jueves, 26 de agosto de 2010

NADIE MUERE DE AMOR EN DISNEYLANDIA. Novela. 2a.edición

Primera edición, Beas Ediciones, dic.1993. Segunda, dic.2006.

Premio Novela del Fondo Nacional de las Artes, año 1993. Jurados: María Esther de Miguel, Isidoro Blaisten y María Angélica Bosco.

Las rebeliones se controlan solas;
basta con hacerlas dirigir por un mediocre.
(Edmund Burke)

Después de todo, un autor de historias
fingidas escribe el libro que quiere leer y no encuentra en ninguna parte.
(Augusto Roa Bastos).

El mejor negocio de los ricos es una pelea entre los pobres,
gritó un negrito hambriento y ahí nomás lo ametrallaron.

EMBELESOS DEL GATO Y EL SILENCIO


- Ya debería saberse que los gatos se tornan invisibles cuatro veces al día, y que cuando ellos lo desean, nadie puede verlos con la guardia baja, empobrecidos de lluvia y madrugada. La sangre no flamea entre los gatos y si disponen atemperar la soberbia de su exhibición, son invisibles, inatacables; y el corazón les late en su Verdad Lejana y Superior.
Los gatos tienen el corazón detenido y sordo, moderan un erizar de púas sin adivinaciones ni advertencias; ellos son el silencio, el no dejarse ver y al mismo tiempo la mirada que los busca sin hallarlos.
- Señor Blanes, es hora de conocer que los gatos refrenan las embestidas de su miedo fantaseando las imágenes que mejor le agraden. Con su constancia en el límite del desafío ellos sobreactúan para salirse de la realidad; y cuando quiere un gato se vuelve contemplador de su felina acción, abandona su misma banalidad terráquea y salta a la otra dimensión, cambia de enfoque. Un gato es pariente del lector cómplice que acepta las neblinas de lo incierto y recrea la palabra escrita; avisado lector que supone y se anticipa a lo ficticio como si supiera la conclusión del tema. No es absurdo un gato silencioso por sus calcetines de lana blanda, disimulo en la penumbra de la noche alta, amante a hurtadillas, sigilo merodeando habitaciones sin proyectar su sombra; pero clandestinamente mudo elige dónde pernoctarán los silencios, patrón de pentagramas que ubica los signos a su antojo. Y además, señor Blanes, el gato guarda en sus ojos el Secreto de la Libertad.
- Un gato es invisible no menos de cuatro veces al día, respira aquí y ya se convierte en dos sílabas sin cuerpo; levita leve y ligero; sutileza que airea y desprende su muscular destino de la gravedad. Todo gato es mascarón presuntuoso que se incorpora a su propia mirada; tirador zen tensando la cuerda a pura relajación; sendero gaseoso de la abstracción profunda; arco, flecha y ojos de felino presenciando su propio disparo. Al fin, bromista espectador que al mismo tiempo reproduce imagen.
- Y esa pequeñez gatuna es todo el enigma, Blanes. Levantar el arma y mirarse desde afuera; imaginar siendo imaginación; desdoblarse y ser punta de fusil; colmillo y dentellada; plomo guiado por el ojo a trazar rendijas en la piel. Visión de gato en la mira, acto fatal que al matador lo ratifica en la comarca. Ynada deslucirá la muerte de un hombre, desconocido para usted, Blanes, que Nosotros le señalamos para el rito funeral del escarmiento.

- Y usted Blanes debe cumplir como quien es: chofer del Ministerio y un matador al fin sin libertad de gato. Pero igual invisible, dedo al disparador y bala montada en su mirada, volando a silenciar para siempre a quien sea secretamente condenado en la Oficina, por “Nosotros, los Responsables”.

POR ABRIL DEL 68, EN MEMPHIS SE EVITO UNA EPIDEMIA BLUSERA

Y si la Oficina dispone retrocederlo al sitio más tensionado del planeta, uno se la debe aguantar; piensa Blanes enorgullecido porque después de todo, justamente a él le confiaran semejante empresa, por abril de 1968.
Memphis es a perpetuidad una ciudad con olor a negro; y en huelga los recolectores de basura, por esos días Memphis es una ciudad con olor a mierda de negro. Ahí su mision es insalubre y ni lejanamente parecida a cazar intelectualitos en las madrugadas de Buenos Aires; una historia futura que por ese momento él prefiere esquivar.
Blanes llegó a Memphis hace unas horas y sin que lo vieran descender del Ford Mustang color blanco, alquiló enseguida un cuartucho en el albergue, a espaldas de la calle Mulberry. No le gusta ese lugar para miserables a pesar del buen trato de Bessie, la encargada, una cuarentona que al mirarlo se impresionara tanto por su camisa blanca y la corbata bien anudada. “A los argentinos nos gusta empilchar de primera”, y admite Blanes que esa .sonriente veterana de muchas guerras de buena gana se lo bajaría en combate.
Por la ventana de su habitación él no consigue divisar la calle, pero desde el baño se apunta precisamente al Hotel Lorraine, un espacio de buena claridad. Se aprecia con nitidez un menguado parapeto de caños cuadrados, aparente estructura sin terminar. En verdad el hotel no es de los mejores y desde ese balcón fácil sería conversar con alguien que se detuviera en la vereda de Main St.
A pesar de haber empezado la primavera, ese atardecer había refrescado y Blanes, que debe compartir el baño con otro pensionista, enfatizó su inspección al escenario donde ya aparecería Luther King y retornó a su habitación. Al cuarto número cinco que pagara anticipado ocho dólares y medio, con un billete de veinte dólares y dos níqueles de cuarto en un gesto amable de facilitar el cambio que Bessie Brewer creyó una finura poco usual en la categoría de su albergue.

Hoy es cinco de abril de 1968, se repitió Blanes al tirarse en la cama y decidido su plan de juego, esperaría su momento de corbata aflojada y cara al techo. Al encender un Chesterfleld anticipó su memoria y esperó que de inmediato alguien diera dos toques livianos en la puerta.
- Betwen no more, and drink a chair- respondió suponiendo decir “entre nomás y tome una silla”, tragedietas del inglés acelerado. Pero gracias a su Memoria Anticipada ya Blanes presentía la escena. Entonces la dueña entró estupenda con el cabello cepillado, muy esbelta sobre los tacones v medias de seda que prolongaban sus piernas, incitante portaligas estrecho, trampa del vestido rojo abierto con lentitud; hora azul de la tarde y Bessie Brewer, ajena al desparejo lenguaje de su pensionista desprendía su estratégico botón y se contoneaba en la evanescida penumbra. Así que Blanes decidió tomar su turno en la ceremonia, aplastando el cigarrillo contra la mesita de luz en un gesto definitivamente muy varonil, estilo Humprey Bogart.
- Came in at la cama, baby- farfulló Blanes y no tendría más remedio. Esta mujer azula y alimaña la sombra de la tarde, modifica latidos y se asoma, piel y beso, hasta su pecho de camisa abierta. Espadas de luz traspasan la ventana, la cabeza de Bessie Brewer le desciende vientre abajo y él recibe un torrente en sus venas; una mujer lo somete y “aprovechate Blanes que no te verás en otra”.
Transcurrido un rato casi imperceptible, fue misión cumplida. La dueña del alojamiento salió sigilosa del cuarto a medio vestir y por un instante Blanes desprecia ese prejuicio que acusa al Klukluxklan de no completar su tarea y haberse quedado corto en Memphis. Y piensa que por tanta disipación y no escarmentar a fondo, hoy Memphis seguía siendo una ciudad de negros maleducados y sin cultura, soliviantados por ese loco de Luther King; un pacifista asqueroso que pone a la negrada en alza y sin que nadie lo imagine, anda haciendo arreglos para legalizar el negocio de la droga y la prostitución a orillas del Missisippi. Y eso la Oficina lo sabe tanto como que el tipo pidió el 15 de abril de 1967 retirarse de Vietnam, aprobado enseguida por ese gigantón ridículo de Cassius Clay, que no por nada luego se quedaría paralítico, pero pareciera que los maricones de la CIA o el FBI son unos tímidos que cierran la tranquera cuando ya se escaparon las vacas. De otro modo no hubiera sido necesario que lo destinaran a él, Blanes, argentino y seductor, a ese oloroso lugar. “A Blanes, nuestro agente más efectivo” que en ese instante dudaba si aquel refrán de la tranquera hablaba de los chanchos o a las vacas...
Ni bien la Bessie saliera de la habitación con su bombachita con lentejuelas y portaligas debajo del brazo, Blanes volvió a demorarse en contemplar el cielorraso. Ya son las seis y la fiestita fuera de programa no estuvo mal, se dijo.
- ¿Like you, nena? I dont understand, pero like you mucho mucho- y a él mismo lo extrañó la extrañeza de la mujer al oírlo.

Este Luther King al principio discursea muy mansito, “yo tengo un sueño”, y después amenaza con .ser “tambor mayor de la justicia” y otras sublevaciones. Nadie duda que en Memphis anda con ganas de joder y en la Argentina ya lo hubieran desaparecido; pero como estos yankis son unos giles el tipo los tiene encandilados con sus destellos de Premio Nobel. Por ejemplo, en estos días adiestra a los negros recolectores de basura: mañana gran manifestación en Memphis, la semana próxima un gigantesco quilombo en Washington y si lo dejan, proseguirá midiendo fuerzas al infinito. Una vez se salvó de una mujer que lo atacó con un cortapapeles; a este Nigger hay que meterle un plomo en el marote ahora mismo y cortarle la buena leche, razona Blanes al tropezarse en el pasillo con un tipo pelado que le sonrió.”/Qué cara estúpida tiene este gordito, mi Dios”/
Blanes salió a la calle y caminó rodeando Main St. hacia su auto estacionado en Mulberry, ese sórdido callejón detrás del edificio. Ahí se mueve sin precisar si es época de frío o calor y sabiendo que nadie lo vigila, del baúl trasero recoge un estuche de violinista con una hermosa Remington 30-06 en su interior; y regresa enseguida al hotel. El cuarto de baño sigue desocupado y desde el ventanuco observa por primera vez al pastor Luther King, a unos sesenta metros, que igual a cualquier mercachifle que echara buena suerte con la jugada de la integración racial y el pacifismo, se exhibe compadronamente en el Hotel Lorraine. Encimado al parapeto cuadriculado, el hombre negro conversa con cuatro o cinco personas que desde la vereda le hablan y se mueven con ritmo de conjunto blusero. Son las seis de la tarde y al levantar el arma, Blanes supone que a esa hora el olor a negro sería insoportable. Lo demás es bien sabido. Él jamás se distrae ni lo pueden los nervios de un principiante, y plomo guiado por su ojo a esa distancia es matador infalible.

BUSCANDO AL HOMBRE CON ASPECTO DE GAUCHO.

“El conocido líder Martin Luther King, de treinta y nueve años de edad, doctorado en,Filosofía y Teología y Premio Nóbel de la Paz en 1964, fue asesinado de un balazo en el cuello que le acertara un entrenado francotirador, mientras el dirigente pacifista se hallaba en un balcón del hotel Lorraine, en la ciudad de Memphis, Tennesse” al rato nomás publicaron los diarios.
Por la certeza de Blanes se produjeron atentados y saqueos en distintas poblaciones de los Estados Unidos, y más en aquellas con mayoría de población negra. “Intervino la Guardia Nacional y se supone que el matador de King sería un hombre blanco, de un metro ochenta de altura y edad aproximada a los treinta y cinco años, quien a poco de disparar con un fusil Remington 30-06 por una ventana del albergue para pordioseros situado enfrente del hotel, se alejó en un automóvil de color blanco. Luther King falleció en el Saint Joseph Hospital a las siete de la noche de hoy, 5 de abril de 1968, una hora más tarde de ser baleado. Un testigo presencial del hecho, el Reverendo Jesse Jackson, comentó que en el momento del atentado King saldría a comer con unos amlgos a un restaurant cercano, y conversaba con el músico Ben Branch, vinculado también a la esposa del pastor, cantante en un coro religioso.
Según una versión de último momento, habría sido detenido y luego puesto en libertad John Willard, un individuo bajo y calvo, registrado en el albergue de donde partió el disparo y de quien la encargada recordara que “el tipo tenía una sonrisa de idiota que jamás olvidaré. Jamás olvidaré esa sonrisa estúpida”, comentó a nuestra agencia periodística la ciudadana de color Bessie Brewer.
Mientras tanto, el FBI, la CIA y la policía local se cruzan acusaciones y continúan describiendo al individuo con aspecto de gaucho que viajara al sur del Missisippi en un Lincoln blanco, sin ser avistado por nadie” - fue el comentario del Memphis News Star.

PRIMAVERA CON VIAJE A LA CURIA Y CAMINO DE GRANZA.

En Buenos Aires y en la década del noventa, Blanes estacionó el auto frente al edificio de departamentos, ejercitando su entrenada paciencia de servidor ministerial. A mediados de la última década del siglo veinte, esa cierta ocupación como chofer del Ministro del Interior lo separa de sus entresueños justicieros y lo hace vivir una realidad cotidiana de burócratas y gobernantes. Faltan unos minutos para las nueve de la mañana y en ese barrio, Buenos Aires recién se despereza en autos de vidrios opacos emergiendo de las cocheras; una muchacha con delantal celeste que barre la vereda saluda al atlético paseador de una docena de perros decentes, atados todos al mismo cordel. Despierta la actividad y Blanes cronometra que la esposa del Ministro llegará en cinco minutos, tiempo de repasar los ochenta kilómetros que debe manejar hasta La Plata.
A la mujer que viera una sola vez, bien la recordaba: hembra con aire distante, de alguien indiferente por estilo, y muy joven para vivir casada con semejante cabrón. Pero más allá de cuanto renegara Blanes del Señor Ministro del Interior, su mujer camina ahora en dirección al auto luciendo sus presuntuosas extremidades de estatua, imponiendo figura.
- Prefiero viajar adelante con usted- habló ella secamente y Blanes le devolvió su media sonrisa. Mujer hermosa de unos treinta años que con malicia infantil y cómplice casi sugiere sus piemas al sentarse, a quien su confesor dominical debería advertirle “haces muy mal hija mía, Blanes observa y no perdona”. Pero sobrando el juego ella apenas preguntó, mientras desplegaba una revista.
- ¿Llegamos al Arzobispado a las once?
- Tenemos tiempo de sobra, señora.
¿Y sospechaba Blanes en ese diálogo insípido claves de otra insinuación: la esposa de Ministro quiere involucrarse en un esparcimiento al margen del trámite que realiza?. Conjeturas, porque sin soltar la revista ella apenas lo mira a rachas, mientras él maneja aflojado y mintiéndose que realiza una tarea menor a sus auténticas responsabilidades, más importantes.
- Mañana linda para pasear, agosto anuncia la primavera.
¿Oyó Blanes ese comentario y anticipa que ya se ganó la simpatía de la señora? ¿La mujer averigua detalles de su vida y él le repite los consabidos lamentos de Hombre en Soledad, ese infalible recurso de levantarse una mina en cualquier rincón del planeta?
- Tardaré una hora, si quiere vaya a tomar un café - pronunció ella con claridad al llegar, abandonando el magazine importado en la guantera del auto y acaso, sosteniendo un par de segundos la mirada.
- La espero aquí, señora.
La mujer caminó unos pasos y volvió la cabeza. ¿Sonrió, de parabién al ser desguarnecida por los aventurados ojos de su nuevo chofer? Pero lo cierto es que mientras aguarda, Blanes calcula que su pasajera volverá en quince minutos y se distiende en fabulaciones del antes, el después y el no sé cuándo. Retorna a su pueblo de provincia, donde su nacimiento fuera anotado treinta y cinco años atrás en un registro cargado de imperfecciones. ¿Y a quién interesan los datos filiatorios de un chofer del Ministro del Interior que sólo es un mandadero de segunda categoría y esconde una extraña cualidad en su manera de recordar? Nada menos que Memoria Anticipada, una condición tan difícil de explicar como sus idas y venidas en el tiempo. Blanes piensa que en cuatro o cinco días más volvería a visitar su pueblo, aprovechando el viaje de trasladar lo recuperado luego que “las fuerzas del orden allanaran el sitio equivocado”, según comentó un diario con mala intención sin agregar que ciento cincuenta kilos de cocaína quedaron en resguardo oficial y pronto serían cambiados de lugar. Antes que las líneas se confundieran todavía y alguien averiguara lo indebido; y para esa diligencia eligieron a Blanes, el mejor del equipo.

Su pasajera regresaba al auto y ahí Blanes apreció mejor ese andar de hembra joven y su sonrisa, acaso mas alumbrada y amistosa. Aunque por más que él imaginara, la Oficina bien le habían advertido no meterse con las mujeres cercanas al Poder. “Son prohibidas. Intocables. Ni soñarlas, Blanes”.
- La charla duró quince minutos.- dijo ella y de nuevo el desafío al cruzar las piernas. Y la entrevista, suponía Blanes, fue otro intercambio de nombres y recíproco “si tú me averiguas yo te informo” entre intereses compatibles en algún resultado. “Ministerio del Interior y el Arzobispado en sana competencia por abatir la mayor cantidad de herejes en los años finales del milenio”...Pero Blanes no entendía ni aprobaba esas bromas de pasillo.
- Ahora tenemos más tiempo.- tal vez ella pronunció al encender un cigarrillo, mirándolo fijo y arqueando las cejas. Blanes insolentó otra inspección visual y la mujer dibujó con lentitud su acto reflejo de acomodarse la falda. Sin apuro ni protocolo rodearon un par de plazas y llegados al camino de doble mano ya eran invisibles. “Pronto estallará la primavera” no era una oración propia de Blanes.
- Prefiero llamarte Verónica o hermosa tarde para hacernos el amor, ¿pudo escucharse o los silencios fueron sustantivos y los dos transcurrieron sin palabras el camino de granza hasta el hotelito apartado de la autopista? Aunque por disciplina laboral, Blanes debería haberse guardado sus calientes neuronas de anticipación y manejar directo a Buenos Aires, según le fijaba el reglamento de la Oficina, pero esa vez no cumplió.


- ¿Comprendés las reglas de este juego?
- Las voy conociendo de a poco.
- ¿Sabés que las órdenes .se cumplen en silencio?.
- Me lo dijeron en el Ministerio. También que nadie debe oponerse a Disneylandia.
- Y nadie muere de amor... Pero no tomes todo al pie de la letra, porque entre nosotros no hay fanáticos de la lealtad. Somos iguales a quienes pregonan lo contrario.
- No es necesario que me digas eso.
- Blanes, me gustás porque sos un ingenuo.
- No creas, Verónica, puedo mejorar.
- Un día te contaré la aventura de Juan Moreira, un tipo menos importante que su misma fama.

INFORME CONFIDENCIAL

- ¿Qué tal fue tu paseo a La Plata? - preguntó esa noche el señor Ministro a su mujer y levantó una copa de vino blanco.
- No muy bien. Esperé más de una hora y me atendieron en la Secretaría. Con ustedes, los del gobierno, en la Curia hay mal ambiente.
- ¿ Los preocupa algo especial?.
- Sí, un preso que en la cárcel de Villa Devoto habla mucho. Y además se quejan por los disturbios en la Universidad. No quieren repetir lo de 1992, cuando los estudiantes se adueñaron de la calle.
- ¿ Y ellos no tienen ningua responsabilidad? !Lindos socios para administrar las cosas son los amigos de tu familia!
- Yo te informo. Ustedes deciden.
- Está bien. Después conversamos. ¿Qué te pareció el nuevo chofer?
- No habló en todo el viaje. Ni siquiera me dijo su nombre.
- Blanes. Es un buen tipo, tiene treinta y cinco años.

NOSOTROS DISPONEMOS DEL PERSONAJE

- Ahora todo hubiera sido más fácil, ya que coincidimos con Blanes en la “última década del milenio”; según prefiere uno de Nosotros, con aire bíblico. Lo mismo, señores, aunque prosigamos de relato vario la historia será sin grandes incertidumbres ni ambiguedades y Blanes no lucirá según un grosero muñeco ni un monstruo deleznable, que para dignificarlo estamos Nosotros, Los Responsables.
- Nosotros, Los Responsables, tenemos experiencia en la presentación de personajes ante la familia tipo y así explicaremos a Blanes. Por la Civilización y los lectores, señores, lo haremos sabiendo qué diferente sería la fama de gordo tonto que sobrelleva el bueno de Sancho Panza, si en las cuantiosas páginas de “Don Quijote de la Mancha” hubieran expuesto en blanco y negro las verdades de su persona.
- Uno de Nosotros sostiene que el mundo de la literatura, con escuderos y caballeros andantes, durante siglos sólo atinó a ridiculizar el “conflicto erótico” que existió entre Sancho y su sacrificado burro, señores, y acaso por no haber sido bien explicitado, este emergente de conflicto, según los psicólogs, nunca fue discernido maduramente.
Por eso, recomendamos leer “La Intertextualidad le quedó grande a Cervantes”, material de reciente aparición que supera los límites del antiguo compromiso freudiano...
- Señores, así como Nosotros diseñamos ministros y presidentes, próceres y enjuiciados, cuán útiles hubieran resultado Nuestros Servicios a tantos personajes desatendidos por la mala prensa literaria. ¿No fue el Lobo Feroz, en verdad incitado al pecado por la insaciable abuela de Caperucita Roja? ¿Quién puede afirmar, con autoridad, que Jack el Destripador no fué un honrado caballero de quién, transcurrido el agitado río de la desmemoria, hoy nadie sabe el porqué de su apelativo?
- Y sin abundar demasido, ¿no fue el marido de Madame Bovary, al fin de cuentas, tan cornudo y pobre tipo como cualquier Idolo Social de nuestros días? ¿ Alguien informó de manera entendible por qué los relatos de Franz Kafka son tan rebuscados que al segundo renglón se hunden en algo kafkiano?
- Y aún nos preguntamos sin obtener respuesta, señores, cuál sería la amenaza irlandesa que pesaba sobre James Joyce para que él no escribiera el “Ulises” como debe escribir un ser humano.
- Por eso entre Nosotros, Blanes tiene ese nombre; Blanes para todo el mundo; aleccionado y programado para registrar en una computadora con terminal en la Oficina, los mínimos detalles de vida que sirvan a controlarlo.
- Buen material sería para un novelista, por ejemplo, si en sus Hard Disk y disketes Blanes archivara sus acrobacias de alcoba que lo hacen sentir vivo, cada tanto, con alguna mujer.
- Pero según su estructura personal, a Blanes lo domina el destacarse en banales alienaciones: !cómo disfrutaría caminar por la zona bancaria acherido a sus teléfono celular, o ser líder de una hinchada futbolera!. Aunque para protegerse, señores, Blanes dialoga con la computadora de ultima generación sonsamente disimulada en un guardarropa de su departamento. Con su deliberado modo de ocultar la IBM, disimulo que descubre cualquier desprevenido, Blanes justifica un rito más del oficio de espía, obligado de por vida a no dejar claves secretas ni pucheros envenenados al alcance de los chicos, según es reglamentario a los afiliados del gremio atisbador.
- Es menester apuntar que Blanes, nuestro empleado, no es semejante a Jonathan Pollard. un californiano con cara de anteojudo que desde un Servicio de Contraservicio Norteamericano trabajaba en verdad como espía israelí, y lo descubrieron.
- !Qué tarado este Pollard! Pese a la buena voluntad entre conspiradores y conspirados, en románticas veladas de licor y cama doble, el tipo mordió el viejo anzuelo de la rubia cariñosa. Y por ese anejo ardid antiespía usado hoy sólo por los complotadores de Bolivia y Argentina, el conjurado de los israelitas, Pollard, habló alguna página de más.
- Sí señores, aunque por contrario a un agente parlanchín, digamos que Blanes viene prestigiado por su recato en tantas encamadas que librara con sabrosísimas cubanas en Santa Clara y Santiago de Cuba a fines de 1958, un poco antes de tomar distancia con el altanero desfile de los milicianos barbudos al irrumpir en La Habana.
- Recordemos que luego Blanes volvería a esa ciudad, ya infectada de revoltosos, y allí sus detractores aprovecharon para rumorear que nuestro héroe intentó arrojar a una mujer por la ventana de un alojamiento, como si esa actitud no fuera frecuente al quehacer de cualquier hombre normal. Dicho de otro modo: todo hombre cercano a una ventana y con las bolas llenas por una mina, sólo piensa despacharla por el aire normalmente, qué joder...
--Por favor, señores, Nosotros los Responsables no merecemos tanto machismo arrabalero y expliquemos lo sustancial que hace al personaje.
- Entre otras sagacidades dotamos a nuestro empleado, Blanes, para penetrar los vericuetos mentales de Patrice Lumumba, - otro negro tan disociador como el blusero Luther King- y así logramos descifrar los propósitos mimetizados en la selva de su oscura intención.
- El agitador africano trataba a Blanes con juiciosa familiaridad, como si fueran amigos del barrrio, algo que no impidió que Blanes lo ametrallara por la espalda en la alimañera manigua de Kolwezi. O donde fuera, que eso nunca lo dejaremos claro.
- También tuvimos Blanes chapaleando arrabales fabriles de la Argentina, en la feroz tarea de apartar a los herejes contrarios a la Buena Vida cuando molestan a la pobre gente con palabrerío.
- “Terminemos con la explotación del hombre por el hombre, unidos tomaremos el Poder, un niño que muere de hambre es una derrota de Dios”, más otras frases del cine romántico que pregona la violencia, son desmanteladas por Blanes allí donde se pronuncien.
- Por magia de su Memoria Anticipada y Multidireccional; para adelante, hacia atrás y a los costados como las luz de las ambulancias; nuestro empleado recrea el episodiso que quiere en el momento que quiere, a saber: entre miles de aconteceres difusos, Blanes puede rehacer cada minuto del 9 de abril de 1948, fecha del asesinato del caudillo colombiano Jorge Eliecer Gaitáin, por los días cuando en Bogotá se reunía la Conferencia Panamericana.
- Señores, dejemos de lado las placas recordatorias y la conveniencia o no de aquel ajusticiamiento, porque cuando se lo pidan, Blanes revivirá las tumultuosas calles de Bogotá, los tortuosos apurones sufridos por el veinteañero Fidel Castro y el servicio de taxi que prestara la Embajada Argentina para sacar de un aprieto al futuro secular líder cubano.
- Se ha dicho que allí a Blanes le fue tan mal como al Jega Gaitán; pero él siempre lo podrá contar y en cambio al colombiano lo comieron las lombrices de la tierra.
- Sí señores, cuando se lo propone Blanes puede precisar todo lo sucedido en el Bogotazo de 1948 y también, al milímetro, dónde acertó el proyectil que inutilizó el fusil del Che Guevara en la Quebrada de Yuro, en Bolivia, donde perdiera su invicto el Campeón de la Guerrilla veinte años más tarde.
- Noche de sábado a domingo por octubre de 1967, desolación del interior boliviano. olor a rencor nativo, doble sombra de los montes y metro a metro cuánto caminaron y se dijeron Blanes, invisible gato, con el abatido campeón Ernesto Guevara. Rumbo que trajinaron hasta la escuelita de La Higuera y Blanes accedió primero que nadie al deslumbre de la romántica maestrita boliviana con el prisionero herido en el combate del monte. Una verdadera cinta de amor...
- Y en esa línea de la información, !cuántas minucias de la Argentina es capaz de conocer Blanes! El tiene datos de secretísimas reuniones, de asociaciones entre solventes empresarios y financiados guerrilleros; corajeadas gratuitas y servicios de agentes dobles; la delación del más Buscado Subversivo que nos bocinó a Nosotros, los Responsables, detalles del futuro ataque a un cuartel argentino por enero del 89. Una nueva versión de otra embestida alucinada que hubiera por aquellos lodazales del gran Buenos Aires y los arrabales lanuseros, cuando moría el año 1975 y los compañeros de Blanes realizaron el sencillo trabajo de no dejar ni un títere con cabeza.
- Es que Blanes es científicamente asombroso. El “Ireneo Funes” de Borges sin duda tiene lo suyo y literariamente es un personaje apreciable, pero un evocador gigantesco, hacia delante atrás y a los costados, supera al mejor en recuerdo de valor. Cuando Nosotros le indicamos, tanto el fusilamiento de Dorrego como el ajusticiamiento de Lincoln y la muerte de John Lennon, a Blanes le son hechos contemporáneos. El no se esmera por este privilegio y en su vida diaria solo se le permite anticiparse a los sucesos pocas articulaciones. para evitarle esas complicaciones de acertar los números del bingo a cada rato, señores...
- Digamos que Blanes juega ajedrez con blancas y sabiendo la respuesta del adversario; luego veremos más detalles; pero siguiendo el rumbo de clarificar a nuestro personaje atendamos a este aviso al que recurrimos y pagamos puntualmente su servicio a nuestro hombre, Blanes: “J. D. Ferguson, de Stanford University, anticipa la memoria con una operación quirúrgica consistente en ubicar las ideas en los momentos anteriores o posteriores al que suceden los hechos. Trasladar las agujas del cerebro al momento preferido. U$A 132.000. Call 0800-743-4942.

