miércoles, 23 de julio de 2014

Algo de perfiles adquiridos y propios. Eduardo Pérsico.

  Algo de perfiles adquiridos y propios.

                                                        Eduardo Pérsico.

      En Buenos Aires todavía está muy vivo el tipo popular español, y todos los movimientos del compadrito revelan al majo. El movimiento de los hombros, los ademanes, la colocación del sombrero y la manera de escupir entre colmillos son  de un andaluz genuino.  (Domingo Faustino Sarmiento).

                Durante años se afirmó que el tango en Argentina era un género que naciera sin letras alrededor de 1880, originario rítmicamente de la habanera cubana y en la rioplatense Uruguay- Argentina recibiera sus primeras letras y giros temáticos. Afirmar que esos tangos iniciales fueran expresión bailable del compadrito sería temerario, si de ese personaje sustancial ya por 1845 se ocupara Domingo Faustino Sarmiento, indudable personaje argentino quien dijera en ‘Facundo Civilización y Barbarie’ lo expresado más arriba. Pero  conjeturar que ‘ese andaluz compadrito’ del que habla Sarmiento recién tuviera canto propio por el año 1900, medio siglo más tarde, fue para ocultar `desde los fabricantes de opinión’  la verdadera integración y movilidad social que ocasionara la inmigración recibida por entonces en nuestro país. Una curiosa desatención histórica por ahí algo corregida, - vale decir- cuando el diario La Nación por el año 1875 publicara dos fundacionales artículos sobre el lunfardo  escritos por el redactor Benigno Baldomero Lugones. Publicaciones bien recordables aunque luego ese mismo diario y durante décadas, esquivaría mencionar más datos y referencias sobre los modos de comunicación popular y otros perfiles de nuestro origen. Según fuera la convivencia de los   conventillos,  bailes barriales y otros hábitos de las clases bajas; asuntos que esos informadores escasearían o desecharan por muchas pero muchas décadas. En cuanto a los medios informativos de ‘clase alta’ o infatuados de serlo -según ironizara don Arturo Jauretche- entonces más los enaltecía la apropiación indebida de tierras para erigir un castillo en medio de la pampa que preocuparse por el devenir de los nuevos protagonistas sociales. Mecanismo de exclusión conque ese férreo grupo dominante suponía negar al sujeto social más común en la periferia, nutrida en los conventillos por un variado populismo de generar sus rejuntes étnicos en los aguerridos zaguanes.  Esos tan propicios para intercambiar además de ternuras credos y hábitos en cada relación humana; desde la comida posible al modo de saludar. Y en esa original integración también emergerían los primarios balbuceos del  lunfardo que además de significar ‘un código entre dos para que no se entere un tercero’,  culminaría siendo un certero inconsciente de nuestra identidad.  

         Por distinción no solo de género y origen, el lunfardo y el tango son independientes por distancia con todo tipo de coloniaje. Algo que risueñamente nos hace criticar el fervor tanguero ‘argentino francés’ de los años veinte, tan prefabricado que hasta produjera una  reacción de la revista ‘El Hogar’ ante el peligro ‘que a los porteños decentes, desde París le quisieran imponer el tango argentino’. Pero bué, una idea muy ajustada a ciertos defensores de la decencia…  

        Sabiendo que el tanguillo andaluz, la habanera y el fado portugués le fueran sustanciales al tango así como a nuestra milonga  la guajira flamenca, eso avalaría que la música del tango recibiera en cada época aportes en su armonía y composición sin perder su identidad. Eso es tan indiscutible como que sus iniciales letras  acaso tan desparejas y vulnerables,  hoy casi mágicamente  perviven como un estilo literario entre nosotros. Y aunque  su temática pareciera abrumar de lo personal a lo social y las complejas armonizaciones de hoy exijan cada vez ejecutantes más aptos en  interpretarla, sin esas vanas discusiones el tango como expresión cultural de los argentinos sostiene el sabor y carácter de su raíz.

