jueves, 25 de agosto de 2011

Franki, por Sinatra. Cuento.

Franki, por Sinatra.
                                     

      La odontóloga Lucía bien le explicó la nueva situación a su inquilina Beatriz. ‘Es sencillo Bety, yo me instalaré con mi socio en la costa y vos sin trabajo podrías mudarte con mi vieja; se harían compañía, la cuidarías un poco y por la guita no tendrás problema’. Y Beatriz aceptó ahí mismo diciendo ‘con tu mamá nos apreciamos y con buena voluntad todo es posible’, y a otra cosa.  

       En las primeras semanas de vivir en la misma casa Ofelia y Beatriz buscaron ser amigas. Desde preguntarse qué comida o televisión preferían, al ‘me veo gorda’ de Ofelia; cuarenta y cinco, adoradora de Frank Sinatra’ y madre de Lucía a los veinte, y Beatriz siete años menor, dos veces separada que le respondiera ‘estás regia pero yo me ocuparé’. Además convinieron desde minucias al hábito de besarse en la mejilla porque sí.   

    Pasados unos meses  Ofelia debía ir al cumpleaños de una amiga, Beatriz entonces le recortó el  cabello y esperando que tomara el color le dijo ‘te daré unos masajes milagrosos’. Y sin más le bajó algo el toallón y aplicó sus manos sobre la espalda hombros y brazos; ‘esta crema es muy buena’ repitió y a Ofelia cada caricia en su cuello y sus orejas no le desagradaron. Algo más que placentero pensó y en el rebote del espejo las dos mujeres se descubrieron mirándose a los ojos; y aunque Ofelia forzara cierto silencio por esa distracción Beatriz insistió en mimarle tanto la piel que la otra musitó ‘Bety, por favor’.  

       Esa noche poco hablaron hasta después de cenar y ya en el sillón donde tomarse el habitual vaso de vino blanco, novedoso ritual, apagaron la tele para retomar la charla. ‘Yo también fui pupila en un colegio religioso, un año, menos que vos’ dijo una y la otra suscribió que ese encierro seguramente las habría avivado de algunas cosas. También  Ofelia repitió haber conocido a su marido de jovencita y ‘que al morir él en un accidente me envejeció mucho’ Beatriz la conformó ‘estás muy bien y me ocuparé de cuidarte más’. Una promesa que contenía sin decir un largo discurso que ella conociera y mejor aprendiera al ejercitarlo con otras amigas; ‘lo más natural en nuestra especie es recibir y devolver seducción y ternura con quien uno elija, un mandato de la naturaleza que persiste por más enojos culturales que prediquen lo contrario’. Un discurrir ya propio que incluía su atracción por Ofelia quien por ahí le anunció ‘qué raro Bety, ya nos hemos tomado el vino y seguimos agarradas de la mano’. Y entonces ella no dudó en atenuar la luz y  besarle con lentitud las manos y los ojos a Ofelia que atinó a un ‘no seas loca, Bety’ mirándola de nuevo igual que en el espejo y no balbucearía más ante aquel inevitable beso tan suave y cariñoso que le diera Beatriz. Claro, sin la profundidad de lenguas entrelazadas y buscadoras pero pleno de una ternura que ella suponía olvidada, y las dos siguieron entre respiraciones más agitadas besándose  sin adentrarse en ningún otro territorio. Pero cuando Beatriz quiso llevarla a su cama Ofelia musitó ‘por favor Bety, estoy confundida’,  y luego cada una en su cuarto se desvelaron hasta la madrugada. Menos en aquel momento cuando Ofelia se moviera silenciosa por la casa como si buscara algo y Beatriz disfrutó una buena sonrisa al escucharla.     
           
         Entre ellas hubo una tregua sin comentarios y la noche en que Ofelia volvería a salir con sus amigas Beatriz se encargó de su peinado y el maquillaje. Al despedirse Ofelia le mostró los labios recién pintados y lo mismo ella le  saludó ‘cuidate Ofe, estás hermosa’ y la otra le sonrió ‘me traerán de vuelta’. Entonces Beatriz comió algo, entró a exiliarse en el baño sin apuro y al sentarse a escuchar música la inquietaba el impreciso ‘me traerán de vuelta’ que dijera Ofelia cuando la escuchó regresar. Volvió antes de medianoche y más la alegró escuchar ‘el marido de Alicia la vino a buscar y me trajeron. En la cena cada uno comiendo y hablando de lo suyo, un aburrimiento’. Fue todo el comentario. Beatriz envuelta en una bata le besó una mejilla al decirle ‘pensé mucho en vos’ y Ofelia casi en el baño la animó ‘esperame, yo también te extrañé mucho’ y se escuchó el abrir de la ducha.