RECORDACION DE UNA BUENA VIDA

La señora esposa del señor Ministro, hasta conocer a su marido supo alternar haciendo copas en un local exclusivo, Clase A, visitado por clientes de similar clase. Hombres nocheros con intenciones buenas, malas, regulares; alquilada fervientemente por señores adiposos, ingeniosos, calentones, exu1tantes, flasheados, crackeados, drogados, estúpidos; o derrotados millonarias volviendo de recalada con la mirada hundida en la fisura más honda de la soledad. Clientes de efectivo dinero, chequera, tarjetas universales y doradas; invulnerables altos rubios impetuosos seguros tan seguros matones perseguidos perseguidores más oscuros en ascenso buscando sitio en la novedosa entrepierna de una hembra exquisita de hablar otros idiomas. Y debió sonreír María Verónica, ambiguamente distraída, a parásitos del presupuesto, sindicalistas voraces, alimañas de la diplomacia, almaceneros efectivos, conspicuos cornudos, el célebre marido de una hembra del desagrdable Señor Presidente de la República, dirigentes futboleros; agentes de bolsa agentes secretos y tan sólo agentes; onanistas pajeros incorruptibles, prescindenciables, gobernables. Diputables. La múltiple fauna del Buenos Aires Querido.

Entonces, María Verónica mujer hermosa y de alcurnia, contrajo matrimonio con el señor Ministro y abandonó ser una Young Girl a sonrisas, copas, roces por arribita, apartamentos, estrellados hoteles, alientos pesados, aspiración de alguna densa línea blanca de la buena, clientes experimentados, arduos, trabajosos, olvidables. Y cada tanto, algún macho de Fórmula Uno que la fundía en la cama y por algunos días, se convertía en inolvidable. Aunque siempre, solamente cash o chequeras más tarjetas Clase A., aceptaba María Verónica.

EL SENOR JUEZ LO SUPO AL ABRIR LA CAJA FUERTE

Los días anteriores al que Blanes visitara con la esposa del Ministro esas dependencias del cielo contiguas al infierno, dos personas entraron a un Juzgado Federal alejado del centro y pidieron hablar con el Juez. Por ser muy temprano aún el funcionario no estaba en su lugar, explicó un secretario. Tal vez ahí, en voz baja, esos visitantes algo inseguros aunque con el estilo de quienes pueden repetir la tarea si les sale mal, dijeron alguna amenaza y sin más protocolo cruzaron por entre los empleados que eludieron la mirada, al despacho principal. Otro que aguardaba en la puerta atravesó el pasillo empujando un carrito de supermercado cargado con unas bolsitas blancas, entró detrás y enseguida salió a vigilar a los empleados, que preferían distraerse en la lectura de algún papel y evidenciando dar la espalda al sitio de los expedientes. Y con el mismo modo enérgico que exhibieron al ingresar, en diez minutos los tres hombres salieron a la calle controlando que nadie se moviera de su asiento; al salir el plástico de los envases que ingresaran parecía menos inmaculado y al carrito lo empujaba el más fornido del grupo. El mismo tipo con porte policía especial que primero entrara al Juzgado en mangas de camisa y exigiera ver al Juez.

Y por esa calle soledosa y tranquila de Banfield, no inquietó a ningún vecino el despliegue de unos hombres que en tan poco rato cambiaran en un Juzgado ciento cincuenta kilos de “cocaína de la más alta pureza”, - tal vez dijera luego algún diario- por otras bolsitas equivalentes de azúcar impalpable.

EN 1973, BLANES HIZO QUE CHILE FUERA UNA FIESTA

Por el mes de mayo del 73, la IBM de Blanes anunció “Chile siempre fue tierra de aconteceres”, así que como aquello podía significar un mensaje elocuente a las futuras generaciones, él debió presentarse en el proscenio chileno sin más vuelta. Y su primer destino fue Viña del Mar, por donde anduvo hilvanando puntadas cuando los comerciantes olvidaron sus pueblerinas discordias y se unieron en guerra contra el gobierno, presumido y controlador.
En esos meses los fanáticos de Allende se deliraban con obtener el Poder de Verdad, como si fuera un juego de chicos alimentar a la gente con nutritivas canciones de protesta. “Unos pobres revolucionarios tras siniestras brujerías justicieras, que brotan cada tanto para retrasar la humanidad”, le impuso la computadora a Blanes en un ejercicio de memoria convencional y otras órdenes que le diera la Oficina. !Qué tontería! Como si preguntarse diariamente si una sociedad cuya medida de progreso fuera controlar la ganancia de los multimillonarios fuera una soeidad. Por favo... Pero también, al recibir las instrucciones de la Oficina que Disponía, según su desleal saber y entender Blanes debió desmemoriar y olvidar de inmediato los nombres de unos cuantos milicos chilenos con quienes anduvo recorriendo escondrijos y levantando chilenitos de los pelos hasta bien pasado el 11 de setiembre del 73. Y todo esto merece una aclaración que deberá ser tomada en cuenta porque será dicha por última vez: “es sabido que para desmemoriar basta con suspender todo pensamiento sobre el pasado, ejercicio bien simple, y como la Oficina cada tanto impone desrecordar algunos renglones, es obligatorio mantener en excelente estado psicofísico los mecanismos del Olvido”. Y para mantenerse en buena condición, no pocas veces Blanes transpiró haciendo gimnasia de Muerte al Recuerdo y a la Resucitación Evocadora, a pesar que para exigirle buen reflejo a sus neuronas el hombre se intoxica con diazepinas y otros basuras que a pesar de romperle el estómago, sirven a su tarea.

Al llegar a Viña del Mar, Blanes tenía orden de vincularse con un tal Mirriam y otro fulano llamado Siracusa, dos tipos que viera alguna vez en Santiago comunicándose con Washington, línea directa. Quizá no fueran de la CIA ni del FBI; vaya uno a saber; y ambos decían trabajar en alguna empresa extranjera porque algo debían decir. Nadie mencionaba pertenecer a momgia compañía sueca ni tampoco a la ITT ni a la Kennecott; esos bandos tan jugados favor o contra el gobierno no eran creíbles y en toda conspiración más o menos civilizada, es natural olfatear algo comercial.
En el Chile de esos momentos, por las noches el ambiente denso se hacía novelesco, “y hoy la gente de buena familia debe defender su libertad”, comenzaban a coincidir los diarios antiguos de Santiago y sus alrededores. Y al mismo Blanes, Viña del Mar le regalaba su excelente paisaje más aquella inmejorables veladas con Amanda, sin desatender su ocupación principal dictada por su computadora a cada momento.
- Hay que apurarse, tocar y salir continuamente, al enemigo no hay que dejarlo pensar.- le aconsejaba Geenen, el más viejo de los Servicios no muy Secretos que por ese tiempo ocupaban cada asiento de la Plaza Vergara.
- Tocar y salir.- repetía el espía Geenen su expresión boxística al mandarse a bodega unos titánicos vasos de gin cortado con un correntoso Martini seco, eso sí, con poco hielo. Un asombro hasta para los garcones chilenos, delicatessen para hígado de fierro; en aquello de chupar sin límite el yanqui Geenen era una bestia tan indoblegable como el supuesto dragón de Borneo. Es que oriundo de Massachussets, sabe Blanes que despachado el Salvador Allende el Geenen se volverá a su lugar de origen; aunque mientras chupaba gin en cataratas seguía atento su hoja de ruta oficial, sin descuidarse ni entrar en órbita catástrofe; Geenen podía mostrar su ignorancia estructural en cualquier asunto, pero nunca asumiría su rol de borracho molesto tumbado de un sillazo en una cantina marinera. “Aunque por momentos se desvía hacia despelotes cercanos a una riña de mostrador, según se comporta un borracho bien educado, el yanqui cumple su libreto prolijamente”. Y piensa Blanes en una ráfaga pero de inmediato vuelve atrás, que hasta cuando repite la retahila del cachetazo final que le diera a un municipal rengo, cuando fusilaron al maricón de García Lorca, allá por el 36, Geenen quiere ocultar su verdadero sentimiento. Acaso porque aquel tipo rengo, barrendero municipal fusilado junto a García Lorca, antes de comerse la descarga le escupió “yanqui cabrón, hijoputa”. Tal vez esas tres palabras le molestaran algún rincón de esos que nadie sabe, diminuto resabio, de eso es mejor no hablar; por Granada el yanqui Geenen no aguantaba quedarse sin olvido y se daba un vuelco de medio vaso, mirando lejos. Y por ahí, se rehabilitaba desaprobando a Blanes al mostrarse en los bares acompañado por Amanda.
- ¿Qué necesidad tienes de andar con esa? Es comunista, Blanes, y si a una chilena le brota el “anti forastero” se pone pesada.
- Chúpame un huevo, gil. Yo soy Blanes, de la Oficina, no un pollito de incubadora. ¿Vos la viste bien a Amanda? Está rebuena...

TAL VEZ ERAS EL ECO DE UNA VIEJA CANCION

Lo de Geenen y el rengo fusilado junto a García Lorca no es irracional, aunque existan las diferencias de època que se le antojen a cualquiera. En la Guerra Civil Española también hubo aconteceres y entre horracheras locuaces y confidencias, el yanqui mencionó a un amigo suyo que resultara un verdadero traidor.
- Philby, un corresponsal de un diario inglés. El barbudo Hemingway solía hablar mucho con él y el tipo era tan “comunista por la espalda" que terminó viviendo en Rusia, el muy hijo de puta.
El inglés Philby supo ser amigo de Geenen y en España fue uno de los pocos en visitar a Franco cuando quiso ver Guernica ni bien terminó el bombardeo de los Heinkel III, la Legión Cóndor alemana que apenas dejó en pie el Arbol de la Tribuna Juradera, “Blasón del señorío de Viscaya”. Pero bien que le patearon las pelotas a los vascos el 26 de abril de 1937 a las tres y media de la tarde, y esa es lo verídico.
- Ni los gatos entraban en Guernica pero Philby entró. Miren si pesaba el espión a favor de los rojos. Así que vaya uno a saber la segunda vuelta de cada movimiento.- se confesó Geenen y empujó un trago quizá soñando hacerse millonario una vez que lo tumbaran a Allende, por una mina de berilo que existía en Atacama.
- El berilo es una piedra preciosa de un milloncito de años anterior a la esmeralda. Quizá yo entiendo más de minería que de voltear gobiernos - y se reía Geenen como si todos aprobaran su risa, sin suponer que Blanes, gatunamente, intuye que al fin de los Cambios de Mando en Chile, al yanqui Geenen lo mandarían jubilado a Massachussets. Es que de otro modo, su Memoria Anticipada no guardaría mérito si no supiera que veinte años más tarde la calle Huérfamos de Santiago sería peatonal, y alguna mañana, en el centro de la animalidad bancaria, un acordeonista ciego la emprendería de tanguera quejumbre con “María” de Cátulo Castillo, en trepidante manera de cantar a lo polaco Goveneche, para iniciados en el rito tanguero. ¿Y qué podría hacer un porteño bien nacido -no Blanes, precisamente- recalado por el destino en esa parte del mapa? Quizá lagrimear livianamente, y caminar hacia un lustrabotas de servicio en esa vereda, birrete con estrellitas, cirquera réplica de miliciano montaraz, que le guiñaría un ojo fraterno enarbolando el cepillo ante los carabineros a miradas de puro macho, a guapeza de bota y uniforme según es costumbre entre los de bota y uniforme.
Pero la computadora de Blanes no era de perder el tiempo dictándole semejante episodio nostalgioso...

¿Y AMANDA, AQUELLA CHILENA RECORDABLE?

Ella escuchaba a Blanes conversar con los yankis, en los bares, a veces tan asustada. En verdad, le hormigueaban la preocupación unos hermanos involucrados en la Unidad Popular y una noche se lo comentaría, con lo divertido que era hablarle de esos asuntos en la cama “que ni a María Verónica le aguanto”. Porque labios húmedos y morados los de Amanda, gordota incansable en el coger deleitoso cuando él por entonces propone usar barba rubia y aquella noche del 11 de setiembre ella debe buscarlo y pesquisarlo, hembra con angustia llorona por la poco imaginada y luego resultó salvaje y segura matanza de Santiago de Chile. Y Blanes que no aparece, no era normal que él, Justiciero de la Libertad, se ocupara de andar protegiendo a dos ingenuos que se la pasaban gritando consignas en los sindicatos, cuando debía ya mismo en sorprender enemigos antes que traspasaran la frontera. Aunque claro, solidaridad histórica argentina chilena, a quienes eligieron escapar por la Cordillera o los difusos límites del sur, los gendarmes blanquicelestes los devolvieran prestamente; no fuera a que el Cóndor fuera solamente un pajarraco simbólico.
Amanda, chilena tibia boca gusto frambuesa dulce; pero sus dos hermanos que Blanes jamás conoció y mejor así, “que las buenas cogedoras siempre lloriquean favores”, a patadas en los huevos irían al Estadio Nacional a cantar sus himnos con Víctor Jara y demás delirantes de la Movilización Popular y otras supercherías. “Esos males que los carabineros curaron enseguida”.

- Hay personas imprescindibles en América Latina. Y Nosotros los Responsables, aseguramos que si alguien debe ocuparse de patear testículos y arrancar uñas hasta el aullido de la confesión, para eso nadie mejor que nuestros nacionalistas agentes nativos.

POR LA CALLE MORANDÉ AL PALACIO DE LA MONEDA

Con toda tranquilidad, Blanes atraviesa un pasillo alfombrado de la Casa de Gobierno y nadie lo detiene. Los guardias están ocupados en discutir en qué momento comenzaron las explosiones cuando el Presidente Allende termina de insultar al general Baeza, quien le pidió la renuncia por teléfono.
- Señores. -entra diciendo Blanes- les anuncio el capítulo final del presidente Allende y sus personajes secundarios...
Y nadie contesta entre esos hombres extrañamente ataviados de traje y corhata para iniciar en serio la pelea; “desafío civilistas de unos malparidos que evitan fotografiarse junto a los de uniforme”.
- Entonces señores, -esta vez ya grita Blanes- también les anuncio que al mismo carajo se irán todos lo. dibujitos de esta historieta. Al carajo se irán igual los carabineros que eligieron no defender la investidura del Presidente como los tres o cuatro que harán lo contrario. Es que los ocupadores de La Moneda mandoneados por el coronel Palacios; los Ministros que fueron y que serán; los alcahuetes baratos de la Oficina que vengan a besarme las pelotas, a mí a Blanes; los que seguirán disparando contra el cuerpo enfriado de Allende y quienes volverán a sentarlo bien muerto en el sillón presidencial, con casco y atributos de mando; los que hoy cruzarán la vereda; sepan que ninguno evitará irse a la mierda porque Los Responsables que Mandan así lo decidieron.- grita Blanes imaginando que María Verónica apreciaría su exaltado discurso. Es que a él no se le modifican los hechos por destiempos, reflexiones ni sensualidades del idioma. Su proyección peliculera de la historia es cristalina y prolija; cada figura tiene su luz precisa y apenas el sonido le devuelve unas distorsiones gangosas. Blanes registra el mejor enfoque de instante preciso cuando Allende quiere salir por una puerta trasera de madera oscura que enmarca entero a ese hombre petisón que discurseaba huevonamente “liberar al pueblo de los vicio de la sociedad de consumo”.Que se dejara de joder el tipo ese, que Blanes lo observa caminar llevando en su mano derecha una ametralladora AK que le obsequiaran los cubanos, y calza un casco militar tapando sus anteojos de carey. De última no consiguió un casco minero para exhibir mejor su entereza y camina con la expresión de quien reconoce la dureza de una estampida sin control. Ni siquiera Blanes lo descubre furioso, y no luce su cara de tres años antes, al ser elegido Presidente y asumir el cargo sin aceptar “jurar” cumplir con el mandato sino que “prometiera” cumplirlo. Ahí algunos dudaron que fuera tan revolucionario y sí un buen liberal de la masonería, pero Blanes de eso, ni medio.
- Este fullero sabe que el terror es miedo a que nos descubran el miedo, y de puro huevón excede su disimulo. – le sigue dictando la compuaradora a Blanes. Y sí señores, repite él, el Presidente Allende monigotea cojudear entre temores cruzados que lo atenazan, vistiendo debajo de la chaqueta un pulover topo de cuello redondo y del bolsillo izquierdo le asoma un pañuelito de seda. Lindo blanco para acertarle- vocifera Blanes y mientras a su alrededor el resto sigue sin darle atención.

¿BUEN MODO DE MORIR SERA MIRANDO AL CIELO?

Salvador Allende ya terminó de hablar por radio. Esta vez no pudo engolosinarse con la arenga; reconoce su liquidación por el Poder y pretende salir de cuadro como alguien traicionado por la fatalidad. La onda radial se oyó intermitente y borrosa en la despedida al nombrar a los trabajadores, al general Schneider, al mencionar la Ley y la Constitución. Por ahí dijo “esta es la primera página de la historia” y agregó otra oración sin importancia.
- Y como no tuvo los cojones bien puestos para convocar al pueblo, ahora ya es tarde, mi viejo. Ya pasó su cuarto de hora, también a usted la televisión y las noticias del fútbol lo taparán de olvido...

En la película nadie se mueve con rapidez. Un guardaespaldas avanza unos metros adelante de Allende y le quita a Blanes su posición de tiro. El custodio quiere inmortalizarse en una foto que recorrerá el mundo y le resalta su cara transpirada; chinazo cuadrangular, de lejos lucía más retacón y ahora disimula estar cagado encima. Chileno fanfarrón, se pavonea con su corbata de burócrata y una metralleta colgando del hombro derecho. Blanes no le perdona “robar cámara” y en su memoria de un rato más tarde lo tranquiliza saber que ese tipo morirá al final del acto. Detrás vienen saliendo los amigos del Presidente.
- Camaradas del sangriento oro rojo de Moscú, llegó la hora de pagar la factura. Hoy a Santiago ha vuelto la felicidad, la noche en el barrio Las Condes y la avenida Providencia lucirá esplendorosa, democrática y de Nosotros. Esto será más patriótico que un temblor y la patriótica huelga de los camioneros- se divierte Blanes y rebusca el nombre del encargado de Prensa que se destaca en la escena. ¿Ese héroe barato se llama Augusto Olivares’? Aunque tal vez se llamara de otro modod ese flaco con pelo negro y bigote que sale detrás de Allende sobresaliendo en altura a los demás. El tipo parece herido y trae un gesto de bronca resignada; “aunque vos no seas ese comunista, igual todo acabó”; y disfruta Blanes el glorioso momento. Por instinto o en despedida Allende mira alrededor, en último gesto saluda al custodio con un “Viva Chile mierda” y subirá la mirada iguaI que si viera aproximarse un avión. Acaso fuera poco honroso y de mal aguero, - vaya uno a saber - morirse mirando al suelo y con la vista perdida en la incertidumbre de los propios zapatos. Y allí Blanes supuso tenerlo a buen tiro; en el Palacio de la Moneda, el 11 de setiembre de 1973.

ALOCUCION PARA PERROS Y BASTONES

Ese tipo Guevara que posa barbudo y fumando un habano, supo inventarse un centenar de historias. Las remeras con su figura no son casualidad; fueron idea del chiquilín ese cuando estudiaba medicina con mucha vocación de alborotador profesional y aún solamente era Ernesto Guevara...
A Blanes esa película le transcurre en Buenos Aires por los primeros años del cincuenta, y los ruidosos quilombos de la Federación Universitaria ocupaban a la policía. Proyección desprolija: hay un personaje trepado a la reja del subterráneo sobre la calle Córdoba, camisa afuera del pantalón y agitando a los estudiantes de la Facultad de Ciencias Económicas. El Gobierno Peronista cumplía su libreto de meta palo y a la bolsa, “aunque de haber pegado en serio muchos no hubieran contado el cuento”. La patota de estudiantes alborota por la calle Córdoba; nuevo tumulto zurdo y la infantería policial controla desde la vereda de enfrente. Garrotes largos y un trío de perros. Miran los de uniforme saliéndose de la vaina y sangre ardiente por arremeter de una vez a esa mocosada de mierda que se niega a pronunciar la palabra “compañero”. Y haciendo equilibrio encaramado a la reja más alta ese guacho asmático, aún sin barba ni foto con el habano, pendejo muy pendejo calentando a la gente con un discurso afónico, niño bien gritando hasta llegarle de nuevo el ahogo, pulmones achacados, declarado inservible para jugar al rugby. Ahí mismo tendrían que haberlo enchufado un balazo en la nuca, final sin pena ni gloria antes de tanta odisea del “ Campeón de los Guerrilleros”. “/Qué tanto arrepentirse luego por las aventuras del Che Guevara/. Nos pasó por pelotudos” – difundió la computadora de la Oficina.

CONVOCATORIA DEL AROMA

Al afeitarse Blanes convoca invenciones históricas y un antiguo olor a crema jabonosa. Aunque se rasure con máquina eléctrica le vuelve el perfume dulzón de cuando adolescente, memoria de los olores, resguardo de una ignota neurona inagotable. Prodigio de un mecanismo innaccesible. “Tu voz fue mi primer olvido pero guardo el olor de tu piel, nena”, no es sólo oración bobalicona de teleteatro; detrás hay voces y aromas, bula en laafeitada mañanera y despotismo de un enigma constante. Misterio del recuerdo de los olores, enigma formidable pero inadvertido de tan exageradamente familiar.
Y sin entender porqué lo acosaban esas novedosas ideas, Blanes no puede apartarse de la última tarde con María Verónica, cuando oyera una advertencia que no correspondía entre ellos dos; los amores vespertinos se pactan en acuerdos sin palabras, complicidad y secreto de miradas.

-A veces no entiendo algunas cosas, nena.-
- De puro ingenuo no entendés que aquí nadie es fanático de la lealtad.-
- Eso ya lo dijiste..
- Entonces, si mañana o pasado te mandan con un cargamento muy caro en alguna sagrada misión oficial, cuando alguien te apoye un revólver en la cabeza no te hagas el héroe. Este negocio es igual a la política: al fin nadie sabe para quién trabaja.
- Te agradezco el consejo, pero no sé de qué estás hablando. Y de cualquier manera, no .soy tan boludo. Cuando me toca perder y me apuran de pólvora y calibre, pierdo.
- Olvidate del asunto, pero cuídate hijo mío, que nadie muere de amor en Disneylandia. Y si desde chico tanto te interesa la historia, que te sirva para algo, mi amor.-
- Te haré caso y seré bueno, mamá Verónica.

