miércoles, 13 de junio de 2012

Jorge Luis Borges, otro argentino brillante y contradictorio.


Jorge Luis Borges, otro argentino brillante y contradictorio.                                                                                                                     



                                                                         Por Eduardo Pérsico

   Pero el Borges ciudadano fue un tipo insufrible…

        Jorge Luis Borges, acaso el escritor más representativo de la  literatura argentina, fue casi desconocido en nuestro país hasta que desde Europa nos advirtieran de su calidad poética y narrativa; y como aguardar la valoración ajena sea una tendencia nacional, se le atribuye ese reconocimiento al crítico francés Roger Caillois.   Episodio que en parte se repetiría con Carlos Gardel, un cantor popular que luego de su éxito en los Estados Unidos fuera en más  un imbatible ídolo nacional. Igualmente, tanto Borges como Gardel son exponentes de nuestra comarca y si fueron  publicitados lejos y estimados luego aquí, antecedieron lo sucedido más cerca en el tiempo con Julio Cortázar y Astor Piazzolla, también valiosos exponentes pero acaso menos contradictorios.


        Creemos que uno de los perfiles literariamente más atractivos de Borges consistía en que él ‘escribía como si estuviera escribiendo’, sin que lo presionara mucho la formalidad y hasta usando la complicidad del lector. Con su manera lúdica al  bromear sobre otros escritores, como al decir de Federico García Lorca ‘que era un andaluz profesional’, o de Leopoldo Lugones, un referente argentino una vez sentenció ‘es un hombre que se toma demasiado en serio’. Pero la fantástica veta literaria de Borges no fue apenas libresca sino que le llegó del propio país, y él la adornó con inflexiones de un indudable escritor argentino. El mismo que al leerlo en voz alta se lo puede imaginar diciendo ‘vea, yo le voy a contar, eso sucedió por esos años en cierto arrabal de corralones y compadres’; fraseo casi lindante entre la porteñidad y lo gauchesco. Y sin duda Borges fue un auténtico relator de nuestro país tan signado por lo europeo, sin  jungla en una geografía casi transparente y con una escasa  literatura rural que la describiera. Un escritor también muy advertido de que nuestro aspecto nacional radicaba más en el modo de contarnos que en lo descriptivo, y así el Borges narrador poco exhibe los entornos pero se le adivinan. Y cuando usaba la primera persona exhibía cierta miga coloquial para mejor identificarnos con la misma sencillez que usaba en el trato personal.  Esa manera que a rachas nos pareciera estar oyendo a un compadrito porteño, sobrador y canchero y en mi caso, al fin describirlo en un cuento como un payador de boliche: ‘un tal Borges, el Inglesito que contrapunteara por milonga en un boliche de Turdera’.

        Cuando lo conocí, por 1970, él aún polemizaba que para  escribir bien en castellano debíamos leer al mexicano Alfonso Reyes, que al fin no era ninguna broma en tanto Borges también era un implacable corrector. Como luciera en el cuento El Aleph que confesara haberse demorado varias tardes entre ‘Beatriz Viterbo de frente al trinchante, o reflejada en el trinchante’ hasta decidir de pronto ‘Beatriz Viterbo de perfil en colores’. Y del Hombre de la Esquina Rosada, que en un principio lo publicó como Hombres Pelearon en el suplemento de Crítica, luego hizo otra versión oculta y recién por su tercer intento obtuvo el cuento definitivo. Y era su verdad ‘ hay que publicar para no seguir corrigiendo’.  

