sábado, 21 de agosto de 2010

Nuestro último café.

Hay bares tan opacos que ni siquiera muestran,
el brillo de unos ojos al decir sin reflejos
‘dejamos de querernos, los dos bien lo sabemos’.

En la misma mirada juntamos las palabras,
las tardes en el cuarto, los ardientes desnudos,
y sin la menor huella de la emoción que fuimos,
dejamos los ‘te quiero’ del lado del silencio.

Sin ecos ni rencor, simplemente pasado
salimos a la calle.
Y apenas nos dejamos una misma sonrisa,
cada cual por su lado.

Cuando llega el adiós por esas cosas,
no es bueno esperarlo en Buenos Aires.
Que en otoño y te extraño,
tiene este modo tan cruel con el olvido.

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