Ese trato con su esposa no se lo había ordenado el Señor Minstro del Interior, pero le encomendó llegar temprano esa mañana y con ganas de manejar. Y él no debe acomplejarse con dilemas infantiles como eso de los olores y las extrañas advertencias de María Verónica. Si algo no se comprende se desecha, a pesar que ganas de manejar significa un raid kilométrico transportando casi ciento cincuenta kilos; así que a vestirse con vaquero y camperón mientras en el noticioso matinal un periodista justifica el extravío de algunos expedientes judiciales y “que las críticas al Presidente atentan contra los valores tradicionales de la Patria”. El tipo habla de un sangriento avispero que Blanes, mientras termina de arreglarse para salir supone como una comedia con poco argumento: intrigas nocturnas, amenazas, jueces, sobornos, subordinacion de paises a un negocio ilegal que de tan provechoso al Poder, ni parece ilegal...
Y la cirugía que le hiciera el Doctor Ferguson para anticiparle la memoria fue tan sobresaliente, que Blanes a veces alcanza a comprender esa filmación deformada que el Poder exhibe si le conviene, tiene ganas; o se le cantan las pelotas al mismo.

LAS MISIONES OFICIALES SON SAGRADAS

. Te viniste vestido de picnic, Blanes - lo incinera el Ministro al entregarle las llaves de un auto. Hay una camioneta azul estacionada enfrente - prosigue. ¿Conocés Rosario del Tala? Llegás un poco antes que salga el ómnibus de vuelta, estacionás la camioneta enfrente de la comisaría y lo demás es de otra gente. Borrate sin que te vean. Chau

Al guardarse las llaves de contacto, Blanes malició algo de lo conversado con María Verónica. Ya era tiempo de negociar el cargamento que desapareciera de un Juzgado en Banfield y que estaría protegido bajo tres candados en algún sótano del Departamento de Policía. Después algunos criticaban la eficacia del Gobierno. Un malentendido judicial tan reciente y ya salimos en busca de un mercado lejano de Buenos Aires. La Reina del Plata
- ¿Tenés alguna duda, Blanes?
- Ninguna, jefe, pero de paso voy a visitar mi pueblo. Me queda cerca.
- Chau, buen viaje - cerró el Ministro guiñando un ojo.

¡Qué simpático! De no haber sido porque últimamente él vislumbraba algo jodido, se hubiera sentido honrado por la cordialidad del señor Ministro, responsable de la seguridad interior de la Nación, y alguna otra minucia.

¿GAITAN CONTROLARÍA LA PRODUCCION COLOMBIANA?

Con el camino despejado, Blanes pronto dejaría la camioneta y alcanzaría el micro del atardecer. No quiere mezclarse en cuestiones que no entiende bien y prefiere hacer sólo su trabajo, porque la Oficina puede cometer errores, pero sin la roñosa interna política de Buenos Aires todo sería más previsible en su vida.
Linda época del año, la arboleda bate la fugaz neblina que se recoge en un montecito, trajinan los pájaros picoteando las plantaciones y la luz señorea por sobre los colores. Blanes disfruta su viaje como si no acarreara ningún pasado conflicto, cierto o inventado, y él jamás hubiera actuado triunfalmente en hechos resonantes, con barba negra o cabellera rubia, según le hubiera indicado la Oficina ¿ Y si ese ayer nunca existió, sería pura imaginación que por abril del ’48, él mismo, Blanes, se le acercó al Jega Gaitán, en la carrera Séptima de Bogotá, y lo liquidó?

No cualquier principiante podría atribuírse el haber baleado a Jorge Eliecer Gaitán en la vereda de su oficina y tan cerca de la plaza Bolívar, a doscientos metros. En Colombia el fulano ese era un líder peligroso, abogado discurseador creciendo en la simpatía de los militares y complicando el tablero con tanto gentío en las manifestaciones. Blanes recibió la orden y nada de preguntarse si convenía o no; debía eliminarlo a la una de la tarde del 9 de abril de 1948 y perderse en la multitud. Después, toda la gente de la ciudad salió a la calle en quince minutos y entonces fue el Bogotazo. Destrozar vidrieras, ocupar los edificios sin llevar armas, muchachada atacando a mano limpia y pura turba desencajada, aparición inesperada de especialistas en pregonar la Revolución que siempre es prometer la igualdad y la justicia de una vez por todas. También muchos optimistas creyeron llegada la hora y se mostraron pajaritos a ser cazados uno por uno.¿Y el tipo aquél, Roa, a quien la gente enloquecida creyó el asesino?... El Bogotazo, buen trabajo, ese Gaitán era un indio refinado y la Oficina procedió, aunque después hubo algunas quejas porque en el interior de Colombia los revoltosos le degollaron la familia a tres o cuatro hacendados de mucho prestigio. Y lo hicieron sin consecuencias, por joder y nada más.

¿ERA BUENA IDEA VISITAR SU PUEBLO?

Si lo mejor que podía sucederle era presenciar de nuevo el barullo de un sábado a la noche en el bar de la estación, repitiéndose expresiones y rostros en las mismas situaciones; nada para recordar. Pero como cualquier bicho viviente él quería su motivo para juntarse en algún sitio. Y a pesar que estos asuntos Blanes no los comprendía muy bien, en los mostradores de su pueblo también se agrandaban las recordaciones; a puro transcurso de años y ausencia de hechos con algo original que mereciera ser contado, el pasado se iba cargando de novedades. Mantenerse vivos consistía en lograr engancharse a un suceso que igualara a todos y los hiciera sentir girando dentro de una cápsula más o menos común. Las inundaciones del ochenta; la pelea contra el pueblo vecino al desbordarse el arroyo, menos grave que el odio en los partidos de la Liga Regional; fraude en las elecciones de mil novecientos noventa, cuando en una mesa electoral los oficialistas contaron más boletas que votantes, incluídos unos muertos que entraron al comicio varias veces. Como si para trampear la voluntad fuera necesario hacer esas tontería, a fin del siglo veinte, qué verguenza. O la extraña muerte del cartero Villalba, que un mediodía luego de terminar el reparto cruzaba la plaza con su valijón de cuero vacío y nadie pudo ver de dónde le llegó el escopetazo de Itaka que lo despedazó. Algún borracho se animó a calumniar que le dispararon de la misma comisaría y al principio también se dijo que Villalba andaba repartiendo unos panfletos comunistas, y aunque no era época de acusar con esas cosas, nadie lo lamentó: Villalba era un tipo que si alguien le caía mal podía morirse esperando una carta, porque era un hijo de puta capaz de quemar correspondencia en el fondo de la casa. Estuvo bien hecho lo del escopetazo. Villalba tenía una mujer espectacular, profesora de gimnasia y diestra en danza modeladora, que le metía ratones en la cabeza al machaje del pueblo. La mujer se embutía dentro de unos vaqueros apretados de resaltar la pelvis, y todos los veranos reducía su traje de baño en la pileta del Club Social, pies desnudos y dorados en sus sandalias abiertas. El cartero y su mujer habían llegado casados al pueblo y se rumoreaba que ella fue bailarina en Buenos Aires, así que a los tres meses que mataron a Villalba y nunca se aclaró, a ella la vieron irse del pueblo en el mismo ómnibus que tomó el oficial Salinas cuando le dieron el traslado.

Lindo pueblo; en realidad, pueblo de mierda cuando a él comenzaron a perseguirlo con estupideces descolgadas en cualquier momento y alusiones a eso que nadie podía saber, qué tanta joda, de Edna la ecuyére que años atrás acampara con el circo en la salida de las arboledas, cerca de la ruta. Manga de chismosos provincianos, diría María Verónica, si supieran que ahora él es Blanes, el hombre clave de la Oficina, nadie hubiera abierto la boca.

VIAJE AL PAIS DE LOS MATREROS

Ni bien Blanes cruzó a Entre Ríos se detuvo a cargar combustible. Llegaría en hora y dejando la llave bajo la alfombra de la camioneta y subiría al colectivo de la tarde. ¿, Eso le contrariaba la disciplina y podía entreverarle los afecto.s’? Aunque según María Verónica, los seres vivos no debían privarse de ningún placer inocente.
Al reanudar la marcha vio por el espejo retrovisor a dos camiones del ejército. Anticipación de Memoria de golpe desconectada ante esa veloz imagen de verse encerrado en su línea de circulación. Imprevisto volantazo, precipitación de chofer primerizo y en menos de cinco segundos el temerario Blanes detenido en la banquina. Con la naturalidad de alguien muy entrenado uno de uniforme le apoyó una pistola en la cabeza y con la mirada le anunció la decisión de gatillo inmediato. Así que Blanes, ambas manitos sobre el volante según aconsejan la Biblia, el Corán y María Verónica, y a dialogar con el adversario.
- ¿Qué traés en la caja, Blanes? - le habló el tipo con insignias de Mayor y sin aflojar el arma.
- Vos ya lo sabés – dijo casi hidalgamente.
- ¿Cuántos kilos?
- Creo que ciento cincuenta. No los pesé.
- Bajá sin hacerte el vivo y te volvés a Buenos Aires con la boca cerrada. Avisale al Ministro que en esta provincia el negocio es nuestro y mandalo a la concha de su madre. No te olvidés Blanes, de parte del mayor Chaves, ese saludo para su mamá.
- Faltaría más, los saludos serán dados; pero Mayor, si me voy caminando voy a tardar mucho.- sonriente requiebro canchero de Blanes para que lo devolvieran a Buenos Aires con cierta decoro.

“Necesidad operativa de la fuerza terrestre en obtener un vehículo: tres minutos”, calculó Blanes al ascender en un auto último modelo y echar el camperón entre sus piernas. Y gracias a la camaradería de los hombres de armas, viajó de regreso durmiéndose y desoyendo al hombre que manejaba.
- Con los militares en el gobierno se vive más tranquilo, ¿qué quiere que le diga? -insistió el tipo.
- Y, no me diga nada - bostezó Blanes mirando el cielo.
De pronto el día empezaba a descomponerse y no tardaría en largarse la lluvia. Mejor así; acaso pudiera verse con María Verónica fuera de programa y del episodio, ni media palabra a nadie.

Y LOS AUTOS CIRCULAN POR LA CALLE MOJADA

Llueve desde hace un buen rato y en el cuarto piso María Verónica y Blanes dejaron de ser invisibles. Se adhieren, juntan, enlazan, penetran, vuelan en vuelo blanco y se derrumban deleitosamente. Unico cuerpo de boca buscadora, territorios de incendio, incitación de un oculto juego misterioso. Recóndita piel, inusitada tersura de nuevo novedosa y en el estallido, mirarse en el hueco más íntimo de los ojos.
Y en esta hora que nos toca vivir no haremos nada. Asueto de cualquier duda en este disfrutar del apareo. Nos rozaremos, acostados, sin palabras, desnudos, naturalmente. Naturalmente desnudos. Y si la tarde llueve también casi al descuido, un presentir los autos en la calle, imaginar ese rostro que lleva en andas de lluvia la premura, suponer que por la ciudad enciende linternas el crepúsculo y también que alguien muere de amor si alguien no llega. En esta habitación vos y yo no haremos nada, tan sólo imaginarnos, buena tarea de dos en soledad si afuera llueve. Supongamos tu vestido en la silla, presintiendo su cuerpo adherido a mi forma y nuestras bocas puertos de más anunciaciones. Que esa luz indecisa se apaga en el rincón y nos abrazamo.s tenso.s de un miedo inconfesable. Gime el aire aguachento al sur de la ventana y mis ojos, tus ojo.s, .son de paisaje adentro. No hay porqué postergarnos, en esta hora ya no haremos nada. Ambos estamos solos y afuera llueve, no .se mueren los pájaros aterido.s de muerte y remansan lo.s navíos de labios buscadores. Tal vez é.ste sea el sitio de inventar una nueva ternura y encender nuestra hoguera con besos renovales. Sin preguntarnos palabras ni dónde se oculta el corazón de este imprescindible encuentro., y aguardar que la lluvia nos obligue a quedarnos...
- ¿,Vas conociendo las reglas de este juego?
- De a poco. Nadie debe oponerse a Disneylandia y las órdenes se cumplen en silencio. Además aprendí que en la cama siempre se repite las conversaciones.
- Sí, aquí ninguno es fanático de la verdad, se hace lo que conviene y apenas lo que corresponde. No te olvides.
- Te digo nena, eso idea me confunde un poco.
- Aquí cualquier estúpido quiere ser recordado como gigante y hermoso. aunque se caiga el mundo.
- Me cuesta entender esas cosas.-
- Debieran informarte lo de Juan Moreira.-

Y por decisión de Nosotros, la computadora también puede confundir los mensajes a Blanes.

EL 30 DE ABRIL DE 1974, MOREIRA GO HOME

- Vea don, esa mujer que usted conoce se 1o puede decir, porque reviviendo bien 1a historia real y no las apariencias, en el fondo estas cuestones vienen siendo similares. Y la María Verónica bien sabe que las raíces y los mandatos del matar y el morir son iguales, antes y ahora. Si no, ¿quién explica tanta matanza individual o las masacres de comarcas enteras: trágica averiguación de la especie por conocer quién manda en el grupo y vocación subir peldaños en la escala?
Imagínese usted la muerte del Juan Moreira; cuánta fantasía encendida más tanta eontradiccón y claroscuros del debate por ese personaje con mucho de realidad, porque existir, existió, y tanto o más de recreación literaria agrandada en las noches de reuniones en los ranchos, a puro mate y fogón. Y que yo, actor en esa muerte desde bien adentro, hoy pueda darle fe del sucedido Sin sensiblerías ni conclusiones de improvi.so, nadie mejor que yo puede describir aquella escena, repetida antes y más tarde, pertinaz reflejo de anteriores y venideras versiones que ninguno puede relatarle con más veracidad que yo, mi amigo... Debo decirle que no fue una buena muerte, si respetamos que el gaucho supo ser bárbaro de acampar al raso, armarse un fuego de cualquier manera, olisquear el asado crepitando en la desolada noche y sin ninguna compañía, meter vino entre pecho y espalda. Muñeco de la lejanía, capaz de combatir a caballo si el apuro así le aconsejaba; galopeador jinete entre trabucazos y lanzadas; sin embargo también, varón de pelear mano a mano y matar de cerca, mirando a los ojos y asustado hasta los ijares como cualquier mortal. Así que uno de esta catadura o linaje; llámelo como quiera; por abril de 1874 era buscado en los almacenes y paraderos de esa inmensidad de incipientes alambradas parcelando tanta tierra sin dueño. “Edad, cuarenta y seis a cuarenta y ocho año, estatura regular, color blanco colorado y picado de viruela, religión católica, vago y mal entretenido. Señas particulares: un balazo en la boca y herida en una mano recibida por la misma fecha”. Sin apenas una palabra que atestiguara “matador caído en desgracia por lenguaraz..”. El hombre había infringido el código y de pronto era perseguido sin ánimo nuestro de avistarlo, si necesitamos juntarnos una docena para salir al campo cuando nos anoticiaron que el fugitivo sosegaba en una casa de putas por las afueras del pueblo. Igual que si la realidad se empeñara en copiar la literatura, los de esa estirpe o catadura: llámelos como quiera: siempre se enredan en las suaves enaguas de las hembras de burdel. Y también a veces con alguna puta fina; una variante que la Oficina no aprueba de buen tono; usted lo sabe y se hace el distraído, Blanes.

La empresa de perseguir al gaucho matrero empezó al mediodía; los tres o cuatro responsables de proteger la decencia en el pueblo, nos aprontábamos a comer y llegó el encargue. La noche anterior había caído una helada de pelarse, muy prematura si recién despuntaba la mitad del otoño, fin de abril, y en la cuneta del caminito al Café Pompadour aún brillaban los cristalitos de la escarcha. Buena señal si se pretende un invierno llovedor... Sí, entendió bien, le dije Cafe Pompadour; es que ya nos venía de antes nuestra pretensión de extranjeros... Bueno, al comenzar la marcha éramos seis del pueblo y otros seis supieron llegar de Saladillo; un piquete del teniente Bertoni o Bertón, con cinco soldados montados sin entusiasmo, mirándose a ojeadas y contraseñas de bocaza grosera entre rebencazos y alguna costalada de los animales, como jugando. De verdad perdimos un buen rato rodeando el Pompadour, un portal grande medio celestón y paredes blanqueadas a la cal, hasta las traseras que limitaban con la pampa. Casa de putas en mitad de la lianura y adentro ni un murmullo; doble silencio del lugar adonde jamás ha sucedido nada, tan sólo el temor del viento agrupando en la sala grande a contarse cuitas y numeraciones del destino, a las mujeres que sabían emperifollarse al anochecer y Cata, la encargada, sargentona con rostro de predecir desgracias y un revólver Colt famoso de ser guardado debajo de sus faldas. No avistamos nada; todo fue apearse y volver a montar, sin una pelusita siquiera del célebre matador a quien nadie en la partida ya mencionaba, y quizá los cinco de Saladillo ni se animaban a imaginarlo, tanto se respetaba el miedo de nombrar su nombre. Así que a paso menos voluntarioso trotamos al Café de la Estrella, cortando medio camino por un potrero que nos llevó derecho, sofrenando en unos charquitos de la parte baja. Entonces sin rodeos, los cinco del pueblo y los dos tenientes nos adentramos en el primer cuarto y levantamos a ese Andrada; Juan o Julián, no me acuerdo; amigo inseparable de Moreira que ni se retobó y solamente pidio por la mujer, que no se movió de la cama y nos miró de mala manera. Lindo arrebato de ser una dama en aquella desolación de ecos devorados, esclavizante y castigadora de infinitud.
Ahora veo clarito el facón cabo de plata de Andrada, relumbrando cuando uno de nosotros. creo que Larcen, lo mira como si lo midiea al contraluz que entra en la habitación. Nadie vuelve a decir palabra, silencio de las premonlciones y re.oger hasta las miradas al ir a voltear la siguiente puerta antes que nos aflojara el coraje.
La primelra perdigonadas que llovió de adentro acertó en una rodilla del teniente Varela. El hombre nos aguardaba despierto y ahora verán si me llevan, bellaqueó, dejándose ver recién después que recargara el trabuco. Al enterade que así lod recibíría Moreira los cinco milicos de Saladillo huyeron a desbandada y alguno de ellos hasta carcajeasndo. No habían terciado señas para salir al galope, misterio de las inconfesables hermandades, burlona revancha de quienes nunca deciden contra el Poder que siempre ejercen los pícaros, o el miedo nada más, vaya uno a saber, pero los paisanos aquellos bien que talonearon las verijas de sus pingos y huyeron de galope. Y vea Blanes, develar el enigma de las admiraciones entre los peones de la tierra nos explicaría ciertas desgracias del pobrerío, pero de precavidos quizá los cinco de Saladillo se perdieron la pelea para prender al fugitivo Juan Moreira... Siguió una tarea cargada de insultos y alguna parlamentación pesimista y de pronto fuimos siete contra Moreira; esta vez sin cota de malla donde le rebotaban las puñaladas, como se decía, pero igual el hombre embistiendo al bulto; -este hachazo que tengo en la zurda me viene de ahí- y hoy, luego de un siglo y medio de aquella pelea, ni vale vanaglriarse, tan sórdida y despareja que resultó una parodia sin valor ni hombría... Hasta que por allí ese milico municipal de nombre italiano, un tal Chirino que jamás figuró en ningún acta y terminó mureidno por el barrio de Mataderos, en Buenos Aires, le ensartó al Moreira un bayonetazo cuando ya el hombre no se sostenía sobre una tapia, tan malherido venía. Pero lo mismo encaró de nuevo en contra mío y del sargento Isla, metiendo terror en el último embate, arremetida llorosa resignando un furor de fiera traicionada y esa boqueada de sangre encharcando uno de los pasillos de la casa. Después lo de costumbre: redactar un informe, pedir permiso al Cura del pueblo para tirar los huesos en el camposanto y por un tiempo entretenerse con la leyenda de la corajeada imbécil...
Esto sucedió, -o sucederá cuando le digo, por abril del ‘74- pero María Verónica esa mujer cercana del Poder le dirá que la certeza de las fechas y los nombres, al fin son de menor importancia; y muy insignificante resulta cualquier dato si los contadores de la historia vivimos tan anticipados...
Como le digo Blanes, a ese Moreira se le perdonaron muchas malandanzas menos pero menos que anduviera por los boliches divulgando quienes eran sus “sponsors” .

TANGATA CON ECUYERE DE PELO AMARILLO.

Blanes, tal vez no te parezca imprescindible conocer algunas cosas... -comenzaba así una prevención de la computadora- pero como estás designado a tareas en el sur del mapa y ahí necesitamos animalitos como vos, es bueno que entiendas algo. Nada de hembras de clase alta ni deleitarse con la buena mesa y las reuniones elegantes, Blanes; acercate al vino común y a la cerveza barata, siempre...
Y Blanes masca su podredumbre de reconocerse y estimarse sólo en sus delirios de toda vida, como Agente de la Inteligencia Internacinal y entreveros balaceros. Una vez supo que la matanza siempre es la misma pero desechaba distraerse con esa turbia filosofía arrabalera de amargados sin excusa.
- Dejate crecer la sonrisa y aplastate el pelo, así te parecés a Gardel, -lo insultaba habitualmente el Ministro pero él tomaba distancia recordando una frase de valor universal sentenciada por algún viejo de su pueblo: “si un tipo te jode mucho, cogele la mujer; si ella lo merece”.

Blanes acomoda su solitaria mesa para comer algo y en la calle a Buenos Aires le crece la sombra. Y si él no desenfunda la computadora, colgada en el ropero igual que una guitarra, proseguirá reinventando su ayer y los destiempos del aburrimiento; pobre perro que perdió el camión de la mudanza y mira sin ver. Tal vez en ese perseguir antiguas maneras familiares Blanes se enreda con su adolescencia en añs del setenta, cuando aquel resentido pueblito de provincia entró en el itinerario de un circo que luchaba contra su propio desgarro, carromato atemporal y decadente, y Edna, la pálida ecuyere que lo llevó hasta su catre y al rato debió consolarlo con acento eslavo. “Ya podrás hacerlo, nene, no es nada, no te pongas nervioso”. Instante ponzoñoso, imborrable; una mujer lejana descubriéndole el miedo a desvestirse, perpetua diapositiva jodiéndole la vida, bronca de ciertas memoraciones y tenaz arenilla en la garganta cada tanto...
- Che Blanes, ¿seguís enamorado de la rubia del circo? ¿No estarás caliente con el caballo, vos?
!Morirse por una cirquera que daba saltitos en el lomo de un caballo alazán, Blanes! Turra iniciación en el juego de las desnudeces, anticipación de la memoria, adrenalina de pibe de dieciocho años que “no puede” y que solloza apretado contra el pecho de una atleta de pelo amarillo. Aquella ecuyére que tristeaba sus primeras flacideces mirando al techo de chapón acanalado, ojos que tan lejos se fueron una mañana, Blanes...
El pueblo hasta tenía ruta a otra provincia pero nada en común con el penetrante paisaje callejero de la ciudad, postal de tanguera difusión que desde abajo le manda Buenos Aires. Por favor, -quisiera pensar Blanes pero no le da- contemplar el anochecer igual que un cualunque principiante en ejercicio de su soledad. Que se vaya a la mierda Edna y su recordación; afuera los paisajes con chicos ahogándose en las inundaciones y recién nacidos degollados de antemano por la tuberculosis. Déjenme de joder con los posters humanitarios publicitando el sida, la lluvia ácida, que cada hora se agranda el agujero de ozono y que el mundo se va a inundar; hablemos de fútbol hasta el cansancio y no dejemos que los Desaparecidos se salgan con la suya.
¿,En verdad, Blanes había galopado la tarde de solazo caliente, pingo zaino en una calle polvorienta? ¿Se convocó en la plaza pueblera a medir los eontoneos de las pocas muchachas del caserío; hembritas que miraban de regalo, al desgaire, a cuenta de futuras aproximaciones si no lograban huir a ciudades verdaderas? Tal vez; aunque para Blanes lo definitivo sería exagerar el vino de su comida solitaria.
- La chatura pueblerina se combate con ingenio.- ¿había ironizado María Verónica en alguna sesión de buena cama?.
- Mirá pibe, cualquier mujer puede anticiparte la memoria si uno piensa que “no podrá”.- era otra oración de algún viejo mujereigo. Entonces, qué tanto envenenarse la existencia.