         Ofelia salió del baño sonriente y con una audacia inusual  entreabrió su toallón casi encima de Beatriz que sin más la abrazó hasta su cuarto. La luz escasa se apropiaba al recorrer cada una el cuerpo de la otra, mezcla de timidez y delicadeza y tensión que decaerían al tiempo que las dos alcanzaran esos íntimos lugares del deseo y el sin retorno en el mandato de su cuerpo. Esa altura que desbarranca hasta los ocultos pudores y remilgos sólo por encontrarse juntas por primera vez; bocas desbocadas que saborean recorren y conmueven y al fin también como al descuido, una muy sabedora mano de Beatriz sobre el preciso sitio del temblor en la entrepierna de Ofelia. Ese inicial acierto que bien pronto fue una gloria mutua en esa fiesta de estar juntas y jugadas a prolongar la noche al infinito.    

           Hubo sí un descanso esa primera vez,  y ya con el vino blanco de cada noche Beatriz preguntó ‘¿Ofe, al fin encontraste algo la otra noche?’ y  escuchó  ¿vos me escondiste el vibrador, guacha? Lo sospeché’. Ahí las dos se rieron si volverían a necesitar su ayuda y Ofelia redondeó ‘lo llamo Franki, por Sinatra’. (Ag.011)

Eduardo Pérsico nació en Banfield y vive en Lanús, Buenos Aires, Argentina.       

jueves, 18 de agosto de 2011

Los valores de clase también suelen devaluarse. Opinión.

Argentina, los valores de clase también suelen devaluarse

"El triunfo de la presidente fue espectacular: ya ganó en primera vuelta. A veces uno vive en un microclima que lo hace perder la visión del resto del país". (Hugo Biolcatti, presdiente de la Sociedad Rural).⎮ EDUARDO PÉRSICO.*
               
"Le ganaremos a la presidente porque ella no tiene la cantidad de votos y la gente está podrida de esta forma de gobernar". (Francisco de Narváez, candidato a gobernador, tres días antes de la elección). "Yo ahora coincido con el gobierno en muchas cosas" (el mismo, al otro día de  perder por treinta puntos de diferencia).

                 El resultado de las últimas elecciones en Argentina con el amplio margen a favor obtenido por los adherentes al gobierno actual, merece reponer cierto  debate en nuestra sociedad sobre la actual concepción y pertenencia a una clase social. Algo que los sectores altos suelen estimar tanto en la vida cotidiana pero niegan cuando esa misma diferencia les trae cierto tufillo a ‘lucha de clases’; para ellos una herejía que no olvidemos y que el pensamiento neoliberal viene negando durante décadas. Difundiendo en su argumentación hechos históricos como la desintegración del poder soviético y la caída del muro de Berlín, dos cómodos ejemplos que el poder estableciera como  ‘fin de la historia’ y otras aseveraciones hoy mucho más inofensivas ante la crisis profundas del sistema económico.
              Vale recordar que para articular su existencia en cualquier sociedad, las clases privilegiadas viven y actúan como únicas, conviviendo entre sí y no pocas veces dentro de los propios límites de sus clase. Y en ciertas instancias políticas, por ejemplo, no perciben cuanto de verdad sucede entre los demás mientras los demás no se le opongan. Victoria Ocampo, invocada en la Argentina como gran figura dentro de esa misma clase alta, se quejó en su autobiografía por las ‘absurdas costumbres de la época que favorecían nuestros espejismos’; reconociendo así la alienación propia y la ignorancia de cuanto sucedía realmente fuera de ellos.  Donde el tiempo y el espacio social, más dilatado y complejo, en tanto no afecte el estilo y el pensamiento de ese sector, carecen de valor. 

Esta especie de internalización clasista que los absorbe y ciegamente ellos actúan,  se organiza dentro de sus patrones de costumbre y acaba obrando como alienación colectiva en los integrantes de la misma clase. Hoy mismo persiste una especie de dañosa negación que los aísla de los demás grupos sociales, que al menos cada tanto reciben algún impulso histórico muy dinámicos, - véase  la realidad mundial en estos días-  algo que estas clases de tanto lujo y lugares privados exquisitos,  por aquello de la conducta social compartida no visualizan ni reconocen. 
Por esos mismos reflejos lo acontecido en las elecciones primarias en Argentina sumió en  más contradicciones que al resto de la población a los sectores de gran ingreso que cuentan con los medios de comunicación y tantos obedientes políticos y economistas defensores de trasnoche de un modelo neoliberal que pareciera con frecuencia fracasado en nuestro país y hoy malherido en varios puntos del planeta. Y el desasosiego de ese constante elenco, con la Sociedad Rural más jugada que nunca contra la administración nacional aduciendo "persecución impositiva", no operó sólo por la irremediable distancia en votos que los derrotó. Más bien parecieran sacudidos por esa realidad que obligó a ciertas  declaraciones de sus principales precursores algo lastimosas, debiendo aceptar públicamente la ignorancia que tenían del país en el que viven.
Ignorancia que esta vez confesaron sin dejar de justificarse como grupos de intereses y de presión, en contra de los candidatos que ellos mismos ungieran y publicitaran para derrotar al partido y las alianzas electorales del gobierno constitucional actual. Que sin excluir ciertas deudas no menores con los por siempre más desprotegidos en la sociedad de los argentinos, hoy prosigue en cierto camino provechoso para la ocupación y el ingreso de la gran mayoría.
De ese amplio espectro del tejido social se podría decir mucho pero es innegable el fervor que esta vez se aprecia entre los sectores más progresistas del país todo. Algo que quizá sea decisorio para revalidar el mandato de Cristina Kirchner dentro de un par de meses, pero que al margen de aquello, se incrementa entre quienes se niegan a proseguir dentro del capitalismo con un decadente régimen meramente neoliberal y financiero. Que por estos días tanto sacude las estructuras de Estados Unidos y los principales países europeos, obligados por ajustes y quitas de sus economías cada día menos prósperas. Digamos con benevolencia.  
Así que esa preocupante realidad y la confesión de ignorancia hechaa y un poco para salvar la ropa, por esos varios inequívocos referentes de esa clase social defensora del privilegio. Que por estimarse ellos mejor a los demás mortales, le dan letra a quienes les ofrecen terapias de apoyo y esas cosas.