La primera vez que hablamos fue por 1973; yo escribía en la revista literaria Ateneo, de Lanús,  y solía visitar la Biblioteca Nacional de la calle México cuando él la dirigía. Por entonces había un gran fervor por el retorno peronista al gobierno, y José Edmundo Clemente que entonces renunciara a la Vice dirección y en 1976 llegada la dictadura militar fue nombrado Director, dejó todo a cargo de Borges. Hasta el trato con los delegados gremiales, muy inquietos por aquel tiempo con quienes prontamente debió hacer una reunión. Contaron el señor Zolezzi y otra persona llamada Amón, empleados de la biblioteca, que los gremialistas le plantearon Borges cosas que ellos mismos creyeron que lo aterrarían, pero que al finalizar la reunión el mismo Borges les dijo  ‘hay que atender más seguido a estos muchachos; yo estoy de acuerdo con ellos en muchas cosas’. Algo dentro de libreto para quienes no estimaran en Borges a un reaccionario absoluto, en tanto en toda su obra él jamás descalificara al orillero, al gaucho, al negro o a un laburante cualquiera.

Pero el Borges ciudadano fue un  tipo insufrible. Un feroz contradictor que ostentaría su equívoco contra el peronismo más por la fuerza convocante que por lo ideológico de ese movimiento, en una pose que lo crucificó a esa retardada y medieval mística de la clase media alta argentina.  Y aunque los escritores  se  valoran por lo mejor de su obra, el peronismo arrinconó a Borges y a otros ‘ilustrados’ en la idea de presenciar una copia del Fascismo italiano pero ajeno al franquismo español, tan coloreado de una religiosidad confesional más potable a la clase pudiente. Pero bué, a ese enfoque acotado y reaccionario que jamás acepta la movilidad del tejido social y la liberación psicológica del obrero ante el patrón, él se asoció negando que a esa actualización histórica de la sociedad se alcanzó con el peronismo. Más otras certezas que el viejo Borges en 1983 y última vez en verlo, me indicó a media sonrisa que le repitiera como diciendo ‘no me haga caso, señor, que yo estoy hablando en joda’. Y esa imagen con más la de guitarrero de corbatín y saco oscuro son mis favoritas de un Jorge Luis Borges, un escritor sin duda incuestionable y excelente.(junio del 2012)

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lunes, 4 de junio de 2012

Una charla con Eduardo Pérsico en un bar


Una charla con Eduardo Pérsico y en un bar de su barrio.  .
                                               Un reportaje de Mónica Prat.
       A principios de un retraído invierno año 2012 y en un ‘boliche que mantiene cierto aire esencial’,  según él dijera, conversamos con Eduardo Pérsico que al nombrarlo como escritor nos propuso el inicio de una amable charla.   
- Escritor no debería ser sustantivo y sí un adjetivo calificativo. A toda persona que escribe se lo vincula a lo estético y yo prefiero ligarlo más a lo ético. Y pese que el compromiso literario tanto se desvalorizó, lo mismo yo entiendo en el acto de escribir una interpretación del mundo que buscamos cambiar. Desde los clásicos griegos el asunto era ese y entrar en detalles llenaría algunos tomos… 
-  De cualquier manera, a usted se lo estima como un narrador y poeta defensor del barrio, el fútbol y otros perfiles de los argentinos. ¿Qué le parece?