AL BAR DE ABAJO LLEGARON LOS TUMULTOS

Frente aI bar de abajo la gente se aglomera en la vereda. Son muchos pretendientes; no todos pueden entrar a bailar, e1 lugar no alcanza, mañana tal vez si hay menos gente, no es posible vestidos de cualquier manera; no es para decir apartheid, desintegración, que los morochitos no son atrayentes, rozagantes, vistosos, pimpantes; no es anular la Revolución Francesa ni la Asamblea del año XIII, por qué insistir en entrar, no es cierto que la selección por apariencia es una manifestación gorila decadente y la muerte de las utopías en el siglo veintiuno;dejensé de joder, la casa se reserva el derecho de admisión, el delirio populista está muerto, ya molesta, está hecho mierda, es un guiñapo, harapo, molesto andrajo, un pingajo; a joder a otro con esos reclamos y en poco tiernpo sólo aceptaremos altos rubios de ojos claros y no digan ni medio de discriminación ni la santidad del Papa. Rajen de aquí basta de gritar apartheid, Revolución y

Derechos Humanos que los negros de mierda mal vestidos aquí no entran y se acabó. Apenas cruzarán la línea sus mujeres si son ebúrneas, pícaras, sagaces, astutas,piernas largas, traviesas y no se piquen ni se ofendan, irriten, contagien ni embaracen. Solamente sus mujeres entran aquí y ya dijimos, algunas, que a punto está algún guardaespaldas morochito de balacear a cualquier utópico que quiera entrar sin contraseña...
“Trabajo basura”, piensa Blanes al ver la escena desde el cuarto piso y lo interrumpió el timbre del teléfono
- ¿Blanes? Lo pesamos tres veces. Faltan diez kilos
- ¿Quién habla?
- No interesa quien habla. Vos conocés el juego – escuchó y colgaron. Blanes sintió tanta inquietud por el mensaje como por la firmeza de la voz. /Diez kilos/ Si él tan sólo se olvidó una bolsita en su departamento, ni medio gramo. O kilo. Má sí...

NOSOTROS CUIDAMOS DE LAS PALABRAS

Ya que el uso irresponsable deriva a riveras de confusión, debe saberse que las palabras no siempre son categóricas ni rotundas, de significado inmodificable y preciso, y según la voluntad del dicente, frases y palabras pueden ser espejismos de consternación y espanto, o también rutas del hastío y el consancio.-
- Las palabras son rastros inexactos y estrechos, apenas una preparación a la verdad; y nunca pueden convertirse en propiedad de los réprobos y temerarios que practican el oficio de la ofuscación.
- Esto viene a cuento porque algunos alumnos universitarios se divierten leyendo un panfleto insultante “Los jueces y funcionarios deben ser naturalmente perversos y deshonrados. De otra manera no podrían cohabitar ni casarse con esas mujeres corrompidas al punto de acostarse con jueces y funcionarios”.
- Así que Nosotros los Responsables le recordamos vivamente al Señor Ministro del Interior su obligación de oír, detectar y anular de inmediato las palabras inconformes. ¿Nos escuchó?

NADIE DEBE OPONERSE A DISNEYLANDIA

Ha llovido todo el día y la pequeña estación ferroviaria está desolada. La humedad envuelve el aire en su roña aguachenta y lame los escalones desgastados por donde Blanes entró y salió del lugar un par de veces. / Qué lo parió al Ministro, ordenarle “si no lo hacés hoy no vuelvas por aquí, compañero”. ¿Y al informarle la expropiación del cargamento que le hicieran el mayor Chávez y sus amigos? !Qué problema, ayer habían vuelto a matonearlo por teléfono!
Al anochecer, ese paradero de trenes se vuelve dormidero de perros sanguinolientos, sirvientitas que vienen a coger de apuro contra la parecita del íondo y linyeras a quienes la vida les importa un carajo. Y Blanes, sin nadie que lo viera, se aburre sentado en el único banco del andén. El farol ilumina apenas; “en estas fotografías tristes se inspiran los enemigos de la Buena Vida para decir estupideces”, un pensamiento impropio le entró y salió del cerebro sin ulterioridades.
Blanes aguarda a un tipo joven que arribará casi a medianoche. La cerrazón es un castigo en esa estación alejada de la ciudad y él no tiene otra alternativa que aguantarse y esperar; realizar su tarea limpiamente, según acostumbra, y volverse a la civilización manejando una hora su auto, sin que nada se conmueva en el Universo. En la ruta ya tenía previsto un restaurant donde mandarse su buena botella de vino con etiqueta marrón. /Qué noche podrida/ ¿También debía hacer esto, gato y sigilo con semejante tiempo? Buena ocurrencia la del señor Ministro, con seguridad abrigado con su mujer y mirando la televisión. Mejor así: nada de llantos, recriminaciones, no quejarse por cuernos más o menos ni enloquecerse por algún gramo faltante entre cargas y descargas. Salvo que fueran diez kilos...
El fulano que Blanes espera vuelve solo todas las noches. Baja del tren y sube por la calle lateral entre la vía y el campo de fútbol; y últimamente anduvo oponiéndose a que se realicen “Concursos de Belleza y Torneos para Gente Elegante”. Una enormidad tan grande como repartir ese panfleto que hizo reir tanto a María Verónica por eso de las mujeres corrompidas al convivir con jueces y funcionarios.
En el paradero ferroviario no suele bajar nadie y Blanes percibe el pulso rumoroso de un motor. Se acerca una locomotora que pierde intensidad y él se compone el impermeable, calzando su puño derecho en el bolsillo. La Oficina no invierte en alguien que dude; aunque luego deberá averiguar si estos trabajos con los estudiantes no serán asuntos particulares del Ministro. ¿Servicios especiales al mismo precio?.
El tren detuvo su marcha y suenan pasos en el andén. Al moverse de nuevo el coche motor un muchacho aparece de cuerpo entero; diarios y un libro debajo del brazo, se detiene a levantarse el gabán antes de salir a la llovizna. Ni bien camine la callecita con la cabeza hundida en los hombros, Blanes lo seguirá: más sencillo que matar una mosca.
Ultimamente las cosas no resultaban bien para el muchacho. Creía que en su trabajo la moda era callarse la boca y en la Facultad donde estudiaba se discutía poco y nada. Sentirse bien consistía en creerse propias las maravillas que le sucedían a los demás; y era obligatorio sentirse bien. Los pasos que percutían detrás de él no eran lejanos ni montados en las vías; noches y noches había intuído a Blanes acercándose en un silencio tenebroso. Con diecinueve años ya es bastante grandecito para asustarse, pero no lo divierte saber que bajo esa llovizna “se ganó el premio mayor” y no continuará. Quedan tres o dos años para llegar al dos mil y las reglas son claras, le han informado con afiches y televisión. Pero él no se resigna. A estallidos de luz, una bruma acuosa remolinea sobre la cancha de fútbol. En el final de la calle, tras ese angosto pasadizo de brea irregular, se ilumina una hilera de casas bajas. Una era la suya, tan cerca. Aún el viejo estaría despierto y hablarían un rato de política, qué lástima. Un charquito le reflejó una figura detrás suyo y Blanes sólo le dio tiempo para oir el disparo.

POR ENERO DEL 61, LUMUMBA ERA UN NEGRO MALEDUCADO

No hay mayor depredador de las buenas costumbres que un negro intelectualizado. Los intelectuales blancos no son peligrosos; si comen todos los días suelen comportarse correctamente y apenas cada año arriesgan una declaración ética para que los demás sospechen alguna intriga en las entretelas del Poder, y nada más. Pero Patrice Lumumba es un pesnador de alto riesgo, - le anotició la computadora a Blanes – y eso de hablar en francés y haber cursado en universidades de Europa no le cambiaron su condición de negro y continúa siendo el mismo patotero de cuando era pibe. Un maleducado capaz de ofender al mismo rey Balduino, flor de monarca, gente bien que siempre supo ser un caballero. Es que hablando un ratito con Lumumba cualquiera se aburre con el Cuento de Hadas de la Unidad Africana, de La Independencia del Congo y Libertades de la Puta Madre para captar a los Simios Analfabetos.
Blanes piensa sobre Lumumba y maneja su jeep amarillo. cerca de Elisabethville. Su barba de dos semanas le armoniza con su melena rojiza que sujeta con la vincha de American Express; pantalón caki por la rodilla y zapatones de artesanía italiana, doble suela y caña de becerro al tobillo. María Verónica ni lo reconocería. Vestido presentable y de acuerdo a esa circunstancia, según estila un hombre de honor, Blanes driblea por el camino a Mutshashata, donde el Gran Jefe de Katanga y el G!ngo, Moishe Tshombé, guarda en inviolable celda a Patrice Lumumha. Personaje riesgoso de la unificación y libertad africana, maléfico hechicero de una banda de salvajes malparidos que pelean contra el rey Ba1duino y Los que Mandan por encima de estc flor de monarca... El negro Lumumba desafía y desafía, como si en la Oficina nadie imaginara que después vendrá a nacionalización de los mineralcs, la igua1dad entre blancos y negros o alguna atrocidad parecida para retornar a la se1va. /Hahráse visto negro más sinverguenza/ Y si nadie organiza una buena pelea entre estos africanos atorrantes, ésta terminará siendo una novela de nmunca terminar...
Tamhién conoce Blanes que 1iquidar a Lumumha en esta espesura pantanosa, de tarzanes gritones y monos blancos con el culo al aire es mas fácil que robarle monedas a un ciego: y antes de calcinarse las pelotas en el Congo promoviendo peleas triba1es, él se sentiría mejor metiéndole bala a los barhudos cubanos que traicionaron al mundo occidcntal y cristiano. Porque si 1a invasión a Cuba y la muerte de Lumumha suceden más o menos por la misma época. es una lástima perderse la excursion a Bahía de 1os Cochinos; pero si la Oficina lo destinó al Congo. él ahí dehe actuar, piensa. No se puede estar en misa y repicando. Y al Che Guevara ya lo cruzará en Vallegrande, que ese episodio lo presiente como si lo estuviera viendo en televisión. Este Blanes... Y piensa qué calor, en Buenos Aires al menos se respira si cada tanto levanta un vientito, pero en el Congo las tropillas de murciélagos y vampiros no dejan dormir, no hay un miserable cine con refrigeración y los mosquitos son de tamaño cóndor. Una joda para morirse en semejante selva, donde el mes de enero es igual a setiembre, cuando Lumumba se les fugó de Leopoldville. Albertville, Elisabethville; recién se daba cuenta Blanes de cuántos “villes” con nombre de la realeza belga y estos animales que preferían seguir siendo negros africanos. No saben lo que se pierden...
En el asiento derecho del jeep, Blanes lleva una ametralladora Fal, joya de la ingeniería belga; liviana, de repetición y tiro a tiro, macanuda por si de la espesura surge algún zulú con un hueso de pollo atravesado en la nariz. Blanes controla los detalles del safari y avanza en el peor trecho del camino; franja de tierra colorada,misionera, y subida a pico de conectar la tracción delantera del vehículo, violenta acelerada, vegetación que se abate contra el parabrisas y las ramitas húmedas se enredan en su barba encrespada. Pero bajando ese repecho, a Blanes lo atropelló un apremio atávico, ancestral impulso que le venía vaya uno a saber de dónde. Figurita de álbum desgastado, sintió un empujón y de inmediato estuvo erguido en el pescante del jeep igual al carrero que admirara en su pueblo de Entre Ríos, cuando era chíco. Compadreando por Mutshashata como si el jeep con los emblemas de American Express fuera una chata tironeada por dos caballos. /Qué descrédito si esto lo sabían en la Oficina, donde no permitían argentinizar las situaciones para evitar malentendidos/
Perdida en la selva, la cárcel de Mutshashata es bien moderna. Adentro pernoctan Patrice Lumumba y dos de sus insignes alcahuetes; Maurice Mpolo y Joseph Okito, un par de negros que de puro ilustrados se pusieron nombres difíciles de pronunciar. Blanes frenó el Jeep y se anuncia encendiendo y apagando las luces. Sin demora, el guardia libra el portón y sacude el casco en la reverencia; cuando Blanes, cancheramente, le guiña un ojo. Buena manera de ingresar, marcando su nivel, y a cien metros de la entrada prepara la ametralladora y se manda a una oficina, pateando la puerta.
- ¿Estás loco Blanes? ¿No sabés que con el calor dejamos la puerta abierta? - lo frenó un tipo de cara conocida.
- Se acabó, - comenzó gritando - aquí no hay presidente Kasavubu, Dean Rusk ni John Kennedy que valgan. La Oficina quiere soluciones y aquí estoy yo.- matoneó al sentarse y apoyar los pies en el escritorio, dueño de la situación. Algo que se pueda tomar con este calor.- siguió ordenando Blanes al encender un Camel. Los guardias negros; que aunque no entendieran demasiado, iban bastante al cine; se chocaron por llenarle un vaso de whisky. El le dio fondo de un solo trago y suspiró enérgicamente, al comenzar con sus primeras opiniones de Memoria Anticipada a “los encargados del establecimiento carcelario”, según los definió y los tipos sonrieron.
- Con el perdón que los negros se merecen -comenzó Blanes muy gentil - quiero saber cuál fue la ayuda que los africanos dieron al progreso del hombre. Y no se ofendan, pero ustedes no aportaron un carajo a la civilización. Aquí no se inventó la rueda, la matemática, la escritura gótica, el bizcochuelo ni el arte. Solamente la mierda inventaron los negros. Y ya lo dijo Borges: sólo compusieron los blues de Handy y la rumba “ El Manisero”...
Blanes se complacía de su imprevista sabiduría sobre Borges, ese viejo loco que usaba un bastón; y también que

con sólo insinuar el vaso vacío los tipos se apresuraban a llenarlo.
- Ustedes no saben quién soy yo, pero en la Of icina sabemos todo. Así que conmigo nada de joda. Esos mentirosos de la historia y la otra macana moderna, la antropología, continúan delirando con que la creciente civilizadora fue pareja en China y Africa. Puro invento, no existen documentos firmados probando que en Africa se apoyó la cuna del hombre. ¿Ustedes Ieyeron jeroglíficos de aquellos años o vieron en la television que sucediera eso? - preguntó Blanes indicando de nuevo el vaso.
- No - contestaron los negros en diferentes dialectos.
- Entonces.¿se aguantan que les cuente algo’?
- Como no Blanes. hablá tranquilo.- dijo riéndose el mismo que conocía de otro lugar, estaba seguro.
- Bueno, los ateos antipatriotas andan divulgando que la cultura europea nació en civilizaciones que habitaron el valle del Nilo. Y dicen que antes de la invasión de los árabes, por aquí andaban los imperios africanos bien organizados y existían florecientes centros comerciales. Muchos aseguran que la cagada se armó porque los árabes trajeron con la expansión del Islam a los tuareg y los hereberes. unos animales con perdón de los camellos. ¿Es cierto esto que digo?
- Queseyó- gritó a coro la negrada compuesta por negros comunes, negros de mierda y negro la puta que te parió.
- Eso es todo verso y macaneo. Por más que los árabes hayan jurado que Ghana; al norte de aguas entre Senegal y Níger, era el primero y más pró.spero reino de Africa Septentrional que se conociera desde unos veinte mil siglos antes: - seguía Blanes la lección de la computadora IBM. aunque confundiendo algunas fechas.
- Bueno Blanes, decí a qué viniste, que me espera una mina.- lo apuró un negro que conocía del barrio y no era africano, seguro.
- Estoy aquí por la Gran Agitación de Izquierda en el Congo. Es el mes de enero del 61 y en Africa hay un despelote infernal. El presidente de ustedes es un tal Kasavubu, Lumumba ha sido depuesto como Primer Ministro y Dean Rusk, Secretario de Estado del presidente Kennedy, tiene un plan para neutralizar a los cinco bandos de salvajes en una sola lucha dentro de Africa.
- El mejor negocio de los ricos es una pelea entre los pobres.- se animó un negrito petiso antes de huir a la espesura de la selva.
- Esa gilada la pronunciará en el futuro un escritor argentino: pero hoy Patrice Lumumba está aquí, cárcel de Mutshashata y a disposición de Tshombé. Yo soy un democrático monárquico y no se olviden cuánto les diga si no quieren que los reviente a todos...
Los guardiacárceles seguían asombrados por la sabiduría de Blanes, que no terminaba de explicar ni de empinar el vaso de whisky.
- ¿,Están encerrados con Lumumba, Mpolo y Okito? preguntó de pronto. Entonces, a las diez de la noche yo entro y me los cargo a los tres para dar un paseíto por la manigua del vecindario. Antes dejaré que Lumumba anote en un papelito celeste que vinieron a matarlo y se lo entregue al negro Samji Satchou que duerme en la celda contigua.

- Con Samji no te metas, Blanes, que la familia trae cigarrillos y whisky.- se asustó uno con cara de coimero.
- La Oficina lo sabe todo.- canchereó Blanes. Por eso ustedes a Samji lo dejan huir al amanecer, como si esta fuera una cárcel argentina- se recostó Blanes zampando los zapatones encima del escritorio y observando el ventilador del techo.
- Este negro Lumumba -prosiguió- se agrandó cuando muchos pibes empezaron a llamarse igual que él. Pero en un rato yo le haré escribir un Histórico Papelito anunciando su muerte, después los maniataré al jeep a los tres sin que nadie me vea les meteré una ráfaga en medio de la selva y a otra cosa. En diez días los cuerpos serán reconocidos por un médico llamado Guy Piete, que eso ya lo contratamos con los diarios y la televisión, y Tshombé dirá que lo enterrarán en lugar secreto para evitar peregrinaciones. Una semana más tarde la mujer de Lumumba encabezará manifestaciones reclamando el cuerpo de su marido, con el pecho al aire, ritual africano me dijeron, pero como cualquier negra que tiene hermosas tetas, las quiere mostrar. Todo será como les anuncio ahora, por mi Recuerdo Anticipado: los tres hijos de Lumumba; Francois de trece años, Patrice de siete y Juliana de cinco; serán traídos desde El Cairo y aparecerán fotografiados con cara de buenos negritos en todos los diarios del mundo. Fidel Castro izará una bandera a media asta y apagará su cigarro en señal de protesta, los argentinos manifestaremos nuestro más enérgico silencio y el Santo Padre diciendo “menefute” en latín concluirá el asunto. En la historia romántica y rosa Lumumba será el muchachito bueno y nosotros los hombres malos; aunque él seguirá muerto, exaltó Blanes la última frase y le trepidó el vaso. Y recién sintió hallarse solo en la cárcel de Mutshashata, cuando el negro que conocía le habló antes de irse.
- Che Blanes, vos siempre meando lejos del tarro. Del asunto Lumumba hay tres o cuatro versiones que ni conocés. Una dice que el 17 de enero de 1961, a las cuatro de la tarde, un avión de línea congoleña descendió en Elisabethville con los tres prisioneros y al bajar, los mataron unos soldados katangueses en presencia de los cascos azules de UN. Todos suecos que se hicieron los suecos. ¿Te gusta esa?
- Pero 17 de enero de 1961 es la semana que viene.
- Por eso te digo, Blanes, con la cirujía ese Mr. Ferguson te robó la guita. Si anticipás bien tu memoria sabrás que al avión lo rodearon los gendarmes y unos oficiales belgas. No te olvides; sucede en Katanga, territorio de Tshombé enemigo de Lumumba, del avión los bajan a patadas en el culo y Lumumba, que es un tipo muy delgado, trae la cara desfigurada por los golpes y las manos atadas en la espalda. Las personas que aguardan en el aeropuerto observarán el espectáculo con indiferencia y sin ver, como si nada.
- ¿Y yo no estoy ahí, matando a Lumumba? ¿Vine de Buenos Aires con este calorazo, me separo de María Verónica y no aparezco en la película? - se inquieta Blanes.
- No verás ni una foto tuya. Te cuento más: a Lumumba y los otros dos los patean en el suelo y los cascos azules de las Naciones Unidas como unos oficiales belgas miran para otro lado. Los suben a un jeep amarillo, parecido al de Camel, los tipos todavía siguen vivos y en el camino los matarán a bayonetazos. El tiro de gracia se los pega un mercenario blanco, y este desenlace admite dos nombres; el coronel belga Huyghe o uno de nombre Gat.
- A esos dos los conozco - deliró Blanes /Qué van a matar/
- Luego se dirá que los cuerpos fueron conservados en formol en la Unión Minera de Alto Katanga. El gobierno de Tshombé dirá que se fugaron y murieron devorados por unos antropófagos, mirá qué explicación, y las Naciones Unidas lo negaron. Lo mismo el asunto quedará en la cuenta del olvido. ¿Te gustó, Blanes?
- Ni loco. Los diarios tradicionales escribirán que mi tarea de “resguardar el Derecho Natural de los blancos en Africa es heroica”; y menos conservar cadáveres en formol habiendo tantos cementerios clandestinos en América Latina. Y ahora tomátelas, negro. Yo debo trabajar que para eso me paga la Oficina.- se quejó Blanes de andar perdiendo tiempo con tanta conversación...

LUMUMBA NO QUISO PERDER TIEMPO

- ¿Qué hacés negro Lumumba’? - entró Blanes a la celda, saludando.
- ¿Qué decís Blanes, tanto tiempo? ¿Y ese disfraz de expedicionario?
- Mi vestuario es exigencia del contrato. Pero no te hagas el gil, negrito Lumumba, que vos ya te me escapaste en setiembre del año pasado.- le recordó Blanes al otro que seguía escribiendo un histórico papel celeste.
- Dejame un minuto que ya te atiendo, Blanes. Vos sabés. es una misiva para una negrita que me curto en la maleza. Che. Ievantensén que Blanes vino a matarnos.- alzó la voz Lumumba para despertar a los compañeros.

- Si volviste drogado, Blanes, andate al carajo.- se desperezó uno que por su aspecto sería Okito. O Mpolo, pero tan maleducado como su jefe.
- Aquí en el Congo se acabó la fiesta - comenzó Blanes un breve discurso, aflojando una ráfaga al aire. Llegó el argentino justiciero que aguardaba la civilización. /Mueran los radicales de la sinarquía internacional, bolcheviques y social demócrata. Vivan los salvajes unitarios/
- Pará loco, que a esas “metras” las carga el diablo.- le advirtió Okito, o Mpolo, que se desvelara al recibir una bala en el taparrabos... Y enseguida los tres africanos decidieron caminar hacia el jeep amarillo de American Express.
- Desde pibe fuiste un boludo, Blanes. Venir a levantarnos del apoliyo a esta hora.- le aseguró Lumumba al salir y tirando el “Papelito Histórico” en la celda donde dormía Samji Satchou; a quien con el tiempo se lo acusara de doble agente. Congo y belga.
- Viva la libertad y la justicia - fortíssimo de Blanes diminuendo a pianíssimo al descubrir la estupidez de la frase. En verdad, esos tres negros alimentados a leche de cocodrila no le inspiraban nada publicitable; y menos la respuesta final de los africanos.
- Andá a cagar, Blanes. Y devolvé los diez kilos de merca que te guardaste. – dijeron los tres que iban a morir y apuraron el paso para terminar con esa mariconada del asesinato en la noche y por la espalda, al mejor estilo militar de la Oficina.

PLACEMES OFICIALES A BLANES Y FAMILIA

- Blanes, son un boludo hijo de puta. Te dejaste mejicanear por unos milicos de mierda. No tenés perdón de Dios.
- Jefe, no se olvide de agradecer el saludo del mayor Chávez.
- Hacete el chistoso, gil . ¿Y ahora yo que digo, que me asaltaron los boy scouts? -preguntaba reputeando el Ministro del Interior; alto y flaco de bigote negro, un mafioso de doble apellido, según opinara un diario que luego fuera reventado en la Noche de la Libertad de Prensa. Pero de tan familiarizado con las puteadas del señor Ministro; que esta vez no terminaba de abominar ni de sentarse en el mullido sillón; Blanes empezó a caminar hacia la puerta del despacho, calculando cuánta guita serían esos kilos vendidos en Francia o en Alemania. Un verdadero dineral, aunque eso poco le interesara a él en ese instante.

- Jefe, consuélese con que el mayor Chávez es un militar de honor y no vende cocaína bajo el precio oficial.
- Esa es buena noticia, Blanes, y la otra es matate – le vociferó el Ministro pero ya Blanes habíá salido diciéndose que la bolsita guardada en su departamento antes del frustrado viaje a Entre Ríos, era sólo una atención personal que él se debía. Porque nadie debe confiar en la lealtad del otro por más prontuario policial lavado y planchado en lavanderías judiciales, lo mismo que hicieron con esos blanqueadores de dólares yendo y viniendo con valijas que nadie revisaba. Blanes no debía la menor carátula de expediente, limpio de hurto, robo de auto, lesiones; y hasta limpio de cuando fue primer actor en la siesta de un pueblo vecino al suyo, asallando a un tipo con anteojos, que nunca se supo si le hizo frente o de puro asustado le metió una patada y arrancó a los gritos. Ahí nomás el alboroto y de pronto él se descubrió corriendo con un revólver en la mano derecha y un zapato mocasín en la otra mano, su único botín. Yo no protejo chorritos baratos, ayer hubiera sonado injusto en la boca del Ministro, pero ahora, tanto el faltante como lo de Maríía Verónica eran cuentos de otra historia.

Antes de salir del Ministerio un tipo lo empujó deliberadamente.
- ¿Qué te pasa Blanes? ¿No conocés las reglas del juego’? -y él se hizo el distraído.