* Escritor

www.eduardopersico.blogspot.com  

viernes, 12 de agosto de 2011

Una mirada. Cuento.


                
                De nuevo aquel hombre fue y vino por el barrio sin hallar en su paisaje un solo recuerdo que recuerde  o un rasgo convocador de su memoria. Y en esa última tarde del otoño bromeó que su caminata no detendría los planetas del espacio ni a los autos que apuraban la calle; ajenas realidades.   
         
                Por ahí vivía Maritza que cargaba un apellido eslavo de varias consonantes, estudiaba astronomía  y le brillarían algo más sus ojos claros al culminarse juntos. adheridos y siendo ‘más nosotros’. Los dos eran cercanos a los treinta años  y convivían ese regocijo de ser un cuerpo sólo. Unidos en la cúspide y en el silencio de la ternura; y forzar hacia la memoria ese aliento a homenaje es idea improbable, se dijo el hombre que tras tantos años retornara a su origen tan cambiado.

                 Tal vez el ayer es una sombra astuta, un recuento de sumergida lluvia o incierto fotograma que  no lleva a destino. Y así ni es retornable el gesto de silencio con que Maritza le abriría la puerta y sus padres fingían ser ajenos al encuentro. ¿Siempre él saldría cauteloso a la calle al amanecer o los vecinos lo  cruzarían ya bien crecido el día? Sin ambages, recuperar caricias  o la furtiva voz de una mujer que amamos es intención perdida; el pasado se nutre de tiempo congelado.

-     Espero que tus viejos no llamen a la puerta.  
-         Ellos duermen arriba y yo en planta baja, nos respetamos y además mis viejos nos envidian. – se habrían reìdo contenidos en un abrazo.     

              Rescatar amoríos es para dioses antiguos y no obra de comunes, se reiteró por aquel ámbito de jardines desaparecidos y que él apreciara en algún amanecer de ir por su auto estacionado cerca. No pocas veces habrá comprado un diario en el camino de luego repasar en el desayuno sin apuro, demorando llegar muy temprano a la financiera de su padre. Toda añoranza se supone más amable que un recuerdo, pero sin escarbar en presunciones huecas, existir hade ser saberse de algún ámbito, reconocerse dentro de él y recordarse. Por eso cada tenaz olvido nos desgaja; nos hace menos en tanto toda especie, acaso, ha de saberse y recordarse dentro de ella. Más otros acertijos que recordara haber hablado con Maritza…

              En una ráfaga vio y revivió las cerámicas que exhibían un gato atigrado jugando con un ovillo de lana y reconoció esa pared que alguna vez lo inquietara a detenerse y a recordarse él mismo. Una secuencia que quizá aconteciera la misma noche que al llegar nomás le dijo a Maritza que se iría. .  
-         ¿Estás enfermo?
-         No, mi viejo está muy grave.  
-         Avisame como anda todo – y prometieron verse por más que en esa misma tarde con su padre, - un incurable enfermo final-  y su abogado juntaron los papeles financieros que él se llevaría de Buenos Aires a Europa. ‘No a un país cualquiera  sino a todos’, se decía como cínica pretensión de preservarse del íntimo  debate. Así que sumar su vida al quebranto de la especie sería llenarse de una moral barata y devaluada de la que tanto discurseara Maritza entre un momento y otro. Le dolían las ideas y agradeció al diarero que lo animara con un gesto.  

            - ¿Usted busca el chalet de los polacos? Era en la cuadra donde  hay dos edificios. A esa gente yo la recuerdo bien, era muy buena. La hija estaba buenísima, una rubiecita hermosa – y ahí el tipo cambió el discurso a un chamuyo firme, sin rodeo, de mirarle los ojos bien de frente al hablarle-. Pero usted sabe señor- y endureció la voz- un hijo de mil puta que nunca falta los estafó que perdieron la casa y debieron irse lejos – retuvo la mirada y al callarse entró en los ademanes de reordenar su quiosco de diarios y revistas. (Agos.011).
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Eduardo Pésico nació en Banfield y vive en Lanús, Buenos Aires, Argentina.