    Asunto que tan bien estimara el más lúcido y porteño Jorge Luis Borges, - digamos el de ‘El Idioma de los Argentinos’ de 1928- que por 1930 expresara algo sustancial para la comprensión de ese espíritu que solemos llamar  ‘el ser nacional’ : ‘de valor desigual por proceder de plumas heterogéneas, las letras de tango son un inextrincable ‘corpus poeticum’ argentino que los historiadores algún día vindicarán´. Y este escritor argentino no afirmaría eso según una ironía borgeana por el año 1930,  sino para establecer la verdadera dimensión cultural ‘a esas imperfectas letras atesoradas en El Alma que Canta’; una revista semanal muy popular  y que sin duda Borges entonces consultara habitualmente. Concepto no definitivo ni categórico pero atendible en esto de comprendernos lo mejor posible.  (Jul.014).    
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Eduardo Pérsico nació en Banfield y vive en Lanús, Buenos Aires, Argentina.  www.eduardopersico.blogspot.com        


domingo, 6 de julio de 2014

A mi gato le encanta Mozart. (Cuento),



A mi gato le encanta Mozart

            Por Eduardo Pérsico

     Hoy me distraje apreciando a mi gato Fidel con más decoro. Porque él,  que distante sabe callar, me retrajo a Lord Byron: ‘el gato posee belleza sin vanidad, fuerza sin insolencia, coraje sin ferocidad; cada virtud del hombre pero sin sus vicios’. Y además a una  semblanza del Ambrose Bierce: ‘gato, suave autómata indestructible y  preparado para recibir patadas, cuando algo anda mal en el círculo doméstico’. Pero bué, digamos…

     Viendo a mi gato se comprende que ambulen invisibles cuatro veces al día y cuando ellos lo disponen, se exhiben con la guardia baja empobrecidos de lluvia y madrugada. Además todo gato es etéreo, inatacable, y su corazón les late en una verdad lejana y superior. La mirada de un gato si es ajena y perdida, nos reitera  ‘¿por dónde pasó el tiempo, qué hicimos con la vida?’….

     Mi gato revive al escuchar música en mi falda y su sutil sigilo lo refleja mi espejo al oír el yumbeado de Negracha o La Cachila de Pugliese. Ese compás marcado  conmueve  su pelaje aunque luego le gane su indolencia si el tango es catarsis nostalgiosa de chamuyarnos muy quedo, despacito, de ciertas plenitudes sin testigo. Y sí gato Fidel, debo decirle, el tango es vino a solas o sueño demolido y por ahí, los ojos de esa piba que a contraluz retorna. Es por eso que el tango es en voz baja o a rasguidos de viola misteriosa, y más íntimo aún si algún recuerdo turbio irrumpe sin aviso o cierto olvido ya olvidado se adueña de nosotros. Siempre el tango en alta voz y teatralero es grosería de recién venido, y sin nuestro deschave confesión de ‘como fueron esas cosas' sería otro ruido más, carnavalero. Pero él, tango íntimo compadre y sin reproches, es un amigo que hasta nos guiña un ojo…   

       
           Pero al fin,  de nada sirve inquietar a este felino con mi nostalgia y tantos cigarrillos de tediosa ceniza. Y más cuando al oír el Concierto Número Cuatro de Mozart, Fidel se hace una fiesta. Levita leve y ligero, gato definitivo dos sílabas sin cuerpo que ambula en su otro mundo sensorial. Y es ya tiempo de afirmarlo sin prejuicio;  a mi gato atigrado cualunque y sin prosapia lo diferencia del resto su refinado gusto musical. Cualquiera de su especie es amante a hurtadillas, intruso por la casa sin proyectar su sombra, clandestino de hondo enigma en su mirada, pero ningún otro se le arrima a Fidel al disfrutar la música de Mozart. (jul.014) ________________________________________________________
Eduardo Pérsico nació en Banfield y vive en Lanús, Buenos Aires, Argentina.
www.eduardopersico.blogspot.comA mi gato le encanta Mozart

         

Y sin equivocarse de adversario. (Opinión. Jul.2014)




Y sin equivocarse de adversario... 
Por Eduardo Pérsico

…y hoy algunos populistas de sindicato demuestran un poder económico jamás permitido antes.

La irrupción de Perón en la política argentina en 1945, conmovió las expresiones más conservadoras y también a las progresistas, según entonces socialistas y radicales de la línea irigoyenista más el Partido Laborista que sustentara el inicial peronismo. Tres líneas no muy opuestas ante la problemática entonces sobre educación pública y defensa del patrimonio nacional, dos perfiles recurridos por algunos en el discurso. Más otras diferencias emergerían tras el lanzamiento de Perón en Plaza de Mayo el 17 de octubre de 1945, quien con un discurso-arenga fijara un nuevo eje al debate conceptual y político del país. Con imprevisto efecto sobre la actividad en general, ‘incluido el asombro del mismo Perón’ diría Raúl Scalabrini Ortiz ante la futura imposibilidad de hacer política sin apreciar el hecho con seriedad. Tanto que no fue casual la disolución de Forja, la Fuerza Organizada Radical de la Joven Argentina integrada por intelectuales y cuadros políticos de reunirse a debatir la realidad nacional. El escenario era otro y cada expresión debía revisar su comprensión de la muchedumbre, un gesto rechazado y negado por el Poder y sus fabricantes de opinión. Grave error cuando ese avance guardaba en su resultado algo más sustantivo y evidente: ‘la liberación psicológica del obrero ante el patrón’. Una variante relacional con un peso inmedible para las patronales y más preocupante aún por parecer acordado desde arriba. Esa ‘liberación psicológica’ que se expresaría de inmediato en ‘patrón, usted no me grita’, -frase entonces de alta significación- y la no comprensión de la nueva instancia llevaría a muchos bien intencionados a equivocarse al calificar compañero, adversario o enemigo. Un efecto de esos años de cierta gravedad por unos pocos fundamentalistas de uniforme.