ATAQUE NEOYORQUINO POR LA ESPALDA

Antes que Frankie Balinger volviera a dar cartas, Blanes abandonó el paño verde y caminó al Ministerio. Cruzando la peligrosa zona bancaria de Buenos Aires, se saludó con unos patinadores sobre la nieve, de portafolios en mano y corbatas italianas. Los muchachos hacen bien en divertirse, pensó, y siguió a su despacho por el atajo de la Plaza de Mayo. ¿Qué esperan para acribillar a los jubilados que dan mala imagen al turismo, y envenenar esas palomas de porra que enmierdan las baldosas? ¿Qué diantres significa esa pirámide en el medio? ¿,Está allí para que las madres de los sucios Desaparecidos caminen alrededor los jueves a la tarde? -se preocupaba Blanes. Es que traía un humor del demonio y la resaca de la noche pasada con Frankie y el Pelirrojo, jugando poker. En las primeras manos no le iba del todo mal, hasta ese momento en que le sirvieron cinco cartas en blanco. Fuck you Frankie, eres un tahur de los muelles - le había dicho. Siempre haciendo trampas con esas barajas que nadie puede entender.
- Caramba Blanes. Vaya caradura, él ha preguntado por ti varias veces.- lo recibió Linda, la secretaria, apretándole su bragueta al saludarlo.
- Quítate de ahí, golfa - masculló tirando el abrigo y el sombrero sobre una silla, semblanteando de reojo a esos holgazanes de pacotilla que comentaban los records del béisbol en el Despacho General. Sobre la Plaza de Mayo había dejado de nevar y unos nativos se dejaban tomar fotos con los turistas. Reclinado en su silla, Blanes fortalecía sus nudillos presionando una pelotilla de frontón.
- ¿Que hay de nuevo, Linda? - preguntó al tiempo que su secretaria le servía un Martini.
- Falta la aceituna, tontuela- dijo secamente Blanes.
- Es que tengo jaqueca. Anoche supe que invadiremos Suiza, para recuperar los restos de Borges. Lo mismo que hicimos con las Islas Malvinas.
- No cuenten conmigo; yo pondré pies en polvorosa.afirmó jugando con su pistola de tiro oblicuo. Dos cargadores cayeron al suelo y Linda se agachó a recogerlos. El Ministro del Interior ingresó hablando con gesto irritado.
- Diantres, ¿qué piensas tú que estás haciendo? - le espetó a Blanes. ¿Dónde diablos estabas cuando reclamé tu presencia?
- Por las calles, luchando contra la violencia - respondió Blanes con su mejor tono de Brooklyn al sur.
- Me haces mucha gracia, Blanes; pero debes estar aquí al amanecer si quieres conservar tu maldito empleo. ¿Has oído, patán?
Cierra tu asquerosa bocaza, Ministro. Llevo tiempo por acertarte un puntapié en la espinilla y tú me provocas para
que este sea el momento.- repitió Blanes su imbatible estilo de broche en la nariz. El cura católico de guardia en el Ministerio se interpuso entre los hombres, presos del rencor. (¿O presas...?) El Despacho General se convirtió en el reino del silencio, mientras Linda retornaba de levantar los cargadores rozando de nuevo la bragueta de Blanes.
- Guarden calma, hijos míos - comentó el pastor de almas. El Ministro del Interior, un católico de los de antes, se retiró con la cabeza gacha y Blanes continuó guardando sus pertenencias. Allí quedaron unos boletos para el juego de esa noche, entre los Red Sox y El Porvenir de Gerli... Mejor sería que fuera por la revancha a casa de Frankie el pequero, llevando su propio mazo de cartas y de paso cogería sus dados cargados en el estanco de Petç, el sordo. Fuck you, Frankie, tahur de los muelles, te desplumaré hasta tu chaqueta pulgosase dijo Blanes. Así que recogió su abrigo y enfiló hacia la puerta, secando al paso una reincidente lágrima en el rostro de Linda.
- Te extrañaré, Blanes. Y el hijo de mis entrañas llevará tu nombre- confesó Linda sin contener el llanto.
- Okey chica, nos vemos.- y agitó la mano en despedida.
- Quítate de mi vista, rufián – y sin desconectarse del canal latino Blanes se despidió amedrentando al Ministro del Interior, quien ya recibiría sus noticias.

LAS ASPIRACIONES DEL MINISTRO

El Ministro del Interior solo en la intimidad de su despacho y según corresponde a un político popular, medita en mangas de camisa. La corbata floja y suelta, como dice el tango, se inclina en el escritorio para darse un toquecito de la mejor mercadería, blanca imprescindible luego de un día de agitada tarea ministerial. En el Gobierno Constitucional, elegido en intachables comicios en 1989, a ese placer y a comer pizza rociada con champán tienen su derecho desde el señor presidente al casrgo de subsecretario. Y bueno, cosas de la política...
El cargamento que le quitaron a Blanes, el idiota, es un asunto tan serio como esa banda de policías jerárquicos dedicados al secuestro esxtorsivo, los filmados de las fiestas negras de la señora del Presidente, Primera Dama, o la broma del Enemigo de la Patria que le mandara los datos del actual macho de María Verónica, su mujer. Qué infamia, Vero no se regala con guardaespaldas, y se conformó buscando salir porque . ser responsable de la circulación por todo el territorio nacional y extraviar una fortuna en un traslado vulgar y silvestre trae escozores nada familiares. A los asociados estas noticias los tornan locos peligrosos y pueden reaccionar igual que si los amenazaran con legalizar el negocio. Entonces, ¿cómo no darse una buena aspiración para que la vida recupere su belleza? De cualquier manera, esa noche sin falta se comunicaría con Chávez, ese advenedizo que trabaja por su cuenta.

EL PUEBLO MERECE QUE LO AMEN

“Este Ministerio, responsable de la seguirdad interna, tiene la obligación y el alto honor de informar a su amada población”. (Jamás algún comunicado habló de la “amada población”. Esta es una sutileza). “Que en el día de la fecha, en un operativo conjunto efectivizado por Inteligencia de este Ministerio y efectivos del Ejército, en la provincia de Entre Rios se interceptó una camioneta de color azul, chapa patente 926.829, que circulaba transportando ilegalmente trescientos kilogramos de alcaloides de máxima pureza, destinados a su comercialización en el territorio nacional”
(Imaginativa primera parte. El querido mayor Chávez se llevó, oficialmente trescientos kilos. Buen movimiento que tiene lo suyo)
“Que el valor del material valerosamente interceptado y en custodia del personal militar a cargo del mayor Chávez, del Cuarto Cuerpo, asciende a más de tres millones de dólares”. (Aumenté tu heroísmo, mayor Chávez. Así no insultás a mi mamá).
“Que en el procedimiento efectuado en horas del mediodía cerca de la isla Talavera, quedaron detenidas además dos personas de nacionalidad colombiana, aún a cargo de los efectivos uniformados” (Esto te ayudará para el ascenso, Chávez. Te reconozco Desaparecedor y si querés meterle unos tiros a Blanes, te regalo las balas).
“Que debemos inscribir a este operativo como un éxito del Gobierno Nacional y agradecer la participación de especializados investigadores de la DEA, dependiente del Departamento de Estado Norteamericano y aliada en esta cruzada contra el narcotráfico apátrida y ateo”. (Buen comunicado, Ministro. Y si no involucrara al tarado de Blanes publicarlo ni sería peligroso)

Y terminada la comunicación al pueblo amado, el Ministro se pegó un aspiración bien profunda para que el despacho restallara de estrellitas y vírgenes dulcemente desnudas.

SI NO ACABAR ACABA CON EL MUNDO

Cuánto se maldecía por aquellos minutos que ojalá no hubieran existido nunca, pendejo de dieciocho años desplomado sobre el colchón rancio de una _ casilla rodante y Edna diciéndole “ bueno nene, que no se te pare no es el fin del mundo”. Y el silencio. Mientras afuera el aire agita un fragmento de misterio y viaja tosiendo el Forcito del gallego Germán, camino de las quintas. Perpetua representación, paisaje de un pueblo que repite los movimientos.
La ecuyére rubia esquivó la vigilancia de su tío, dueño del circo, y otra vez encerró al pibe Blanes en el carromato. La vez pasada ella bromeó con el asunto y mimoseó al muchacho contra su pecho, pidiendo no despertar al caballo con sus lamentos. Con dieciocho años Blanes no levanta la vista y boca abajo digiere una tristeza mortal, acritud de acaroína y pulguicida, olores que uniría al fracaso para siempre. Había pasado el día entero pensando en Edna, prediciendo que de nuevo él no podría y sería la última noche; ninguna ecuyére de circo soporta los agitados sudores de un tipo por tan poco beneficio; y al tratarlo maternalmente ella le hizo comprender que la bronca huele a colchón húmedo y pulguicida...
Así que Blanes dispuso repetir la escena. Y entonces, invisible gato silencioso, apreció el tosido entrecortado del camioncito del gallego Germán cuando el quintero le dejaba regulando el motor en la puerta de su depósito de verduras. Y más allá, esas dos hileras de álamos quijotescos, camino que llevaba y traía a los del pueblo y en el final, casi llegando a la ruta, el carromato de Edna que se dejaba ver desdibujado. Pero esta vez él no esperaría la señal de ella en la oscuridad, abrir y cerrar la puerta rápido y un alumbrón de faro a kerosén desparramándose por el campo, sino que iría a lo macho y empujaría la puerta, sin rodeos ni temores. Porque cayeron ya un montón de almanaques y e.s Blanes de treinta y cinco años, imagina como Edna le abre y se recucsta dócil en el camastro. cruza un aroma a desinfectante y él descubre la desnudez de la ecuyére tal vez más tersa y delgada. La mujer mantiene el pelo rubio y crecido sujeto con una cinta de terciopelo negro y la piel le luce joven y brillante. Hay un par de botas doradas sobre un costado, igual que tiempo atrás.
- Te aguardaba.-le dice con una voz que Blanes no recuerda- pero las voces no interesan, porque él ya juega adentro de ella, vigoroso, imbatible; y esta noche nadie desvelaría al caballo de Edna con lloriqueos.

CONTRAPUNTO DE PUNTERO Y CHINGOLITO

Un alumno no podía transcurrir tres años del colegio primario raspando un palo de escoba. Pero nadie lo frenó a tiempo por no respetar el orden y entonces en la hora de las Manualidades, el loquito inadaptado justificaba la materia afinando un palote de ochenta centímetros con un vidrio verde, un culo de botella. Con sonrisita de burla y a pesar del asma, el tipo decía construir un puntero para regalarle a la maestra. Raspaba con el vidrio sin molestar los dientes y a ritmo; casi con elegancia rebajaba ese imbatible palo de escoba que apenas modificaba de un año para otro. Iba y venía su herramienta, anunciando un polvillo invisible en cada vaivén y trocando el encierro del aula en aroma de pino recién cortado. Un buen puntero para señalar en el pizarrón no demanda menos de diez o quince años de colegio, así tan importante era el ritmo de la tarea. Fiuzz, fiuzz, el vidrio destellaba su reflejo verdoso y en los primeros días de alguna primavera, el loquito contrapunteó
contra un chingolo de compadrear su canto en el esquinero del patio. Y por el tercer año, cuando ya el tipo dominaba a su antojo los sonidos que ponían los dientes de limón, el chingolito se fue de gira por la arboleda y ya ninguno fue dueño del contrapunto.
Luego el mismo personaje anduvo por ahí y Blanes bien lo sabe. A principios del sesenta, en Punta del Este, Ernesto Guevara es el Che que se burla de la Alianza para el Progreso, repite estupideces y al reclamar unos Derechos Humanos innecesarios, Blanes le descubrió la anterior sonrisa idiota de raspar el culo de botella sobre el palo de escoba. Fiuzz, fiuzz, el chingolito quizá le contestó desde la galería y no era casual que ambos debieran ser controlados.

JAMAS LA FANTASIA SUPERA A LA FANTASIA

Aquello de tomar cerveza barata y vino del común no debe ser una condena a perpetuidad; es una historieta para los que no pudieron saltar del bote perdedor. Por eso, como si estuviera ganando un desafío, Blanes se sirve un abundante whisky con hielo mientras mira la catarata televisiva. Esa noche en la pantalla Guerra del Golfo en edición corregida, la Perestroika Dos que revaloriza el pensamiento de la dinastía Romanoff y además que serían juzgados lo autores de la Revolución Francesa y también de la Revolución China; Chile denuncia un tratado de límites con Uruguay y mucho más pontifican los sacerdotes informativos del final del siglo veintiuno., sin descorrer siquiera los embozos y profundidades que esconden algunas palabras. Las locutoras anuncian sonriendo las violaciones en un Jardín de Infantes y acaso por una célula mal domesticada, Blanes aún podía embroncarse; y por ahí, sonó el timbre del portero eléctrico.
- Estoy subiendo - se apuró una voz de mujer- Blanes apagó el noticiero, apenas alcanzó a pensar “la tengo loca” y en medio minuto la señora entró al departamento.
- Devuélveme mi cuerpo – al entrar María Verónica remedó una oración de teleteatro.
- Sos muy peligrosa- dice Blanes y no más palabras si existen besos húmedos y manos ambulando por cierres y botones. Las voces son apenas murmullos y en el accidentado trayecto hasta la cama crece una liviana desaparición del mundo, apetencias y alegrías en la piel del otro, siempre novedosa, ¿ternuras? y trepidaciones imparables de la entrepierna.
- Ahora y en esta hora de nuestra muerte fugaz, me gustaría escuchar “nena,te quiero con el alma”.- la supera a María Verónica el dislate romático, pero este guardaespaldas de su marido hasta ignora qué bien la hace sentir.
- Hubieras esperado para venir. Me andan vigilando- al rato él habló tras la puerta entreabierta del baño. Blanes orinando en la pequeña pileta; altura justa, despeinado y con esa universal mirada idiota del amante reciente que rebotan los delatores espejos. Cualquier hombre, en condición igual, es inevitablemente igual. ¿Pensó eso Blanes?
- Tal vez te vigilen por otra cosa. Y esto no es sólo hermoso cuando llueve.- y prosiguió María Verónica. Necesitaba acompañarme con alguien. Tu Ministro anda de navegación con esa corte de maricones y peluqueros del Presidente.- dijo y a cerrar el tema, que ya Blanes sirve dos vasos en el borde de la cama y al descuido le acaricia la cara. Ambos deben esquivar el juego desleal de quedarse en silencio, buscarse las manos en la oscuridad, dibujar el rostro del otro y descender la caricia, barquitos en el pecho. Y que viva la fiesta de la sangre calentona, que la honda ternura entre ellos es golpe bajo.

Decae un tenue velador, una película brumosa crece en la habitación y la mujer acerca algo a la nariz de Blanes.
- La primera es inhalación de compromiso, muchacho, que nuestra fiesta recién empieza - fingió recordarse él mismo
- ¿Desde cuándo te gusta? - de inmediato se arrepintió María Verónica de hacer una pregunta policial y reacomodó el polvillo. Traía dos gramos.
- En los entrenamientos de la Oficina - hubiera fanfarroneado Blanes pero no habló. María Verónica ya exhibía el rostro dulcificado por una sonrisa lejana, sentada sobre sus propias piernas. Navegaciones sin orillas de culpa, música cristalina, rescatarse del húmedo pozo, suave trayecto fuera de madre, hondonada de polvillo blanco y viaje de las liberaciones.

LAS IMBATIBLES FUERZAS DEL MAL

El quejido de una puerta advirtió a Blanes. Vislumbra que una sombra se refleja en los húmedos azulejos del baño. La KGB no termina de rendirse pero nadie lo sorprende fácilmente; aunque ahora esté temblando de frío debajo de la ducha y extrañado por la desmesura de sus pies. No lo disgustaron nunca las de Alfred Hitchcok o del estilo Alien, pero hasta en el cine las metamorfosis le resultan irregulares. Los pies le crecen como si no le pertenecieran y suben, peludamente, por los bordes de la bañera. /Qué extravagancia/ Si por él fuera los psicoanalistas se morían de hambre, y si quiere mantener íntegro el pellejo no debe distraerse con Freud ni un segundo; alguien viene a matarlo, en los Cursos de Supervivencia de la Oficina nadie entreabre una crujiente puerta de la habitación sólo a pedirle un autógrafo a Blanes. Vamos chico, que esta la conozco; tú no has venido a reportarme si muestras una mano enguantada tras la puerta del baño, se le ocurre mientras la puerta sigue abriéndose tan despacio que es como si no se abriera; se aprecia un guante de cabritilla desgastada, de esos que los agentes orientales compran en liquidaciones de verano. La KGB fue cerrada por reformas al descubrirse que Lenin era un agente de Wall Street, pero alguien intenta amasijarte Blanes, no lo dudes. Sólo falta el hombre que acompañe al guante y cuánto frío hace en esta bañera, por favor, piensa que Blanes ya descuenta que combatirá incómodo. Resbalando en la bañera como un gato en el mosaico y los pies más grandes de lo que calza habitualmente, debe batirse contra un trasnochado asesino rojo. ¿No traerá ese guante negro un comprohante de los kilos que me faltan? Sin siquiera un jabón grande para tirarle desde la bañera la situación es difícil. Pero un hombre de la Oficina no se entrega así nomá.s, vende cara su derrota. no hay mejor defensa que un buen ataque; y pese a estar en bolas y resbalando en la baño, igual envenenaría al dueño del guante con el infalible champú anticaspa. Pero la puerta cedió de un golpe y surgió una figura con sobretodo; solapas de piel, uniforme del Este; esgrimiendo una pistola con doble silenciador a prueba de sordos. El tipo andaría atrasado y por cumplir otra mi.sión enseguida, porque empezó a disparar sin proferir una so1a amenaza de estilo. Blanes esquivó las primeras balas y en uno de los saltos, astutamente, desenroscó el caño de la ducha. Lo midió, veintitres centímetros de largo por media pulgada de diámetro, y en rápida maniobra lo afiló con los dientes enfrentando así al sucio agente del Mossad, la KGB o un musulmán tendero de Buenos Aires, eran lo mismo. Pero en el instante favorable de la contienda no se averigua la procedencia del enemigo; el tipo perdió sus anteojos oscuros y ahora lo deschava su cara de chino vengativo. Estos chinos vengativos vienen en grupo de millones, decide Blanes sentado sobre la tapa del inodoro y mirando a contraluz la pistola para embocar el repuesto, justo cuando el agente enemigo le pide a Blanes una Tregua Reglamentaria para ajustar balas y silenciador. La heroica reacción de Blanes no se hace esperar: desde la bañera mete uno, dos, tres justicieros estoques con el duchador al cuerpo del asesino que cae tras el bidet. Buena reacción, misión cumplida Blanes. Y ahora cerrá el agua y envolvete en el toallón que hace un frío terrible, y al despertar verás dónde ocultar el cuerpo del hereje enemigo.

María Verónica salió del departamento de Blanes al mediodía. La discreción anda lejos de su cabello húmedo, rostro desmaquillado y el caminar retornando de una lucha sobrehumana. Casi un gramo es un peso enorme de reproches y dolor en la mandíbula, sensación de mordedura en la ingle a cada paso de cruzar la calle. Por allá seguirá Blanes, boca abajo y soñando repetir muero contento, hemos batido al enemigo y otros delirios que juntos deliraron. Con la luz del sol María Verónica percibe el pesar de su cabeza y algo habré comido que me hizo mal, se burla. Un hombre atraviesa la calle y se apoya en el indicador de los colectivos. Frena un taxi, una mujer reciente en la escena le gama la posición y se retrae, dándole el sitio. A ojos entrecerrados, María Verónica se acomoda en el asiento sin advertir al hombre que se inclina a mirarla tras la ventanilla del taxi. Una noche de volar y dormir volando bien vale el mordisco que todavía percibe en la entrepierna, cierta pesadez en la nuca y retornar sabiéndo que a pesar de todo, Blanes la hacía sentir una sobreviviente.
Al bajar del auto, por la otra vereda camina el hombre que recién aguardaba el colectivo, el portero y los tipos de vigilancia convrsaban entre ellos, dostraídamente. La mucama empieza a llenar la bañera y es una tranquilidad que nadie la haya visto entrar, luego de casi un gramo.

COMUNICADO DE TIERRA, MAR AIRE Y SUBSUELO.

“Sabiendo que cualquier fuerza militar orgullosa de su función no debe permitir calumnias en su cntra, como las pronuncidas en el cmunicado del Ministerio del Interior, la reacción de los uniformados no se hizo esperar. Pronta, eficaz y henchida de atributos profesionales, la respuesta fue un despliegue merecedor de análisis y reconstrucciones en los Salones de Juegos de Guerra donde se planifican las técnicas de la beligerancia moderna – dijo el coronel Chávez en su exposición sobre la denominada Campaña Magistral. El primer punto, prosiguió, consistió en investigar quién era el enemigo y no quedaron dudas en desechar una confrontación contra el Ministerio del Interior. Hubiera sido un absurdo que luego de estudiar profundamente Clausewitz, Rommel, Napoléon, Masera y Galtieri, nuestras Gloriosas Fuerzas Conjuntas ataran otra vez el objetivo equivocado...”
“Detrás del difundido Comunicado a la Amada Población de la Patria, sabíamos que existirían las sibilinas fuerzas del mal que permanentemente buscan destruir el tejido nacional y que jamás dejarán de atacarnos hasta tanto no hagamos tronar el escarmiento definitivo. Y contra es voluptuosoy deshonesto enemigo deberíamos luchar conociendo primero dónde se parapetaba y cuál sería su verdadera capacidad de fuego; tribuladora tarea de averiguación que fuera encomendada a los Grupos de Inteligencia, -Los Bocinones- que suministraron los primeros informes estratégicos de la posible conflagración. Así que luego de un rápida evaluación de datos, las Fuerzas Conjuntas entraron en combate propiamente dicho...”

¿MARTÍN FIERRO ERA UN GAUCHO MUY FREUDIANO?

- Yo hablaré por mi cuenta y digo que ninguna historia se interpreta tan sólo con los sucedidos computables, sin que participen en ella, subterránamente, las posbilidades de “cuánto no sucedió”. Como aseveración, recordemos tan solo ignoradas y mínimas acciones de alguna batalla que los historiadores consideraron decisivas añs más tarde; y en estas referencias sobre Blanes se desechan sin mucho argumento esas presiones subjetivas que ejercen los hechos no ocurridos. En nuestro caso, a Blanes no se lo define con precisión en su estructura y sigue modelado desparejamente, sin aséptica destilación y como si ffuer un producto improvisado. Y en esa difusa aunque perversa frontera de lo real y lo irreal, cualquiera querría saber si con María Verónica sufre Blanes la misma imposiblidad erectiva que lo doblegara con la ecuyére Edna. Además, ¿de qué manera puede decirse el dinero le interesaba muy poco de un sirviente compenetrado en defender la disciplina de la Buena Vida? Por eso reclamo restituir la ambientación moral que fueran tan bien definidas en “Juan Moreira” o “Funes el Memorioso”, orientando el relato por un rumbo de mayor certeza. No es imprescindible que Blanes demore en descifrar los requiebros de lluviosa poesía que le refleja su IBM, pero tampoco es justo mostrarlo demasiado majadero y simplón hasta cuando sueña. Por favor, nadie la emprende con sueños en blanco y negro en esta època pancromática y colorinche; ninguno digiere hoy el formal suspenso de los años ochenta y se pierde las conmociones siniestras de onirismo moderno con efectos especiales y velocidad de videoclip. Además, un Servidor del Poder aunque no fuera un matador a taición y po la espalda, jamás debe aflojarle a la contemplación bucólica que puede ablandarlo o mascullar críticas contra los Medios de Comunicación, merecedores de sagrado respeto. Blanes debe ser mostrado en su clima y condición con más su bagaje subjetivo por escaso que este sea. Y como ejemplo repetiré un diálogo entre Martín Fierro y el gaucho Cruz jamás editado en el libro de José Hernández, de veracidad indudable, en esos desvelos nocturnos soportados por aquellos dos aparceros de la tremebunda soledad pampeana.
- Dígame don Martín, ¿usté es freudiano o lacaniano?
- No averigüe intimidades, gaucho Cruz, pero según de ande sople el viento pampero.
- Es que la paisanada anda rumoreando de lo nuestro, Martín.
- No diga zonceras y véngase a la cama de una vez...
Y este diálogo que acaso Hernández no publicó por la censura mojigata de la época, respeta una atmósfera narrativa que me permito reclamar de aquí en adelante. Gracias.