-  Que eso ya lo escuché otras veces y no suscribo ni medio renglón. En principio, nadie defiende porque cada expresión popular se defiende sola, pero para mí el fútbol es nada más que un negociado corporativo. ¿Como me imagina usted suscribiendo lo contrario? Haberlo jugado cuando pibe es otro asunto, pero el  universo futbolero actual que las mujeres como usted poco frecuentan,  contiene a servidores del Poder, lavadores de guita y bandas mafiosas que en Argentina se llaman ‘barrabrava’. En una instancia aún socialmente injusta, que ese deporte vía periodismo contratado sea el principal alienante del pobrerío, es una ironía casi siniestra . Y le diría que si en la Argentina el Estado  quitara la protección policial al fútbol, esa impunidad de organizadores, prensa y autoridades quedaría al descubierto. Pero señora, es un tema poco agradable.   
- Pero usted en varios cuentos y en su novela El Olvido está en Libertad, abordó esa temática sin esa crítica que ahora me comenta.  . .
- Sí, escribí algunos cuentos y en esa novela tracé algún perfil futbolero nada sustantivo dentro de la trama, pero usted también como escritora ha de saber cuando los narradores de ficción y hasta los poetas, complementamos a los sociólogos y los historiadores. Y en El Olvido yo relato el reencuentro de un vendedor de libros con un activo matón sindical, que siendo muchachos integraran el mismo ‘cuadrito’ del barrio. Que me facilitó  un imaginario muy útil para relatar esa complementación histórica que dijimos.   
- Ese enfoque suyo me parece interesante, y recuerdo que usted  mismo alguna vez dijo que sin la existencia del Quijote la historia de España estaría incompleta.   
- Y por supuesto, como si a nosotros nos faltara el Martín Fierro. Además, no sólo la literatura enlaza al autor con su obra: yo nací en un barrio apartado; Villa Barceló entre Banfield y Lanús; hijo de un taxista y una  enfermera y en esa atmósfera de populismo fácil,  también me atrajo la dolorosa historia de mi país. Tantas veces sangrienta. Así que mi inquietud por el tango y la lunfardía es parte dentro de esa densa problemática que existe tan disimulada. Si integramos el mapa latinoamericano no  hay otra variable que vernos dentro de esa inmensidad gigantesca,  y es difícil ubicarnos más allá de esos perfiles. Por más que esa realidad, tan compleja, a veces lleva a periodistas y escritores a malversaciones éticas que deberían rechazar; pero claro, esas cosas…
- También leí algún comentario suyo sobre elementos que sirvieron a la integración de los argentinos. Que bien sabemos, además de los originarios de la tierra tuvimos tantas vertientes inmigratorias diferentes que nos confundieron. ¿Qué me dice usted a propósito?  
- Bueno, la inmensa variedad poblacional que se diera desde mediados del 1800, mayormente se agruparía en los conventillos de Buenos Aires. Y aquello que fuera recibiendo los estilos de cada grupo, gestaría una integración casi inconciente. Por ejemplo, el tango y el lunfardo; ese código entre dos para que no se entere un tercero; serían aceptados por los miembros más jóvenes pero integradores de la época. Y el lunfardo, por ejemplo, sería una de esas firmes incorporaciones a darse en el cuerpo social de los argentinos, por la intensidad que le dieran a ese lenguaje los letristas del tango. Hoy entre nosotros nadie desprecia decir mina, o vieja por mamá, gil, laburo, bacán más otro centenar de términos de ese hablar independiente y  común, que ya no admite ningún reproche. Como no existe reprobación a esta globalización siglo veintiuno, con los multimedios informativos más Internet computación y comunicación inmediata, que es inevitable reconocer. En esta generación eso no es broma y tan categórica es la nueva comunicación, que los mismos medios  de prensa ya resisten adecuarse a ese despliegue cibernético que descubre sus mentiras de inmediato. Y semejante influencia la demuestra cualquier elección en Europa, América Latina o donde sea, donde cualquier candidato del establishment con la prensa a favor puede perder sin atenuantes; y de semejante realidad ya sobran datos.  
- Tiene razón, y recuerdo haber leído su opinión sobre esta época que le acota  la fabricación de opiniones a los medios del Poder.  .
- Por supuesto, en cuanto la herramienta informativa se ha generalizado tanto  que las clases tradicionales, dueñas de las finanzas y de la tierra productiva que ejercieran por generaciones su dominio maniobrando la realidad histórica a gusto, hoy se les dificulta la tarea por este logro masivo de la humanidad. O logro de la comunidad, que mejor explicaría el interés de la comarca.