El nuevo paisaje cambió la relación obrero patronal, un ‘accidente sociológico’ que sacudiera los elencos radicales y socialistas que de ahí padecerían cierta dolencia emocional por no saberse incluidos en la hechura de un avance que alguno de ellos, indudablemente solían propugnar en su propio discurso. El nuevo escenario fue una certeza que socialistas y radicales desecharon sin reelaborar sus planteos a la reciente realidad, y a cambio ahondarían una oposición desencaminada al descalificar como chusma a los seguidores de aquel peronismo del ’45. Descalificando en esa pose desde el ‘aguinaldo’, -un sueldo anual complementario- por ser una maniobra electoralista y en igual postura controversial, desechar ‘por demagógicas’ las colonias veraniegas para ‘los recién venidos’, más otras leyes sancionadas en la muy activa legislación laboral. Dentro de la oposición hubo posturas casi de concepción medieval para ser sostenidas por socialistas y radicales con fines electorales, con jugadas no profesionales que los abatiría; al fin muchos prestigiosos se mostrarían según políticos molestos ante el espectáculo de laburantes-multitud vitoreando en la calle. Y esos deslices por errada interpretación histórica no serían exclusivos de los sectores duramente antiperonistas; también se dieron en las bibliotecas de barrio fecundas en entreveros constantes por comprender al menos, si esa era la movilidad social y quienes los beneficiados. Que al fin del relato demostraría que los peronistas no eran los enemigos sino compatriotas antes no contenidos en las discusiones. Otro notorio error en muchos opositores, - digamos los los más feroces críticos- ni suponían que el mismo Sistema Económico cada tanto dispone el ingreso de más personajes a la escena, y esos nuevos participantes ya eran parte de su misma historia. Apenas eso. .

Luego y como expresión del no saber a veces quien integra los nuestros y quien el adversario, el peronismo inicial en Argentina y su enfática crecida populista originó un rechazo mayor pero similar a nuestros días del año 2014. En cuanto como ahora la mayor molestia recayó entre los sectores medios con vocación de alta clase; ese laberíntico segmento social que resiste el ascenso de los postergados en la escala por cierto inconsciente reflejo. Acaso por estimarse ellos como factor decisorio en otorgar la movilidad y el ingreso de nuevos participantes al sistema, más en cuanto ese crecimiento le resulta útil al tejido económico no es discutible. Sencillez que alguna clase media presiente en su contra y sin debatir, combate.

Esa actitud ejercida sobre los ‘recién llegados’ en 1945, siete décadas más tarde exhibe hoy ciertas contrariedades con la aparición de novedosos actores. Tal vez dentro del llamado ámbito sindical se exhiben novedosas estéticas y perfiles que tiempo atrás no serían propios a un dirigente que representa y gestiona, y no es al fin nada problemático. Pero quizá por la nueva dinámica contemporánea que exige algunos novedosos perfiles, - por decir- hoy se muestran en los medios de publicidad y comunicación; ambas cosas; algunos estilos y decires en delegados obreros que suelen confundir hacia donde apuntan. Al menos al no precisar con certeza si algunas de sus actitudes muy empresariales benefician a sus representados. En principio si casi toda la dirigencia sindical se titula heredera del peronismo, - esa memoria social de los argentinos- esa herencia pareciera a veces una carga en algunos sindicalistas o dirigentes al sugerir ellos un poderío económico jamás visto en quienes representan a los trabajadores. Quizá sería aceptable si esa contrariedad en un debate en serio resultara ser útil a la gestión sindical, y más provechoso aún si le evitara dudas a los mismos representados en quien los representa y defiende sus adversarios o enemigos.

Eduardo Pérsico nació en Banfield y vive en Lanús, Buenos Aires, Argentina.(jul.014)
www.eduardopersico.blogspot.com