NOSOTROS NO TENEMOS DISIDENCIAS

- Por haberse pronunciado a título personal, las recientes dclaraciones carecen de todo valor.
- Bien dicho, salvo en esas posibles peripecias de Martín Fierro y el gaucho Cruz, porque deberían ser mortales muy atípicos para mantenerse invictos a un amotinamiento de la líbido y aparcerear sin hacerse siquiera un mimo tierno, en aquella perpetua alusión a la infinitud y la soledad, pampa castigadora de pura inmensidad.
- De acuerdo, señores, pero no confundamos los términos. Nuestro personaje Blanes dispone de un registro mental superior al de Juan Moreira. Al menos respetemos las categorías.
- Señores Responsables, no olvidemos que el número de memorias es igual a la cantidad de circunstancias. De ese resultante multiplicado por la cantidad de sujetos que percibieron las mismas circunstancias se restan las memorias que se perdieron en el camino. Entonces, con esa sencilla operación matemática se establece la inexistencia de dos individuos con similares evocaciones, además de gestarse infinitas memorias simultàneas pero dstintas junto a otras condenadas a perderse.
- Quiero decir “el olvido en los pueblos es un fusil taimado, de celoso gatillo que se dispara solo, y hay que estar muy atento para evitar suicidios”.Esta frase me gusta y fortifica nuestra autoridad en esto de olvidos y recordaciones.
- Tal vez no sea lícito comparar a Blanes con figuras de más prestigio, según él Ireneo Funes, de Borges, o El Mismo Relator de Todos los Relatos. Yo no tengo derecho a pronunciar esos dos sagrados nombres aunque poco se menciona que Funes, aquel hombre de cara taciturna y singularmente remota detrás del cigarrillo, recordaría íntegro el día más intrintado de su vida, siempre que agotara en la tarea un día entero. Capaz de recuperar los mínimos detalle, aquel Zaratustra cimarrón y vernáculo no abstraía por afuera de sus recuerdos. No ejercitaba lo imprescindible de olvidar diferencias y hacer las generalizaciones que hace cualquier evocador . ¿Por qué no recordamos todo; qué memoria se graban a perpetuidad y otras esporádicmaente?
- Esos interrogantes lo develarán quienes estudian las redes neuronales y el mismo Ferguson, cirujano de Blanes, algún día. Pero nada aguardemos del Funes de Borges.
- Además, por si alguien insiste en la atmósfera moral del relato, no desechemos que ciertas situaciones vividas por Blanes pertenecen a un mapa latinoamericano de país del sur. Variados aconteceres se dieron por Argentina al fin del siglo veinte, cuando la civilización emergía de un largo y oscuro período, de una prehistoria del hombre plagada de injusticias, hambrunas, corrupción de las clases altas, enfermedades de la miseria y desigualdades ante la ley. No olvidemos que recién ahí esas infelicidades fueron puestas de rodillas, desaparecdias, borradas de la tierra. Y los medios de comunicación, vectores propios de esta modernidad, convencieron a la humanidad de lo imprescindible para sobrevivir: consumir las nuevas fórmulas de la felicidad. Así, por ese tiempo que les digo se acabaron los pobres y los ricos, la injusticia, las epidemias y el cagarse de frío en las mañanas fabriqueras; todo fue superado gracias a la postmodernidad. Allí no hubo màs de qué quejarse porque “la única verdad es la linda imagen” fue el nuevo pacto de los fabricantes de opinión. Cesaron las reclamaciones intemperantes y los nuevos priviliegiados aceptaron el natural curso de las cosas.
- Surgieron los verdaderos próceres de la comunión auditiva y visual; gloria y honor a Michael Jackson; los opinadores imaginaron un acuerdo entre pobres y ricos basado en la indiferencia mutua: la crrencia de la pura eficacia y el bienestar como sea será la Nueva Fe salvadora de los hombres,que logren salvarse- afirmó el profesor Canon Zappín en “New Deal betwen rich and Miserables”.
- Y por ese mundo eficiente y de ancha sonrisa estilo Gardel viene luchando nuestro querido Blanes; y nada de asombrasrse si sus andanzas ya se yustaponen y entrelazan con devenires heroicos y decisines normales. Su vida personal es tan secundaria como las contradicciones de su inteligencia o su ideología, que no inquietan a nadie y además son verticalmente sensibles a las indicaciones de Nosotros los Responsables. Así hoy Blanes concurre a misa en un acto de contricción y mañana mismo arremeterá contra el púlpito, sagrado por ahora. Entiendan que nadie articularía un servidor que pergeñara procederes propios; salvo en eso de jerarquizarse disputando torneos de alcoba que lo distancian de Funes, el recordador de Borges, debemos decirlo.
- Blanes es memoria de testigo permanente, pilar del mundo de los Triunfadores, él cumple el mandato de neutralizar a quienes se atrevan contra el Orden de los Eficientes y el New Deal informativo.
- Blanes no sufre tensiones de los contrarios ni crisis del pensamiento, no gasta su tiempo calando las profundidades del alma. “Nadie es más idealista que Blanes por su realismo bien puede ser una directa verdad televisiva.
- Amigos, abandonemos la publicidad barata y digamos que los científicos descubrieron en las redes neuronales de Blanes diferencias con la generalidad. En cualquier cerebro el registro de datos es permanente aunque su fijación no lo sea. Entonces, una memoria como la de Blanes, hacia atrás, adelante, arriba, abajo y a los costados, es similar a usar Evocadores Multidireccionales. Por muchos meses los estudiosos de su cerebro cruzaron información, discutieron la enorme cantidad de procesos que demanda el acto de caminar o manejar un automóvil; analizaron la irritante retentiva de quien atesoraba ochocientos treinta números telefónicos en su cabeza sin saber el nombre de sustitulares; se discurseó sobre nemotecnia, regulación de las amígdalas del hipocampo y la conveniencia de alimentar a Blanes con una tortilla de benzodiazepina diaria para que el pobre tipo se olvidara de algo.
- Con Blanes culminó una verdadera epopeya del Mundo Libre. Con él aprendimnos hasta dónde el bloqueo de las diazepinas mejora la consolidación. Cuáles hormonas reflejan sobre la amígdala y mejoramos el trataminto contra la pelotudez deportiva, esa patología memorizante de marcadores de fútbol y torneos de de tenis.
- Con Blanes supimos que un recuerdo no consolidado se llama olvido, qu la desmemoria evita la batbarie de los inconformes; y que a Nosotros nos conviene más las personas por su mala memoria que por su inteligencia de mierda.

- Gracias a su evocación mitidireccional, Blanes puede almacenar en su marote aconteceres que cualquiera tomaría en joda; informó en su momento la Stanford University...
- Por otro lado, la Universidad de Uppsala aceptó que una persona fija sus recuerdos en diferentes tipos de neuronas. Así entonces, si un individuo repite una fabulosa historia en broma los dos aspectos se registran en distintas familias neuronales: una familia de neuronas serias asienta la memoria cierta; y otras memorias de la calle lo volátil del cuento. Si luego de muchas copas las neuronas de la joda estallan en una cirrosis galopante, morirá el registro disparatado y el fulano vivirá creyendo que aquello ciertamante le ocurrió. (Informe de la Uppsala University, “Memoria de los viejos que se caen a pedazos”, pag.176).
- Ahora les pido moderar el entusiasmo en magnificar a Blanes. El está siempre financiado por Nosotros, y por eso engulle sus tortillas de benzodiazepinas, desnfunda la computadora que guarda en el ropero y acepta que no todas sus tareas son de regocijo perpetuo.

A LA HABANA ME VOY

- Irás en comisión a Cuba, Blanes. Es una linda escusión.
- Mande a otro jef, Yo no hablo cubano y allá no existe el deecho por los respetos humanos.
- Callate y no seas gil. Te vas de viaje celebrando la quinta década revolucionaria y de paso llevarás regalos a los compatriotas de la Embajada. Cuando llegues a La Habana otra persona te hará contacto y para disimular vas a la Casa de las Américas y le entrgás un libro a cualquiera. Ahí el jefe nuncá está y nadie sabe adónde vive, como Fidel Castro. Prestá atnción Blanes, comunicate con nueto Embajador y él te irá a buscar. No te distraigas como la vez aquella que te afanó Chávez y saludos a Fidel, que pr aquí lo seguimos queriendo. Y preguntále por para dónde cayó el Muro de Berlín...
- Dígame jefe, ¿Fidel no es cliente de unos cigarros grandotes? – y ahí disimuló Blanes sus evocaciones del Bogotazo en el año 1948, cuando qudaron algunas dudas si fue el mismo Fidel Castro su acompañante, un tal del Pino, los que liquidaron a Jorge Eliecer Gaitán. Porque al medidía del 9 de abril de 1948 fidl era un pibe de veintiún años y líder estudiantil paseando por las calles de Bogotá, de paso arengando contra la Conferencia de Cancilleres don hablaría el general yanki Marshall y ellos aprovecharían para insertar su propio discurso quilombero. Pero Fidel no apretó el gatillo contra la nuca de Gaitán, eso es seguro, pero igual después sucedió el Bogotazo: corridas, saqueos, la policía desorientada, indias que se pavoneaban por el centro vestidas con tapados de piel y en las haciendas del interior de Colombia, familias degolladas por la peonada muerta de hambre. Vamos señor Ministro, imgna Blanes, ¿usted no sabe qué hacía Fidele el 9 de abril del ’48 cuando liquidaron al Jega Gaitán? Ni hablar, el barbudo andaba con ese amigo del Pino por entrevistarlo a Gaitán después de las dos de la tarde. También iría al encuentro otro cubano, Alfredo Guevara que no era el Che, y antes de esa hora alguien se le acercó a Gaitán en la Carrera Séptima y con un disparo empezó todo. Hace medio siglo de eso, señor Ministro, y no vale calcular la edad de cada uno porque en esta historieta circular contar los años n sirve de nada. Lo cierto fue que bogotá ardió por los cuatro costados y Fidel se entreveró en la toma del Palacio de Policía y ahí le robaron la billetera del pantalón, si sería pendejo. Luego la mano se cargó de humo sanguinoliento, podrido, de cadáveres incendiados; y el embajador gaucho argentino era un tal La Rosa y quizá de suertd Fidel y ese otro Guevara rajaron en ujn oche color azul de los argentinos, que si los agarraban por mucha franquicia diplomática igual eran boleta. Ahora no me acuerdo bien, jefe, pero el auto lo manejó por Bogotá un tal Iglesias con el tiempo justo para esconderse en el Consulado u de ahí a un avión a Colombia. Fidel anduaba calzadon con unas bots que le rob´n a un policía herido, quiz´a cambio de la billetera, y zafó justo de aquel quilombo qu fuera el Bogotazo. Así quede su amigo Fidel no me hable que yo lo recuerdo de cuand era pibe- cerró esa memoria Blanes.
- ¿Así que el Comandante sigue vivo, jefe?
- Sí, y fuma unos habanos de pajabrava como petardos. Y no te olvides, Blanes, dale saludosde mi parte.
- Usté manda, jefe, que a La Habana me voy – se fue Blanes el cumbanchero.

PENSAMIENTO TAL VEZ INNECESARIO

Por su elaborada manera curtida desde chica o esa lógica de las mujeres en callarse siempre la última verdad, María Verónica trabaja en sus ideas que siempre se junta con Blanes para coger bien y pegarse algunos toques. Modera y diluye cualquier otro entusiasmo; en la nebulosa de inventarse ella misma un entretenimiento sin afecto Blanes no es el tipo campeón de alcoba, no se anuncia con sonidos de trompetas ni la hace deslizar por diáfanas porcelanas de ternura. Es un tipo bien común, con el margen divertido de su memoria enmascarada y que no deja ningún escalón para mayores intereses. Por supuesto, en la cúpula de decisiones más fundamentales, Blanes era casi un típico cliente de su época de “young girl”; un tipo standard, ajeno y el único divertimento que se permitía, o le permitían, en ese libreto improvisado donde nadie debia aferrarse a los antiguos fantasmas del afecto.

AL CURA DE LA MEDIANOCHE LE ESTALLÓ EL SERMON.

- Hermanas y hermanos, ese hombre descarriado, es hombre uqe ha perdido la luz del camino y ha hecho que la simiente santa se haya mezclado con todos los puebls de la tierra. Que no sabe hallar la palabra de los príncipes ni los gobernantes, anda perdido como turco en la nebelina. Sí hermano y hermana, ese hombre vencido por la maldad, a quien no le alcanzan las drogas, los impuestos que paga o elude al Príncipe ni los cuernos emputecidos que solidariamente se clavan con su mujer de curso legal, está desorientado y no sabe qué hacer con tanta realidad. Confuso y avergonzado está ese hombre porque las iniquidades se multiplicaron sobre su cabeza y no sabe cómo acercarse a Nosotros, los Responsables, que bien sabemos del desconforme al que nada le alcanza: la droga, los cuernos solidarios ni la lucha inmunda y rastrera por tener más. Ese infeliz debe acercarse a Nosotros y oír nuestra voz resonante como un trueno resonante en las alturas meteorológicas, porque sabemos que sus delitos aumentan día a día y desorientado vive en estadode culpa, igual que vivieron sus padres, sus abuelos y la madre que lo parió. ¿Y por qué todo eso? Por desoír la voz clara y serena que se emite desde el cielo azules y por este canal, sí hermanos y hermanas, la palabra de Nosotros debe ser escuchada. Porque siervos eran y en su servidumbre jamás los hemos desamparado a estos descarriados que son raza de hijos de puta, debemos saber, y por culpa de ellos y sus padres en estado de culpa por siempre que entregaron a sus reyes y sacerdotes a manos de reyes de otras tierras, a confusión de rostros y sagrados sacramentos; y sin misericordia ni remordimientos ellos abandonaron las divinas leyes diciendo que la tierra había que repartirla, porque era para quien la trabaja y otra ristra de imbecilidades más. Porque hermanos y hermanas, sin la posesi´n de Nosotros la tierra se pondrá inmunda, inmunda la tierra por la inmundicia traída por los puebls de otras regiones, por las abminaciones que la han henchido con tanta basura de ideología, sociología, ironía, psicología y la puta madre que los parió. Perdón hermanos y hermanas, pero sin la palabra de Nosotros, nuestro Dios es un inservible gilipollas que ni se acuerda de haber venido a la Tierra para salvarnos y salvaros a ustedes, protegeros y precribiros que vosotros no deis vuestras hijas a los hijos de esos cabrones, ni que sus putas hijas tomareis para vuestros hijos, ni le dejes nada para heredar a sus hijos que se casaren, o viceversa. Porque Nosotros somos vuestro pastor, más después de cuanto nos ha sobrevenido a causa de vuestras malas obras, a causa de vuestro grande delito de andar cogiendo sin forro y contagiarse el Sida y reclamando boludeces como la jubilación, os digo que vivireis en culpa hastas agotar los tiempos inmemoriales, que son muchos, ya que la bondad de Dios es infinita pero no estúpida y no permitirá que estorbeis el plan del Discurso de la Eterna Caridad, incumjplida. Y recuerden que Nosotros evitamos que fueran oprimidos, que las abominaciones no hayan henchido vuestros corazones y haya existido vallado en nuestras casas para evitar que se clavaran banderas rojas o rosadas en el lugar de los santuarios. De habernos escuchado, hermanos y hermanas, no hubierais infringido los mandamientos y emparentado con los pueblos de la inmundicia, esos que clavan estacas rojas en el sitio donde edificaremos nuestra iglesia. Y se ensañarían contra Nosotros para consumirnos y pasarnos la cuenta sin que hubiera escapatoria, a no dudarlo. Las fuerzas del mal nos romperían el culo sin misericordia, pero vuestro pastor es justo y recoge todas las ovejas huidas del redil y las pone detrás de quienes ya estamos salvos y salvados, al margen de tantos delitos del pensamiento que nos alejan de nuestra verdad, la única. Hermanos y hermanas, Nosotrs anotaremos vuestros ruegos y se lo transmitiremos al Príncipe, que en sus oraciones todo lo puede y más después que descarriló la Prestroika con todos sus maquinistas; y que si nos falta la droga y sobran los impuestos que pagamos, no tengaís vergüenza de acercaros a Nosotros que la mano de Dios es bien para todos los que busquen de ella y hagan ayuno. Y pidan para que a vuestros niños no los cace la tuberculosis de los carenciados hijos de mil puta, que otra cosa no son si no quieren trabajar y eso que les decimos; y si les queda un cachito de tiempo, hermanos y hermanas, recen por Nosotros siete padrenuestros para que sigamos para siempre y se multiplique nuestra hacienda mucho mucho hasta el fin de los tiempos del universo divino, amén”.

Blanes apagó el televisor dudando si era èl o el cura el que se tomara unos whiskys de más, desoyó el teléfono y al carajo los matones. Al otro día viajaría a Cuba.

UN RENGO EN LA CANCILLERÍA.

En el viaje de nueve horas Blanes alcanzó a dormitarse pese al acompañante del asiento inquieto por descubrir las poblaciones, allá abajo. Llevaba la encomienda bien segura, hundida en paquetes de “Yerba La Pindonga”, una marquilla que hiciera imprimir el bromista Ministro del Interior. “ Qué misterio tiene la economía de mercado, se decía Blanes, tan cerca de Cali o Medellín en Colombia, ¿qué necesidad hay de realizar un desvío de mercadería por Buenos Aires?.

El aeropuerto José Martí existe en continua reparación, dijo alguien al descender. Es muy difícil construir porque si no quema un sol africano, llueve; y otras quejas siguió oyendo Blanes hasta el hotel St.John, donde el balalaiko acondicionador de aire ruso le cambió por un ambiente más respirable pero ensordecedor. Reparó ahí Blanes reparó en un personaje rengo que le sonriera en el vuelo y ahora le guiñaba un ojo. Al verlo de nuevo en el ascensor el fulano se apresuró a irse como si lo persiguiera el sida; y “este agente no me tomará desprevenido” se afirma Blanes al ir caminando por la 23, es avenida ancha del barrio El Vedado. Ajustas bajo el brazo un libro que debe entregar en Casa de las Américas ; la gente aguarda el autobús, conversando. Las gugus son de tres puertas y resulta imposible ordenar una cola que los cubanos hacen para todo, según lo instruido por la computadora. Por la segunda esquina le pareció divisar al rengo, cruzando normalmente la calle y lo perdió de vista. Ya volvería.
- Quiero entregarle este libro a Fernández Retamar.
- El no está, chico- le contestó la empleada y le entregó el teléfono antes que Blanes se lo pidiera. La conversación con la Embajada duro siete segundos; a las nueve en punto irían a buscarlo al hall del hotel. Al salir, la empleada que lo miraba con ganas le sonrió. No hay caso, los argentinos no caminamos tres pasos sin que una mina se nos muera de pasión entre los brazos, se agrandó Blanes.
Por la calle avanza un ejército de turistas japoneses tomando fotos del Malecón. Unos pibes los persiguen para cambiar dólares por ocho al cambio oficial. “Sonaste Fidel, si seguís jodiendo con la moral socialista, no fabricás pantalones jeans ni abrís unos prostíbulos gigantes, te vas al descenso”; disfruta Blanes la idea. En verdad, venía molesto porque esa parte de la ciudad lo deslumbraba y según la orden de la Oficina, a Cuba no hay que darle ningún elogio. En el hotel. al pedir las llaves de la habitación 902, se le adelantó el tipo rengo.
- Ya la tengo, Blanes. Seguime – y él sale atrás, obedeciendo. Quizá los espías que guiñan un ojo y tienen renguera, sean sanguinarios y decididos; así que en el
ascensor viajaron oyendo el quejido de la veterana mujer que lo conducía por el poco respeto de los turistas a las costumbres del país, dijo. Al bajar sin entender qué clave extraña transmitió la ascensorista al hablar, Blanes dejó que el tipo se le adelantara caminando con normalidad, abriera y cerrara la puerta de
la habitación y encendiera el acondicionador acústico del aire.
- Vos no eras rengo? Debió gritar Blanes.
- No, puro mimetismo para disimular. Acá tenés cuatro paquetes de yerba. Me entregaron cinco, pero uno me lo guardé de recuerdo.
- ¿Vos sos el célebre rengo de la Cancillería y me "mimetizaste" medio kilo de la mejor pureza? – y Blanes no podía gritar más fuerte.
- ¿Me querés torturar o decirle a la cana de Cuba que nos ayude a buscar lo que falta? Blanes, yo soy un cura católico corrompido por el poder que trabajo de camello por unos pesos. Perdóname hijo mío - el histrión le guiñó un ojo y hundió la cabeza adentro de un walkman, haciendo ritmo.
- Sí, y yo soy el rey de los boludos, - apenas pronunció Blanes pensando que si María Verçonica lo viera se reiría con ganas. Y convencido que de no aumentar el presupuesto para Inteligencia o tomar un buen examen de ingreso a los espías el Mundo Libre se iría al carajo, Blanes se tiró en la cama dudando dormirse por un rato o para siempre.

NOVIEMBRE DEL 56, CALENTANDO MOTORES Y ESPERANDO AL GRANMA

La noche del 29 de noviembre del ‘56, en la calle Estrada Palma se juntaron unos cuantos para asaltar la Jefatura de Policía. Al amanecer algunos han despertado vestidos con uniformes y brazaletes del Movimiento 26 de Julio. Alumbra la primera luz y uno de ellos, Willy Martinez, se expone a ser visto desde afuera; son tan principiantes que los viajeros de una guagua se animan a desearles buena suerte y lo único que falta es gritar "Viva Fidel y Abajo la Dictadura". Son veinte
debutantes en apoyo al desembarco del Granma; y empiezan a salir desde la casa de Emiliano Corrales, comandados por Otto Parrellada. Doce de ellos se dirigen al cuartel de la Policía en tres autos, a razón de cuatro combatientes por carro; porque las armas no alcanzan y les quitaremos a los policías para que toditos puedan luchar. Pepín Martínez y Michel Bermúdez transcurren la noche descifrando una ametralladora "30", que veían por primera vez y luego le comprobarían el funcionamiento en la pelea. Una célula tomaría el fondo de la Escuela de Artes Plásticas y la comandada por Pepito Tey la puerta trasera de Padre Pico. Cerca del objetivo debieron cambiar lo previsto al robar un coche sin combustible y después, quienes debían cambiarle los vehículos en el garage Wiloro ni aparecieron. Así que frente al Estadio Maceo se addueñaron de una guaguita de la Cubana de Aviación para quince personas y en el trayecto discutieron los planes del nuevo ataque...

Principiantes vestidos de guerrilleros que saludaban desde la ventanilla, calientes de mito y valentía viajan gritando "Viva Cuba Libre y la Revolución"; y montados en pelo atropellaron el cuartel policial por la entrada de San Carlos.Enseguida empezaría el tiroteo. Los policías no mostraron sorpresa y arremetieron a lo que trepaban al techo de Escuela de Artes, buscando dominar el patio de la Jefatura. Fuerza y tironeo por cargar la única ametralladora, dos guerrilleros alcanzan un muro alto, tiran una Molotov y ahí retroceden los uniformados de Batista. Son los días finales del 56, el Regimen se debilita, se entreveran los disparos y aún no se oyen aullidos de dolor de una pelea verdadera. El combate es un juego meticuloso, chiquilines de la guerrilla y policías panzones con uniforme oficial;
los disparos cada vez más cercanos astillan las ventanas del patio, pulverizim las tejas, hay dos que no terminan de instalar una ametrallpdora en la terraza. El juego se define en movimientos precisos, nadie guarda sitio para el miedo, quien estuvo en esto sabe existe pelea cuando tu hermano cae con la cabeza volada y seguís metiendo bala..Y Otto Parrellada, 28 años. Por ahí entró en la trampa de una falsa rendición de los policías. Pollito bebé pretendiendo avanzar, se incorpora, se muestra para la foto y un disparo de Blanes que no desperdicia bala le acierta definitivamente. Nadie debe pelear por su cuenta, muchacho, la sien es un blanco perfecto y mucho coraje revolucionario hace que uno menos, sea uno menos...
Del otro grupo atacante cae Pepito Tey en la escalera de Padre Pico. También le acertaron a Tony y ya el 26 de Julio busca la retirada luego de cojudear, dando y recibiendo. Y el último recurso es meterle candela al cuartel con las Molotov caseras que fabricara Casto Amador: pirotecnia poco etectiva, igual que las granadas Mendoza, tan escasas de aceite. Es cuando uno de los Martínez descubre una bolsa en la terraza, con todos los cócteles Molotov, buenos y malos. Les echa lumbre y acierta al ventanal del patio principal. Entonces sí es un verdadero incendio; el viejo edificio de la Jefatura, "Joya Arquitectónica de la Colonia” ardiendo de lo mejor. Y a correr muchachos. Los policías desesperando por alguna quemadura salieron detrás de esos combatientes empecinados en llevarse a la calle el germen de una historia diferente y por el mal oficio de ambos bandos, esa vez en las veredas de Santiago de Cuba hubo muertos inocentes y ajenos al tiroteo. Fue el 30 de noviembre del ‘56

PRINCIPIOS DEL 65, ¿TODOS LOS GALLEGOS DE CUBA SON ALCAHUETES?

Muchas remeras con su imagen se hubieran evitado si al Guevara ese lo liquidaban quince o veinte años atrás, cuando jodía a los peronistas, que jamás lo quisieron, y él los arengaba desde la boca del subterráneo. Un solo tiro, las fuerzas del orden repelieron la agresión de un estudiante artnado y a otra cosa; boca abajo en la vereda, corridas desordenadas de pocos estudiantes puteando y gritando, cordón de la infantería con los perros furiosos y al capítulo siguiente. Más adelante no existirían fotos con la barba,la boina con estrellitas ni la compadrada del habano, asmático de mierda. Un balazo bien pegado y Blanes no andaría por la Plaza de Armas de La Habana vieja, con la pretensión de interrumpirle la historia y visitando edificios construídos allá por 1700 y pico.
Llegado al Palacio del Segundo Cabo, Blanes entra por una galería, rodea un patio interior y sin distraerse demasiado en apreciar columnas, fuentes y dibujitos en las piedras, busca a un gallego llegado por la Guerra Civil de España y que según le paguen, comentará cuánto sabe y le conviene. Ni media frase de exceso, hablará sin comprometer a nadie, saliendo del Palacio, eso sí, a charlar con el argentino en lugar abierto, cruzando la Plaza de Armas y apenas detenerse señalando cualquier estatua que deba ser mostrada. Gran Palacio de los Capitanes Generales, allá el Castillo del Morro, bella ciudad es La Habana, reliquia de la colonización de los españoles; pero siempre los dos caminando sin detenerse, el gallego con expresión de conocedor y el otro oyendo en versión turista. La calle costanera, el agua, el paradero de las guaguas, "a usted le asombrará lo desordenado que es el cubano para coger el autobús", es una crítica permitida por el gobierno...
Sí, el hombre es gallego, vino cuando la Guerra Civil y se quedó a vivir en Cuba, metejoneado con una mulata formidable; un episodio lejano y superado.
-Y trabajando siempre en política, de otro modo no tendría mucha información. Llevo mis años aquí y conocí muchas revueltas. El castrismo no es bueno ni malo, hay que saber mirarlo, la persona que a usted le interesa en Cuba ya está jugada. Así les gusta decir a ustedes los argentinos, pero su hombre no quiere permanecer aquí. Ultimamente ni siquiera es sarcástico, habla menos y se lamenta de aburguesarse. Me estoy achanchando, dijo la otra tarde, y el asma cada día lo destruye más prolijamente. En el fondo, no quiere morir ahogado, amortizado anónimo en una cama y desfigurando la imagen romántica del revolucionario. Eso a él no lo conforma, es un empujador de la historia y un argentino presuntuoso como cualquiera. No quiere morirse en un hospital y prefiere cambiar el argumento de un manotón, apostando a su instinto y a la improvisación. Un sueño irrealizable es un disparate; dígame a mí del voluntarismo y los milagros; yo en España y con Franco de enemigo, este sueño lo aprendí y lo ignoré de todas las maneras. En la lucha, los empujones insensatos no siempre salen bien. Su hombre se irá a Bolivia, andará por La Paz, Cochabamba, se oyen esos nombres en La Habana y lo más probable es que ingrese por Perú, con un buen pasaporte uruguayo. Dos hermanos que pertenecen a su grupo todavía andan por aquí, Papi y René Tamayo, pero ellos ya saben que en Bolivia nadie está muy convencido de meterse en una lucha armada. Eso del foquismo revolucionario, usted lo conoce, es una técnica del pasado; y a los sudamericanos no les hable de pelear en serio contra el Poder.Siempre han preferido el discurso, que resulta menos riesgoso. Y me parece bien. Otro día seguimos charlando, gracias por su regalo y en esa guagua que está llegando hallará un buen sitio. Adiós.