- También en una novela del año ’82, Gardel supo retirarse a Tiempo, usted hizo bromas sobre ciertas letras de tango. Y luego, en De nuevo lejos de Uppsala, nos muestra a un pianista de tango que en Suecia toca en un quinteto de jazz. ¿ Cómo concibió ese material tan diverso?.
- Bueno, el yacimiento de la memoria lo escarba cada escritor y recupera como puede lo recibido desde pibe o por la piel. En el Uppsala tomé un dato cierto que resumiría el exilio, buscado forzado: la nostalgia de la patria. Cada exiliado del mundo suele descubrir elementos que por cercanos en su país, fuera del mismo a veces recuperan  graciosamente. Cualquier argentino podría invitarla a usted a comer un asado en Estados Unidos,  Canadá o en España, y atender la parrilla de alpargatas oyendo a Troilo o Atahualpa Yupanqui, en una pose que por aquí jamás exhibiría. Y pareciera que por ahí anda la cosa. 
- Y del ‘Gardel supo retirarse a tiempo, donde usted se burla y demitifica algunas letras de tango y ciertos excesos de la porteñidad, ¿que me dice?
 -  Bueno, eso de demitificar y burlarse es tarea del Mingo Echeverri, un personaje fantástico y atemporal que sigo frecuentando, que en un boliche de Buenos Aires pontifica sus delirios de saberlo todo, desde el origen del tango y cualquier otra constante de nuestra manera de ser. Ese personaje delira de conocer ‘al poeta nacional y popular que inventara la rima de corazón con bandoneón, un recurso que ni a Bécquer se le había ocurrido y salvara al tango para siempre’, y que por ahí advierte al lector que el Pigall ‘es un cabaret que en los tangos jamás ha de cerrar sus puertas’, o cosas así.  Ese libro lo escribí durante 1981 y no disimula renglones bastante puntuales de la atrocidad que nos rodeaba entonces en nuestro país.
-  Y el lunfardo, ese lenguaje abstruso que le motivó ensayos y glosarios, ¿usted lo frecuenta a menudo?  
- No mucho. En principio, el lunfardo de los argentinos es un código para decirse entre dos sin que se entere un tercero, que mantiene ciertos centros inamovibles. Como usted dijo, hace unos años publiqué Lunfardo en el Tango y la Poética Popular, con un glosario de unas mil y pico de palabras que persisten en el habla coloquial de los argentinos. Una idea que me persiguió desde 1987 cuando en España participé de un congreso sobre la identidad del idioma, donde fue  tan eurocentrista y miope la interpretación que atribuían a las jergas latinoamericanas que resultó casi sublevante.
- ¿Usted era el único escritor invitado o había más latinoamericanos?
- Sí, de América Latina éramos unos quince, todos mezclados, y la resistencia la encabezamos tres o cuatro con el poeta uruguayo Hugo Emilio Pedemonte al frente. . Esa tarde en la Biblioteca Nacional de Madrid hicimos causa común para ‘anunciar’ que en 1492 y llegaron a estas playas los navegantes descubridores de América para la cultura europea, ‘nosotros no difundimos la noticia con movimientos corporales ni señales de humo, y lo hicimos con nuestras propias palabras’. El clima se tensó bastante y ya nada valía hablarles del lunfardo, enfoque sobre el que fuera invitado es emismo día. Y ni arrimarles siquiera que el lunfardo y el tango son dos de los perfiles más categóricos de nuestra identidad cultural; no los únicos pero los más visibles.
- Me hubiera gustado mucho escuchar semejante debate, que por lo general terminan divertidamente. .  
- Y acertó, porque a la hora estábamos todos amigos y tomando alguna copa, porque sin broma a todos nos une el castellano. No jodamos... Pero igualmente en ese libro  Lunfardo en el Tango, más tarde expliqué en detalle que ese código dialectal llamado lunfardo,  se incorporó como fenómeno literario al ser recuperados sus términos en la letra de los tangos y la poesía popular. Y que como materia tuvo algunos antecedentes en publicaciones periodísticas antes del primer libro dedicado íntegramente al tema, “El idioma del Delito”,  de Arturo Dellepiane 1894. Y ahora, hermosa mujer, le pido que la sigamos otro día.
      Así que yo, cronista privilegiada, le reiteré mi agradecimiento, pensando en homenajearme otra vez  con otra conversación distendida y amable con el escritor Eduardo Pérsico..
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La escritora argentina Mónica Prat además de una variada crítica literaria publicó Espías Solitarios, cuentos, 1995,  y en 1999 obtuvo el Primer Premio de Novela de la ciudad de Irún, España, con su novela En ausencia de Maribárbola. . (Junio 2012)