus ojos. Cuento.

                             El amor sólo existe con alegría y coger riendo es revolucionario.

No es divertido repasar fotos viejas sin la imbatible mirada de Maite. Las mujeres presienten cualquier cámara cercana, es posible, pero en aquel recaliente verano cubano de Cárdenas en ninguna toma logré atrapar sus ojos. En estas sin ella todavía, en el mercado de los españoles dos siglos antes y ‘testimonio colonial’, a ese pibe diciendo ‘no hay cerveza en el pueblo’ le cacé preciso el gesto. En las del dominó jugado en la vereda se salvan el gordo de pañuelo en la cabeza, el viejo de los dientes marrones y la camisa con arabescos del vendedor de guarapo. Y aquí ya aparece Angel de pelo sujeto en la nuca diciendo ‘por cinco dólares verá el pueblo desde mi carro, y al pasar llevamos a la señora’. Así que ella, Maite, viajó como distraída bajo la capota de hule negro y recién nos habló al bajar. ‘Angel, dile al argentino como se vive en Cuba’, y dejarme su mirada sin retorno.
Pedí las riendas para compadrear ‘yunta oscura trotando en la noche, latigazo de alarde, sobón´, y Angel capturó mi remedo de Homero Manzi. La antigua estación de trenes más la viejita cruzando en bicicleta y el rebote de sol sobre la boya de la plazoleta, las enfoqué yo.
- Esta boya es símbolo de Cárdenas. La trajo el mar en el huracán del veinte – decía Angel su afecto cardenalense y qué bien entraron estos chicos saludando. Ya se sabe, un pibe sonriendo salva al peor fotógrafo.
- … el enemigo nos pega con el consumo- venía recitando Angel y yo queriendo saber qué podía untarme en las quemaduras. Y aquí Maite, negra de mi corazón; refulgen sus piernas y esta otra, saliendo de la Telefónica. La falda corta apaga desde la canchereada reputona de pelo revuelto y la boca entreabierta del acecho. No entraron bien sus ojos, no sé. En esta de su habitación perdí la luz pero el sombrero contra su nuca salva todo defecto porque sí señores; sin versos del Nicolás Guillén, palmeras agitadas o páginas de Carpentier volando al viento, ella es Maite. Hembra de cintura exacta más el resto, y su risa forzando al planeta seguir sin remordimiento.
Aquí tampoco acerté; apremiados por aquella primera siesta desnudos de repente y botes a la deriva del amor. Qué pena no iluminar los ojos de aquel trémolo oscuro, absoluta mujer a la que silencié decirle cuánto me gustaba .
- Yo no acostumbro a esto – sonrió al destrabarle el corpiño.
- Y yo tampoco – y nos ahogamos de risa .
- Con una piel así, mi tatarabuela se ocultaba en la selva – se sentía novedosa ante el resplandor de un amor diferente y al adherirnos otra vez ya el olvido no sería tan fácil. Así que atraparía su vida y aquel pueblo foto a foto, o que Angel repitiera cuando Fidel lo convocó y él había entrado al monte con un compadre, ‘uno que luego fusilaron por esa vaina de la droga’. Pero luego del imprevisto ‘nos descuidamos y estoy preocupada; sería un problema’, de Maite, me atropelló nuestra ‘nostalgia buenosaires’ y ni acerté una palabra que sirviera. .
Acá con su vestido bordado para lucir sus piernas; ‘herencia de mi abuela, arma secreta’, y unas cuantas de mi cumpleaños; velas, langosta y Angel con su mujer. ¿Dónde quedó la camisa china que me regalaron? Esta desborda su alegría aunque sus ojos siguen sin buen enfoque; tal vez no fueran tan oscuros ‘sus ojos de azúcar quemada’ que yo tanto besara en la última tarde. Al irnos de la ducha su sonrisa ya no era y subida a mis pies nos llenamos la mirada de última vez.
- Esto de robarnos los ojos será nuestro secreto. Creencia yoruba – pretendió reírse cuando lloviznaba la tristeza y el toallón secó lágrimas sobre mi pecho y su piel de hada negra. Mis visiones volvieron a nublarse y sin cojones para gritar ‘te quiero’ me escapé por esta celebración de la amargura, siempre a mano.
Angel me ayudó a meditar la lluvia sobre el mar y vaciar una botella de Legendario, repitiendo ‘el ron calma bien los males si la vida es así, compadre’, y el matungo nos caminó el regreso sin desvelarnos. La bruma despintaba un mural del Che Guevara y Angel por ahí me habló de frente: ‘Maite es una jeva muy mujer y tú le llegaste más que al alma, hermano’. Y le contesté ‘ya volveré a buscarla, te lo juro’; una tangueada pura frase.
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