Buena información, tenías que ser gallego para ser alcahuete, piensa Blanes; acaso por no perder una frase a medida para la ocasión.
Unas mulatas fenomenales le sonríen al pasar; y no podía ser de otra manera, Blanes. Aprovechá que María Verónica no aparece y aunque nadie lo confiese, uno sueña para sentirse mejor.

UNO CON ANTEOJOS OSCUROS Y CABEZA RAPADA

A Oficina tiene su propio estilo y hay que esperar, aunque algunas escenas pudieron representarse antes y sin permitir que este personaje se luciera más de la cuenta. El mejor procedimiento sería que ni bien un asmático comenzara a calentarle la cabeza a la gente, bajarlo donde se lo encuentre y sin dejarlo tomar aire. Y menos a un fulano como este, discutidor de todo; un roñoso sin necesidad a quien debieron aguantarle que camine tranquilo por Bolivia, agrandado y prepotente, fumando una pipa y visitando gente que nadie sabía quienes eran.
Ramón ha de ser tu nuevo nombre de guerra, y entraste a Bolivia con un boleto a nombre del uruguayo Adolfo Mena González, vía Madrid y San Pablo, usando anteojos oscuros y la cabeza pelada como una bocha, la cara bien afeitada y tu gorrita de guerrillero hundida en el fondo de tu mochila; pero te advierto que por orden de la Oflcina debo aguardar que te refugies en el monte con tu grupo de fanáticos seguidores, que allí nos veremos, Ramón.

CON LENGUAJE DIPLOMATICO

Blanes se despertó por las nueve de la noche y descubrió una Santa Biblia que el rengo le dejara en la mesita de luz. El delirante le afanaba medio kilo de máxima pureza y encima le tomaba el pelo ¿Semejante hijo de puta sería de verdad un cura católico?
A las nueve en punto llegó el Embajador Argentino al hall del St.John, sonriente y vestido deportivamente de blanco. La mujer que aguardaba en el auto era claramente menor y estaba muy buena. Durante el viaje hacia la embajada no se mencionan detalles y Blanes, sentado atrás y con el bolso sobre el piso, siente que la mujer lo mira a rachas. No empecemos por favor señora, que los hombres de la Oficina no somos de piedra. Sos hermosa, no llegás a los cuarenta y tu señor Embajador ya cruzó largamente el palo marcador de los sesenta. Un par de noches agitadas y lo mandás al tacho, se consuela Blanes Aunque si esta dama anda buscando réplica, él ha venido en misión patriótica y todavía falta explicar cómo el rengo converso salvó su alma sacrificando un paquetito de "La Pindonga, Flor de Yerba". Entonces Blanes, calma con la señora diplomática y a enterarse que la residencia de la embajada es un palacete magnífico más allá del barrio Miramar, que no se inundó ni en el huracán del 93, que se pagan de alquiler dos mil seiscientos dólares mensuales y es una de las casas m¿is lindas de La Habana, que a Eidel le gusta mucho visitarla. Y que con esta vivienda y esa mirona embajadora, cualquier atorrante trabaja de representante argentino, qué joder.

Llegaron al salón comedor y luego de una copa, a cenar. Souflé de queso, vino italiano en una canasta que entre el embaja y Blanes no dejan reposar y música suave que eligiera la señora. El guacho del mucamo, un cubano aporteñado, lo atiende con tanta deferencia que Blanes advirtió una .sonrisa sobradora: "la cla.se no se adquiere así nomás y el Príncipe de Gales m;mipula el tenedor de un modo menos ordinario", sabe que el otro pensaría. Pero jodete .sirviente y servime con delicadeza o te mando al paredón, piensa él.
-¿Así que el fraile ese le mejicaneó la merca, Blanes?preguntó de sopetón el Embajador Argentino, y prosiguió. Por mucho menos, a cualquier camello lo revientan de inmediato. Así que usted sabe, basta de pelotudeces y no se olvide que el negocio es sagrado.
Blanes metió un buen trago entre pecho y espalda, y en ese momento sintió que por fin accedía al cerlero lenguaje diplomático. El Embajador lo miró fijo y durante la siguiente hora lo anotició con hl repetición de un discurso de creciente emotividad, al que de no mediar esa patriótica sobremesa,
Blanes jamás hubiera accedido. Y aunque el recuento fuera aburridamente usual, el señor Embajador prometió explicarle en un rato nomás, con instrucciones y detalles, los verdaderos motivos de su viaje a La Habana; y para ello, en el primer vaso de whisky ya le advirtió que no se distrajera tanto mirando las piernas de su mujer; la Susana; y le prestara mejor atención si quería conocer el asunto principal. Que no era solamente traer esos paquetes de yerba mate para uso diplomático, sino algo más serio. Por ahí Blanes vislumbró la cercanía de una misión enorgullecedora: liquidar a Fidel Castro. ¿Cómo recién lo comprendía? Al menos hubiera ganado tiempo en averiguar dónde dormía el Primer Ministro, que a los cubanos tanto les agrada mencionar en las conversaciones. Pero los primeros datos operativos Blanes recién los recibiría ni bien el Embajador terminara de contarle que muchos compañeros habían entregado su vida en esa lucha contra los enemigos de siempre; una lucha que se iniciara cuando pocos lo saben, y usted Blanes menos todavía, nosotros descubrimos la traición de quienes actúan contra los Altos Intereses de la Patria, desoyendo el mandato que viene desde el fondo inmortal de la historia y un clarín ha tocado atención, redondeó entonado el Embajador. También se enteró Blanes por su relato que juntos con el señor Ministro y el mayor Chávez, en una noche de festejo inolvidable habían jurado llevar hasta el final la estoica lucha contra el enemigo apáitrida. A esa altura. ya el mucamo cubano los consideraba con una sonrisa leve y por el whisky número cinco Blanes intuyó que se había llegado el momento de conocer oficialmente el verdadero motivo de su viaje; pero el Embajador Argentino volvió a extraviarse por los polvorientos rumbos de la patria, haciendo un desvío con escala en Miami “donde nuestro gobierno tiene tantos buenos amigos cubanos defensores de la libertad,como vos y yo sabemos, mi querido Blanes, compañero de toda la vida” y ahí se abrazaron. Dos copas más adelante, Blanes volvió a creer que no habría mejor instante para oír "así que pensamos en vos,el mejor para este difícil trance", pero siguió escuchando que la lucha contra la antipatria proseguiría hasta la muerte y de paso que "la Susana" le mandaba saludos a María Verónica con quien habían trabajado juntas en un Club de Buenos Aires. Y al salir de vuelta para el Hotel St.John de una buena vez y para siempre, el Embajador empezó a recitarle las verdaderas instrucciones de su viaje a Cuba. Pero de pronto el tipo lo despidió de lengua tan trapajosa que Blanes, quien hasta ahí secundara las heroicas libaciones, no entendió bien esa idea de meterle un escopetazo al Unicornio Azul. Y acaso mejor así, porque cuando el mucamo cubano lo descendió del auto en la entrada del hotel, apretándole un brazo le anunció por lo bajo.
-Despacio señor, que los extranjeros se accidentan con facilidad si pretenden bailar rumba.

EROTIZACION DE PAREJA MINISTERIAL

El señor Ministro del Interior sirve dos copas de vino blanco y se convoca a incitarse con su mujer, ofreciendo un brindis lujurioso.
-¿Qué hiciste ayer?
-Fui al cine.
-¿Era de amor? - convite al apareo que María Verónica internaliza. Tu macho ya volvió del viaje a Cuba, ¿Lo viste?
-No me jodas con ese asunto.- lúbricamente la mujer sorbe su elixir.
-Después hablamos, pero ¿qué pasó últimamente con el Arzobispado? - el voraz deseo del hombre se adivina en sus ojos encendidos tras la pregunta. (Bueno, no es para tanto)
-Hablé de nosotros, de la honestidad de nuestro gobierno.- María Verónica ya recogió el calentante código. Vos sabés que los curas nunca dicen nada especial, salvo ese sotanudo baboso de la Secretaría que investigó porqué pedías Informes Confesionales. Pero eso ya te lo conté la vez pasada.
- ¿Y vos sos tan boluda que no le dijiste que esa información valía por otra?.-dulzura de marido sensitivo.
-¿Estoy sometida a interrogatorio? Ellos informan a cambio de servicios; ustedes pasan y la Gran Institución permanece. Dicen que el gobierno todavía les debe la agitación estudiantil y otras reclamaciones. Así que dejate de joder.- la mujer exhibe en su respuesta una ansiedad sexual que vulnera todos los pudores.
-Y nosotros te enviamos porque los curas gustan de las feligresas atorrantas como vos.- ternura licenciosa. Además defendés los intereses de tu creyente familia en el negocio mas lucrativo que existe.
-Callate la boca, infeliz:la mujer asiente en voluptuosa suavidad. A mi tía le reventaron el departamento de Palermo Chico y tus policías se dan el lujo de exhibirla en televisión. Ya lo van a pagar esos negros de mierda.
-Hagamos las paces antes de cenar, putona.- calidez y ojos entrecerrados del rendido amante.
-Sí,pero mañana ocupate de librar las dos valijas demoradas en el aeropuerto, cornudo, y que mi familia no siga apareciendo en los diarios- María Verónica libidina su copa y sonríe, románticamente.
-Mañana vayan a retirarlas y tengan más cuidado. oligarcas de segunda.- lascivia desentrenada en cada trase.
- Vos cuidate de los uniformados que envían saludos a la puta que te parió.- erotización a la entrepierna del señor Ministro que recuerda al mayor Chávez.
-Mi esposa tiene sentido del humor- y ahí romantiza el hombre una dura puteada.
De la cocina y detrás de la mucama, sale un custodio de bigotes y traje marrón, luciendo despreocupadamente su pinta de custodio y con un vaso de vino en la mano.
-Serví la cena ahora, que deseo acostarme temprano -dice María Verónica y entrega su copa vacía a la sirvienta. Pero en su disimulada calentura animal, en segundo plano la esposa del Ministro se divierte desnudando otro lúbrico diálogo de teatralita provinciana, que se le ocurrió.


¿Qué hiciste ayer?
-Fui al cine.
-¿Una de cojer?
-Sí, trabajaba tu hermana.
-Si seguís encamándote con ese tarado de Blanes tendrás un tiro en la cabeza. (Acaso esta amenaza no sea oportuna ni literaria. Perdón lector).
-Ese tarado se llama Blanes y trabaja para vos.-
(Se arrepiente la mujer y elige una frase más contundente).
-Mi macho se llama Blanes y me coge mejor que vos.
(Que la parió; esa le duele a cualquiera).
-Ya lo sé; también que es un boludo que se dejó afanar ciento cincuenta kilos. (Una flor de obviedad, digna de un marido afín).
- Si lo mejicanearon los de ejércitoes un asunto tuyo. Igual mi familia quiere las cuentas claras.
-Sos una hija de puta, vos y tu familia.
(Puteada prematura que más precisa sonaría después).
-Que aparezcan enseguida los dólares, que a vos te pagan para eso.
(¿Cuántas veces ella repitió esto?).
-Sos una hija de puta, vos y tu familia.
(Aquí ya calza mejor la expresión postergada).
- Vos y ese fantoche del Presi están para eso.
- (Según las circunstancias, puede decirse "ese fantoche narcotraficante del Presi").
-Sos una hija de puta, vos y tu familia. Cuatreros patasucias.
(Esta frase puede trocarse a gusto).
-Y decile a tus vigilantes que dejen de mirarme gratis el culo, esos pajeros. Si lo sabe Blanes, los revienta.
(Soberbia libertaria frente al marido, con brutal dependencia ante el amante. Parlamento no apto para feministas).
-Por favor, a Blanes no le digas nada. Trabaja para la oficina y tiene una computadora en el ropero.
(Mariconeo extremo del marido. Sobreactuación).
-/Miren qué pícaro y vivaracho es el cornudo/
(Inflexión mujeril extremadamente barrial. Hay cambios).
-Vos y el Presidente son dos mafiosos, sirvientes de la Oficina.
-No te olvides del Arzobispo.
(Secreto ineluctable que entraña peligro; así que María Verónica elige para final una frase que le sale del alma).
-Andate a la mierda, maricón.

EL VIRUS DEL PROGRAMADOR NO SE RINDE.

En toda guerra respetable se habla de realizar un movimiento de pinzas: y en esta Guerra Sucia la maniobra buscó cortar ls suministros del enemigo. Por ello atacamos los sitios de abastecimiento a sus formaciones bélicas más peligrosas. Los Hijos de los Obreos que Saben Leer, irresponsables y sanguinarios, y a los ironistas que sonríen, alimañas de perpetua acción subversiva cuya técnica sangrienta es ironizar sin reirse de cualquier cosa. Entonces para enfrentarlos hubo intensa actividad casa por casa y contra lo hijos de los obreros que saben leer se luchó bravamente en los Sindicatos, con la colaboración de los Sindicalistas Respnsables que nos ayudaron a destruir las traicioneras casamatas de los inconformes. Combatimos en aisladas bibliotecas de barrio, patrullamos librerías y kioscos de periódicos, se investigaron las escrituras impresas al dorso de los boletos de los autobuses y trenes; y en los textos más inocentes y candorosas verificamos si Las Sagradas Palabras se respetaban con mayúscula o eran subvertidas con minúscula: Religión, Sanmartiniamo, Patria, Propiedad Privada y Club Atlético... fueron semánticos valores a defender. Tribulamos agotadoras marchas por selvas y valles, por el claro caminito criollo florido y soleado nos jugamos la vida, también en cumpleaños de quince y en inhabitadas montañas donde no vive ni el loro y hasta en satánicas tribunas de futbol enemigo. En toda posición sufrimos el traicionero ataque de los ateos apátridas que nos Ironizan o permanecen impasibles ante los chascarrillos institucionales de nuestras autoridades, reideros decretos. Abatimos tres jardines de infantes de salita rosa, exigimos repetir el cuento “La Cenicienta” cinco veces al día y quemamos quince partituras de la canción “Qué mala pata tiene el pirata”. Compatriotas: lo hemos jurado ante los Símblos Sagrados y cumpliremos en exterminar al Irónico Enemigo de nuestra Tierra de Propiedad Privada, por nosotros y el bienestar de nuestros antepasados, también – culminó al fin su arenga el recién ascendido general Chávez.

QUEJAS CON DIFERENCIAL A CONTRALUZ.

Sn conocer que el auto pertenecía al Ministerio del Interior y hablando sin parar, el mecnánico afina la carburación y el encendido del motor. Mientras aguarda, Blanes lo mira mover las manos a menor ritmo que la lengua y se aburre d su discurs. “Porque parece que todos los comisarios de barrio se llevan seis mil dólares extra que aportan los banqueros de juego”, recalcó el tipo. Es buena plata, coinciden los dos cuando el otro acerca y aleja de sus ojos una pequeña pieza de bronce tras alguna suciedad que impedía la puesta en marcha. El taller derrocha olor a ropa engrasada y aceite usado, un diferencial en desarme cuelga del forzudo aparejo a cadena y juega con la escena; engranajes que se mueven lentos alumbrados por las hebras soleadas de la tarde le confieren un toque de escultura moderna. Algún artista plástico apreciaría aquel motín de reflejos entre los brillos de canales niquelados, pero Blanes escucha como el mecánico se intriga por cuánto cobra una familiar del Presidente para gestionar permisos aduaneros y el diferencial sigue ahí; estallido de colores y contorno, mecanimso destellante suspendiendo luces, enigma y milagro de la forma incitando a que el mundo despierte del complaciente sueño. Metales reanimados, apenas eso, Blanes...
- Deben cambiarse los platinos si quiere que esto funcione - avisa el mecánico y agrega que hay una sola manera de evitar que los gobernantes sean corrompidos por el negocio de la droga. Y tristeando por no conseguir fugarse de la realidad, Blanes se distrae mirando la calle. Buenos Aires no es la misma que conociera cuando llegó de su pueblo entrerriano y él entonces ni soñaba en conocer de cerca los negociados y las traiciones; tampoco en encamarse con una mujer como María Verónica o de sentir de cerca como una patrulla de militares le incutaron ciento cincuenta kilos y lo pusieron en desgracia. Y menos todavía que unos tipos muy pesados le reclamaran la devolución de diez kilos, algo imposible, y ayer mismo recibió una orden muy difícil de cumplir. Una orden tan dolorosa como recordar aquella impotencia con Edna en el carromato del circo o la matoneada de esos dos que la noche anterior se metieran a cara descubierta en su departamento. “Blanes, te quedaste condiez kilos que no son tuyos y se te acabó el tiemnpo de ser un gigante hermoso. L orden debe cumplirse en silencio”, le dijeron como si recordaran un libreto y sintió en el hígado un golpe terrible que lo derrumbó a lloriquear y gemir hasta la madrugada. Fue un pequeño anticipo de cómo puede golpear un boxeador profesional aunque esté retirado. Y ahora el mundo sigue andando, Blanes, pero no mantiene esa armonía que hace sentir bien; ¿cómo ese diferencial jugando con la luz de la tarde o un diálogo con María Verónica?

- ¿Comprendés bien las reglas de este juego?
- Las voy conociendo.
- ¿Sabés que las órdenes se cumplen en silencio?
- Y que nadie debe oponerse a Disneylandia.
- Bueno, tampoco tomes todo así, porque entre nosotros nadie es fanático de la lealtad.
- No es necesario, ya lo sé. Anoche tuve una visita celestial...
- Vos me gustás porque sos ingenuo, pero es demasiado si no aprendiste que los poderosos administran cualquier negocio, el que sea. Lo que conviene les corresponde.
- Con el tiempo lo aprenderé bien.
- Alguna vez te contaré la historia de Juan Moreira.
- Ya la conozco.

ABRIL DEL ’48, AL BOGOTAZO NO FALTÓ NI HUMPHREY BOGART.

Por el año 1948, la Embajada Argentina en Colombia funcionaba en un caserón de tres pisos; reminiscencias de antiguo colegio inglés y resonancias de honrosas disputas a golpes de puño entre caballerosos adolescentes de buena familia. Y sin haber curtido ni de lejos esos antecedentes, en la explanada de ese palacete Blanes baja de un Ford modelo ’46, a su disposición desde que llegó a Bogotá. Un camino de piedra colorada circunda el jardín del edificio techado con tejas verdosas de musgo, y en la escena Blanes viste un impermeable desabrochado y un sombrero aludo que se quita por el segundo escalón. Su traje azul le calza un pinta de buenosaires que aprecia como culquier argentino nacido en el interior. Blanes ha pasado la noche con Mary Welch, enfermera de la embajada de United State y hoy temprano desayunó con Mac Johnson, corresponsal del Herald Tribune. El tipo ese controla información de primera y juntos oyeron la transmisión del juicio contra el teniente Cortés, un oficial que hace unos meses asesinó a un periodista y ahora es defendido por el abogado Jorge Eliecer Gaitán; el hombre político más destacado en un escenario con muchas representacines: la Confencia de Cancilleres, el juicio del militar; un Congreso de Estudiantes Latinoamericanos y mucha agitación entre la gente.
A Gaitán lo llaman Jega y vive en Santa Teresita, una zona exclusiva. Blanes ya tiene bien estudiada su casa y una eliminación en Colombia, con asesinatos diarios de un lado y de otro, es un juego de chicos. El gobierno de Ospina Pérez , la división del Partido Liberal, los nuevos millonarios de la droga, el ejército tan desorientado, la reunión de los cancillres; una ensalada condimentada con variados gustos.
Blanes sale de la embajada con una caja de alfajores y por un instante duda si su imagen es la misma de cuando entró. Tampoco sabe que siempre existe una mujer que condiciona la memoria de un hombre antes de su llegada. Y el recuerdo de María Verónica se le anticipa más de cuarenta años... Eso de su memoria anticipada le crea inseguridades, pero anoche pasó una buena velada en el departamento de Mary Welch y se convence registrando algunos fotogramas de la encamada. Ese sombrero y el impermeable, atuendo que tanta gente luce por esa época en Bogotá, le descubren una aspecto de Humprey Bogart aporteñado. “Nos imitan por lo de Gardel”, le comentó Iglesias, un chofer de la embajada que anda muy caliente con Mary Welch pero el hombre deberá esperar turno. Al mediodía Blanes maneja por el centro de Bogotá, un cartel esquinero anuncia “Almacén La Fortuna”, con letra cursiva; debajo una tienda de mujer “El Buen Gusto”. Por la Carrera Quinta lo detienen unos estudiantes que cortaron la calle entrenados en aquello de “abajo la dictadura y yanqui go home”.
- Yo que tu, chico, torcía por la otra calle – le habló un muchacho muy alto y de camperón oscuro. Blanes retrocedió con el auto sin discutir. Ese pibe no colombiano, seguro, y le pareció una estupidez vislumbrar esa cara de pendejo en afiches del futuro; barba canosa y un habano apagado en la boca. A esa hora del día, el Jega Gaitán había logrado la libertad del teniente Cortés y completado su círculo de prestigio nacional . Indio agresivo, hijo de un librero de viejo y una maestra, tez aceituna y pelo lacio engominado para atrás, buen orador, abogado desafiante, el hombre tiene su arrastre y puede llenar una plaza de gente afónica por gritar en ”a la carga, a la carga, Jega”. Y erigido en efensor del teniente que liquidó a un periodista, el indiazo taimado que dice no ser comunista tiene a todos los uniformes de su lado. Es de temer...

Blanes estacionó cerca del restaurant Monte Blanco y allí se encontraría con Mary Welch, su enfermera favorita. Rubia, piernas largas, un bocado; pero antes de verla daría un reconociemiento y sin secuencia intermedia se vio entrando por un portal de la Carrera Séptima donde Gaitán alquilaba su oficina. Por un segundo se entretuvo en leer una placa blanca con bajorrelieve dorado donde se memoraba la muete de Gaitán, en ses mismo lugar, en abril de 1948, y ahí volvió a molestarse con su memoria que s anticipaba arbitrariamente. Leyó una arenga grabada sobre un mármol oscuro: “Yo no creo en el destino mesiánico y providencial de los hombres. No creo que por grandes que sean las cualidades haya nadie capaz de lograr que sus pensamientos o determinaciones sea la deteminación y el pensamiento del alma clectiva”. Y él no sabía si antes o después, esas ideas le daban mucha bronca.
Blanes rebuscó su mejor naturalidad y entró por una puerta angosta contigua a un negocio de guitarras eléctrica y videocaseteras, y al subir los cuatro escalones de madera oscura de nuevo dudó si había dejado su sombrero en el auto. Le viene a medida ese ambiente de sigilo y silencio; a su derecha reluce una vitrina con trofeos y banderines, el empapelado a cada ojeada refulge diferente; en el fondo del pasillo Blanes ensaya un par de llaves en la oficina de Gaitán y abre en diez segundos. Al despacho del político más nombrado en toda Colombia por ese irrepetible mediodía lo domina un sillón de cuero marrón, tres ejemplares del diario El Tiempo, una fotografía de Gaitán asumiendo algún cargo, folletos dde la “Oración por la Paz” y muchos enmarcados desprolijamente. Blanes escucha el crujir de una puerta muy cercana, se calma sopesando un cortapapeles de ébano y lo vuelve a su estante, transpira, una agenda de taco cambiable indica viernes 9 de abril: el mejor hombre de la Oficina descunta que allí no le sucederá nada y vuelve unas hojas atrás: miércoles 7, “Rómulo Betancourt, 13,45 o 13 y 45,”,algo así- Ñieegp 12 almuzo”; y sigue algo más inentendible. Ahora sí, “Fidel Castro-Rafael del Pino” Uno de estos fue el estudiante que le cortó en la Carrera Quinta; conclusión sencilla para un agente de inteligencia superior. Ha dejado de transpirar, acaso no viste el impermeable y desafía al mundo dejando una tarjeta con su nombre debajo de la agenda, antes de salir invisible pero compadreando.

Si él abordara a Gaitán al salir de su casa en Santa Teresita el trabajo perdería efecto. Aquí, en el centro de Bogotá, su tarea tendá más repercusión; mucha gente se acerca por ver al orador que libertó al teniente cortés, “Jega a la carga, a la carga”. Al Roa Sierra, ese hermano del espía que trabaja en la legación alemana, lo necesita a la una de la tarde merodeando por la plaza Bolívar. Le hablará por teléfono y después irá al hotel Monte Blanco a darle un beso y los alfajores cordobeses a Mary Welch. El mediodía viene muy pesado y su imagen con impermeble y sombrero le seguía siendo imprecisa; tal vez habría dejado esas prendas en el auto. Vuelve un fotograma con María Verónica y vaya la imaginación a saber porqué el recuerdo de una mujer nos persigue cuando no debe y hasta con anticipación...
Mc Johnson, del Herald, le comentó cuando almorzaron que el hotel que Bogotá era una santabárbara a reventar con la primera chispa. La Conferencia de la OEA venía derivando a otras cuestiones; reclamos de indepndencia de Puerto Rico, los argentinos repitiendo el libreto soberano por las Malvinas; acusaciones contra Trujillo; el ejército colombiano con las arengas de Gaitán más caliente que negra en baile, los crecientes sobornos y apremios de los barones de la droga; Colombia, un polvorín. Y Mac Johnson, el corresponsal, de todo esto sabía más que un hombre de la Oficina. Qué extraño.
Blanes cruzó de nuevo la plaza Bolívar. En la Carrera Séptima una multitud que mira hacia arriba aguarda el final de una promesa o un eclipse de sol. Al divisar a Roa Sierra , Blanes le tiende indicaciones para que se detenga a unos metros, sin perderlo de vista. El se disimularía contra la pared y el plan empieza a cerrar relojeramente cuando Gaitán sale del edificio, mira a la multitud y sonríe. Se detiene al borde de la vereda y acaso el colombiano más destacado en ese instante de la historia imaginó un acto político espontáneo; pero estallan unos balazos y el hombre se derrumba hacia adelnte. Un disparo le penetró la nuca y antes que nadie reaccione se escucha gritar “mataron a Gaitán, ese hombre mató a Gaitán”. Y en última mirada, al alejarse, Blanes recoge los desesperados ojos de un tal Juan Roa Sierra, dijeron que vinculado a una embajada europea, cuando la muchedumnbre empezaba a despedazarlo.

CUANDO BLANES NO SUPO COMO VESTIRSE

“A tres días del asesinato del líder Jorge Eliecer Gaitán a manos de Juan Roa Sierra, -agitador profesional de 26 años y ultimado por la multitud en el sitio del atentado- persiste la ola de asaltos, desmanes y crímenes en Bogotá, la capital de Colombia. Se confirmó la existencia de grupos oganizados en destruir algunos importantes edificios; el hotel Regina, la Catedral Metropolitana y el Ministerio de Justicia. También se informa que muchos delegados a la Conferencia de Canclleres de la OEA, incluído el héroe norteamericano general George Marshall, están retornando a sus países. El gobierno de Ospina Pérez cumplió en responsabilizar a Moscú por los disturbios y un hermano del asesinado Gaitán culpó al comunismo internacional. Y según el corresponsal Mac Johnson, del Herald Tribune, una enfermera de la embajada norteamericana en Bogotá, Mary Welch, avistó desde una ventana del restaurant Monte Blanco, frente a la Carrera Séptima, a un hombre vestido de azul efectuando disparos en contra de Gaitán y huyendo del lugar. El líder político qu fuera Alcalde de Bogotá cayó abatido en plena calle, dando así inicio a una verdadera guerra civil. Indias envueltas en pieles hoy caminan por la ciudad en llamas, hombres enfurecidos vacían las tiendas de licores y en el interior del país abundan los asaltos a importantes haciendas donde habrían sido decapitados todos sus habitantes – informó el diario La Tribuna.
Por lo dmás, anoche las fuerzas del orden proseguían la identificación del cadáver encontrado en un automóvil Ford modelo 1946, cerca del lugar del hecho, vestido con impermeable y un sombrero gris de ala ancha, mezcla rara de Gardel con Humphrey Bogart...

AGUJEROS DE LA LLUVIA.

Pero esta vez Blanes no se conforma con inventarse una vulgar recordación salvadora. La lluvia, que no anda a ciegas, penetra sabiamente los agujeros de la soledad y nadie que anhele la cercanía de una mujer; esa imprescindible mujer dueña de los lugares; puede distraer su melancolía sólo con datos de una computadora. Cada minuto que se vive añorando es un diminuto naufragio, y en Blanes esa derrota es volver a llenar el vaso de whisky y bancarse un ataque de pesadez tanguera. Hay un instante en que todas las mujeres son una sola; un nombre, ojos de diluido color que cada uno renueva a voluntad, memoria de cabeza en la almohada, la promesa del mundo en la mirada. Esa mujer que se aguarda en soledad es ansia de piel estremecida y un modo de anoticiarse que los días sin esperarla son un poco más tristes. Y aunque Blanes ni piense que las mujeres dominan gracias a un íntimo secreto, igual decidió telefonear a María Verónica de una buena vez y aunque los alcahuetes de la telefónica informaran de imediato a quien no debieran. Y ella se largó a visitarlo.

- Yo siempre me sentí una puta fina, pero se empeñan en llamrnos “Young girl”, profesional de alto nivel, fiesta íntima en departamento con champán, a veces eran dos mil dólares. Para exclusivos.
- Nunca te hubiera conocido así.
- Mi marido sí; es un miserable de esos que si ñpgram un cargo por una provincia miserable, viven como magnates el resto de su vida. De los clubes costosos de gente bien llegan los mejores clientes de nuestro negocio. A él yo cumplía en atenderlo y acostarme cada tanto y cuando lo nombraron Ministro quiso casarse.
- Y para vos, nena, es lo mismo que trabajar en una oficina.
- Ni loca, yo nunca trabajaría en otra cosa. El mejor destino es divertir a un hombre, hacerlo feliz, engañarlo – ella sonrió al proseguir. Es un juego hermoso, sentirse mimada, protegida, usando la condición de mujer todo el día. Este oficio no se cambia por nada, vivir entre lo placentero y la fuerza del poder gracias a una entrepierna bien dispuesta...
- ¿Y por qué cambiaste de profesión?
- Es igual, con diferentes reglas pero igual. Soy la esposa del Ministro, yo te doy, vos me das.
- ¡Y te acotás conmigo, que no te doy ni la hora!
- Este es un recreo pero ninguna hembra sensata abandona esta profesión definitivamente. Una se siente homenajeada y a veces, hasta bien cogida. No sben lo que se pierden los que nunca le pagaron a una puta fina. Las señoras hacen la cama como un scrificio, anunciando en cada encamada que les va mal en la vida. Cogen sin reirse, con un gesto de fatalidad, pero entre nosotras desnudarse es una ceremonia, una comunicación alegre. Vos no entendés, Blanes, es un mandato de las elegidas exhibirse como una es, un buena puta que todo lo hace con alegría.
- Lindo discurso para defender el negocio. También decime que gozabas en la cama.
- Por supuesto, como una buena cortesana. El orgasmo nunca debe rechazarse, es gratificante. Dicen los psicólogos que no verle la cara a Dios es destructivo y las sabias cogedoras aceptan sin decirlo que con la mayoría que se encaman por plata, lo harían gratis. Aunque por dignidad profesional no se comente fuera del gremio.
- Mirá lo que estoy aprendiendo.
- Las mujeres conocemos la naturaleza del amor y la risa. Las morales llegaron mucho más tarde, cuando ya dominaban el mundo la seducción y el secreto. De otro modo las mujeres no manejaríamos el mundo como venimos haciendo hace siglos, porque el afecto s el enigma más serio de la humanidad.
- Ahoras también decime que el puterío es un enigma y me suicido, nena.
- ...alguien simula amor y el otro acepta entregar dinero, protección, poder. Si es así hace milenios, ¿cuál es la hipocresía del amor profesional?
- ¿Cobraste alguna vez por acostarte con otra mujer?
- Po supuesto, es parte del oficio y tiene el encanto de lo sobractuado. Dos mujeres profesionales pueden fingir calentarse entre ellas y el cliente finge qu eso es verdad y paga, porque necesita hacerlo.
- Te felicito, eso no lo hubiera imaginado.
- Solamente los cavernarios suponen que es virtuoso no pagarle a las mujeres; son los mismo supermachos que por no renunciar a la erección atlética obligatoria arruinan la alegría de aparearse; y así siguen entregando el poder. ¿Ahora sabés por qué me hizo reír el panfleto de los estudiantes hablando de las mujers tan prostituídas que se acostaban con jueces y funcionarios? ¡Qué pendejos guachos!
- Decime nena, ¿no podemos hablar de otra cosa?

CON MEDIO GRAMO MÁS SERïA EL DERRUMBE.

María Victoria volcó su cabeza contra el borde la bañera. Un silbido del aire flamea livianamente entre su pelo negro y Blanes, derrumbado en el marco de la puerta y con una humedad blancuzca baboseando su boca, la presiente lejana. María Verónica desnuda sobre el piso y Blanes no recuerda que en su última respiración la mujer pronunció un nombre que él jamás había escuchado antes. Acaso fueran suposiciones aquello de los secretos femeninos pero igual él entiende que debe vestirse, dejar la habitación como sea y sin que lo vean; pies de algodón, sigilo de gato. Esta María Victoria no se midió y casi me liquida tambiénl, y por suerte el departamento era de una amiga porque ni en el cine se ocultan los cadáveres inesperados. Blanes rebuscaba alguna ingeniosidad y no conseguía siquiera embocar una pierna en el pantalón.

- No seas estúido y ayudame que me siento mal`- se quejó María Verónica desde el piso del baño y Blanes recuperó el aliento perdido.

OCTUBRE DEL 67. POR QUEBRADA DE YURO DEAMBULAN SOMBRAS

Blanes sabe por la computadora que algunos hubieran preferido que con Guevara la pelea fuera más pareja. Sin embargo, las cosas están dispuestas de esa manera y ya no tienen remedio; allá abajo el grupo guerrillero busca guarecerse tras el saliente de una roca. Ahora en Vallegrande son apenas unos quince tipos y tres meses atrás, cuando cualquiera los cruzaba por Sumaipata y el Coco Peredo y Aniceto se divertían con largarlos en pelotas por el camino, eran unos veinticinco o treinta. Y Blanes está programdo que Guevara es un perdedor, no tiene apoyo, lo que intenta le sale mal, y para la Oficina lo menos importante es evaluar si la pelea es pareja o no, ese criterio de aficionado.
Quebrada del Yuro, 6 de octubre del 67, ya es tiempo de finalizar con la historia y la creencia de abuelita asustada, que ante cualquier loquito parecido a este hay que salir a batirse de cacería. Los guerrilleros dominan el monte, asaltan los micros con turistas, quieren adueñarse de nuestra tierra., y qué hacen los cuidadores del orden? La gente que paga una miseria de impuestos enseguida se asusta y reclama protección, como si en el cuartel los militares se rascaran. Pueblo superticioso de mierda, no hay caso...

Nítidamente los hombres pueden ser vistos de arriba. Son unos quince que pasaron ahí la noche y recién el mismo Che Guevara detuvo a una vieja que venía arreando unas cabras. Se ríen, regatean, es muy sugestivo que la mujer no está asustada; ahora dice que no moviendo la cabeza y rie de buena gana, el Che se quitó la gorra
con estrellitas y el sol del mediodía le rebota en su pelada incipiente. La vieja al fin recibe un pago en billetes y aparta dos cabras del rebañoo. Hoy comen. Dos pibes jóvenes acompañan un trecho a la mujer, divertida de verlos jugar cascoteándose entre ellos. El
sol se desploma vertical sobre el mundo y Guevara vuelve a sentarse abajo de la piedra saliente . El bolivianito Huanca Flores, un mocoso de Oruro al que llaman Pablito, carnea la primera cabra. Desde el altoo bien se distingue a cada uno.

FIN DE SEMANA CON ASADO EN EL CERRO

Paisaje seco que duele a cualquier bicho viviente. Una mula insiste patear unos churkis, tras algún pasto tierno y comible. Se esapanta un picaflor tornasol, revolviendo sus alas de ritmo irrebatible entre florcitas coloradas. El chillido desparejo de un loro es el único anuncio de que por ahí sigue con vida el mundo. El humito del asado viene perdiendo densidad y junto a las voces opacas de los comensales, se agonizan los entusiasmos y las luces de la tarde. No hay dos cerros iguales. La llanura es una y la misma pero los cerros se igualan por soledad, por el apagón de colores cuando la luz se aleja y ese pájaro atravesando el arcano de una inviolable vegetación. Los yuyos del cañadón pierden reflejos; a las ocho de la noche ya cargaron los animales y continúan la marcha. Dieciseis sombras por la quebrada, pesadamente. El Chino ha quedado ciego y también deben cargar con Moro, muy enfermo. El Inti guarda en
su mochila un cuchillo de su hermano, Coco Peredo, muerto una semana atrás en la quebrada del Batán y de ese asunto ni la tristeza queda. El Che continúa jodiendo con sus ahogos de asmático y cuando junta aire suficiente, aprovecha para decir que siguiendo esa dirección encontrarían los antiguos dominios guaraníes que por ahí abarcaban.
- Nacahuasú es nombre de ellos, igual que Piraiminí – y también hablan entre ellos del río llegarán en poco tiempo de marcha. Ya nadie escucha ni cree, son cadáveres demorados y concientes de que ni bien aclare el día los atacarán. Desalentados, pasada la medianoche vuelven a descansar hasta las cuatro de la mañana y al reanudar se complicaron en un pasadizo muy estrecho. No logran avanzar y custodiados todos los senderos volvieron sobre la quebradita de San Antonio, angosta y sin salida. Casi desbarrancan una mula en la maniobra. Se saben perdidos y sin hablarse, cada uno repite las preguntas y nombres que lastiman por dentro.

BLANES LE HIZO PERDER LA FIESTA AL CHE

Tanto tiempo antes y después del 8 de octubre del 67 persiguiéndote, Ernesto Che Guevara, y ahora estás a mi disposición. Te perdí en el subterráneo de la calle Córdoba en Buenos Aires, en las primeras reuniones con Fidel Castro antes de subiste al Granma y
de pronto, parece mentira, en unos minutos desaparecerán las remeras usadas por los universitarios hasta pasado este siglo, no estarás en los grititos histéricos de los rockeros heavy metal ni en la admiración de los pibes chinos del año dos mil. Seacabaron tus compadradas de niño bien doble apellido ante los que Mandan de Verdad, no más desafinanciones en el coro de cantar el Himno Nacional ni tu soberbia de cagarse en los Crucifijos y la Virgen; ya no transcurrirás el colegio primario raspando un palo de escoba y se acabó tu sonrisa de intelectualito que en las charlas del café todo lo sabe. Las cosas proseguirán mal para vos, Che, porque aquí acampa un hombre de la Oficina y no una banda de militares cornudos y ladrones; así que no más canciones de protesta ni imágenes de "Guerrillero Heroico Caído en Bolivia" y televisadas a medio mundo. Estás desgastado, sos un Gardel de trapo y deberán conseguir otro nuevo; aquí se acabaron hasta los futuros homenajes al cumplirse veinticinco años de este minuto final. Nadie sabrá quién eras, Che Guevara, olvidado como los anarquistas italianos y gallegos fusilados por el año veinte en las estancias de Santa Cruz y los treinta mil desaparecidos del setenta. Vos pertenecés a esa misma historieta y ni bien yo, Blanes, empiece a disparar y acierte en la recámara de tu fusil número 744520, comenzarás a perderte como Ejemplo Revolucionario. Tendrás menos recuerdo que Camilo Cienfuegos y su caballo blanco. Pero yo soy un argentino Derecho y Humano Defensor de los Valores Occidentales, no te olvides, y antes permitiré que te alejes unos metros del escenario y abandones tus testimonios históricos.Ese plato deformado que guarda tu mochila, el termo floreado de cebarte rnate y esa miserable máquina de fabricar fideos que te regalara la alemana Tania en Salta, una de tus seguidoras que liquidamos. Y no olvides proteger la ollita con los ocho huevos duros, el bolso de cuero con los mapas y tus inyecciones contra el asma, que yo mientras debo vaciarle el ojo al Aniceto Reynaga, ese negro resentido que me dejara desnudo por un camino de Sumaipata. Seguí Che Guevara, apoyate en el boliviano Willy que ya tenés un buen desgarro en tu pierna derecha y apurate, que te persigue Blanes, el mejor de la Oficina. Y bien vamos a divertirnos con tu última fuga, porque ni bien traspases el potrero del telegrafista Hidalgo se te acabará la cuerda de "tu delirio santulón; ese devaneo místico que nunca quisiste reconocer" y yo no entiendo qué quisiste significar. Entonces, por más que amenaces yo soy el Comandante Guevara, el Che, y uno de tus ayudantes reclame respeto igual te cagaré a patadas en el suelo. Y vos, Ernesto Guevara nacido en Rosario y viviste tu juventud en lacalle Austria de Buenos Aires, ¿me querés decir qué carajo hago yo, Blanes, un domingo a la tarde en esta soledad boliviana? No lo vas a creer, Che, pero junto a los resultados del del fútbol en un rato las radios empezarán a difundir la suposición que recién fuiste herido en combate, dirán algo de un balazo en un pulmón y en un par de horas informarán la herida sufrida por el líder subversivo tiene cierta gravedad. ¿Te gusta que digamos Muerto en Combate o preferís anunciar se suicidó al reconocer su equivocación, como diremos del anteojudo Allende dentro de unos años? ¿O como solemos decir asesinados por fanáticos cayeron los Kennedy; o que nunca digamos nada, según hicimos con Luther King y Lumumba? Pero no me escupas, maricón, que vamos a cumplir con lo establecido por ley: traeremos a tu hermanito Roberto a reconocer tu cadáver y cuando él regrese a Buenos Aires le haremos una broma juguetona. Su auto, ese Renolito despintado y viejo, será levantado por la grúa municipal por mal estacionamiento y al retirarlo de la calle Venezuela le haremos pagar una multa mayor al precio de ese cacharro miserable. Porque también lo insignificante sirve para escarmentar; y luego quedaremos bien diciendo que ni la Oficina ni los rangers han intervenido en tu captura, y el mérito absoluto será de los gloriosos militares de Bolivia. Será reporteado general Barrientos, televisado coronel Zenteno, fotografiado capitán Prado; el mundo repetirá unos días el nombre de estos mucamos anónimos y ahí terminaremos la historieta, Comandante. Ahora vendrás caminando conmigo hasta La Higuera, te encerraré en un aula de la escuela y de puro argentino te dejaré calentar un ratito tocándole las tetas y hacerte pajear por una maestrita de veinte años que tiene los ojos charos. Mirá vos qué finura, un regalito para el compatriota... Pero ni bien olvides lo que te espera haré salir a la chirucita y te cagaré el pedacito de vida que te queda, Che; te acostaré a cada lado a dos de tus sirvientes cubanos, Pantoja Tamayo y un tal Martínez, que ya son fiambre hace un buen rato, ¿y por qué me insultás y volvés a escupirme? Estosson los finales, Mito. Nadie se olvidará de nada, no habrá ningún remordimiento y en dos horas el mundo entero reconocerá que yo, Blanes, el mejor agente de la Oficina, fue quien te bajó del intocable pedestal. Para que lo sepan esos bocones de los desfiles militares y se olviden por un largo tiempo de sus ilusiones de Poder. Y lástima que la Oficina no me encargara esto mucho antes, digo, aunque yo no estoy contratado para discutir procedimientos.

- A ver vos, suboficial de mierda. ¿Cómo te llamás? - preguntó el oficial. - Mario Terán, señor.
- Entrá y liquidalo.

LA CIRCULARIDAD DEL CÍRCULO TIENE SU HISTORIA

- Vea don, yo no entiendo si esa María Verónica, que le averió el anticipo de su memoria, le podría informar de cárceles y encierros, pero en cualquier lado estos asuntos suelen ser iguales a ellos mismos. Usted sabe que nadie muere de amor pero tampoco no debe oponerse a Disneylandia, así que cualquier atardecer; que en su recuerdo siempre ha de ser lóbrego y lluvioso; lo sumarán a ese tumulto humano conocido como Población Carcelaria; y vea qué luminosa idea para rebautizar a los presidiarios y así nadie aprecie la diferencia de vivir adentro o afuera. Y le sigo diciendo, Blanes, a usted que por un tiempo debe tomar distancia con su trabajo
habitual, Los Que Mandan le han elaborado una causa judicial de cierto prestigio entre los reclusos y lo ingresarán a un Establecimiento Penitenciario para silenciar a ese fulano que, hablando con propiedad, con sus declaraciones viene empastelando a Dios y María Santísima. Y la regla de juego adiós al traficante en desgracia significa para sus comprometidos asociados paz y satisfacción por el deber cumplido; así que por este imprescindible cometido, a usted Blanes, lo hundirán vivo en una mazmorra igual a tantas cuevas inhumanas del planeta. De ahí en adelante y si pretende seguir en circulación, deberá participar de códigos honorables no escritos en ninguna parte y respetar a quienes agigantan su dignidad de encarcelados, porque en la vida
no les queda otra. Ya los conocerá y llamará “empleados” a los guardianes de uniforme por decirles “alcahuete”, y deberá compartir sin menosprecio la “ranchada”, ese
atávico reunirse en grupo unos cuantos presos para descifrar lo jurídico de cada uno y de paso, repartirse la comida que les llega desde afuera. Amago de fraternizar la desgracia, mitología de pagar una deuda social; farsa y en último caso, Blanes, apego de la especie en agrupar los iguales. En Tanzania, Estambul o Sierra Chica, creamé Blanes.
Los pabellones del encierro son galpones con ventanales incalcanzables, rejas gruesas y vidrios rotos, por donde el soplo congelado del invierno se atempera con bollitos de papel, trozos de bolsa, cartones. Vea, Blanes, universalmente hay dos hileras de camas separadas a un
metro de la pared y un pasillo ancho en el medio, amontonamiento de algunos que duermen en el suelo, desparramo de mantas y colchones. Con estos datos comprenderá mejor cómo sucederán los hechos y no diga que no le avisé... A usted lo tirarán adentro de esa
catacumba y ambulará horas sin saber de reglas y acomodos del cuerpo hasta tener hallar sitio en una reunión entre las camas y la pared. Casi siempre al grupo lo regentea un preso veterano, un
hombre pesado que duerme con la mejor cobija y hasta tiene a alguien que le hace la limpieza y otras satisfacciones, vaya sabiendo. Lo estudiarán, Blanes, observarán si mantiene sus manos cuidadas y el
cabello prolijo, lo desconfiarán por estafador, “cagador de lapicera” se les llama. Y aguardarán; un soplón no tarda en averiguar algo indebido y se pone en evidencia; porque allí para todos el tiempo transcurre sin premura ni revancha, se fuga la vista por la ventana, detrás del paredón la vida sigue mejor que antes y lo mismo que en Tanzania o Estambul, nuestra última mujer ya se acuesta con otro y comenzamos a ser un intruso en su recuerdo nuevo. Bóvedas del acobardamiento y de convencerse que afuera la gente festeja estupideces sin la infamante bronca de preso recién violado. Afuera se aparean con alegría y sin la podrida vergüenza de montar y ser montado de prepotencia, doble humillación del condenado que siente emerger, de ida y vuelta, un apetito por el cuerpo de otro hombre que llevaba negado y soterrado en lo más recóndito y allí aparece. Asunto muy jodido Blanes, debe saber que del conocimiento íntimom de lo profundo que cada uno averigua de sí mismo, nadie sale ileso. Pero antes de convertirse en el jirón de una persona por esas novedades y las que pudieran llegarle desde afuera, en la ranchada usted mencionará algún pormenor de su proceso y algo debe confiar del porqué lo encerraron para quedarse en el grupo. Así que durante las noches participará del uncioso juego de fatigar interpretaciones y artículos del código penal, atendiendo a esos hombres habilitados para las empresas más horrendas y que sin embargo, entre ellos jamás atenúan dos culpas que no perdonan: la delación y el abuso de confianza, esas dos mariconadas... Bueno Blanes, yo tambén le conté de Moreira y no quiero abrumarlo de nuevo con otra de víctimas, culpas y victimarios; menos a quien como usted sabe tanto del ajusticiamiento felino, a traición, sigiloso, muerte milica por la espalda; esas cosas. Pero cuídese de merodear el pabellón como si persiguiera una sombra. Liquidar a otro preso, un interno, es sencillo, sobran
oportunidad y herramienta, pero esta vez el tiempo no fluira de perpetuo presente relojero sino como en verdad nos transcurre en nosotros la eternidad: construcción superpuesta de pasado y futuro, circularidad; así que no se me distraiga mucho y atienda que por la quinta noche disfrutará de un episodio impagable: su primera requisa, Blanes, inolvidable como el primer amor. Y ese mecanis,mo carcelero universal nunca más abandonará su memoria.
Estallido de una contradicción que nos viene de siglos: de un lado los encerrados para ser recuperados y que paguen su deuda con la sociedad, y enfrente de ellos sus encerradores. Creencia y acto reflejo de imponer la autoridad; palabrita que viene de autor, no se olvide
Blanes; siniestra ceremonia del garrotazo y corré asesino hijo de puta que te destrozo la Cabeza; rencor y furia de presos a la disparada con enseres y fotografías del hijo por el suelo;irracionalidad secular, inoperante, ensayo repetido de un fracaso constante, gratuita puesta a punto del insulto y el odio entre hombres igual origen casi siempre. Creameló Blanes, la requisa es una derrota mutua por rechazo de los iguales; revisar un culo ajeno para detectar droga o un acerito cortante es un insondable ultraje al revisor, un estímulo a su homosexualidad subyacente, algo basura. Y en esa filmación de violencia absoluta, usted correrá desorientado y lloroso, Blanes, maldiciendo su imprevisión al aceptar esa parte del contrato. Quizá en el disloque vislumbre el rostro del carcelero deformado por la furia, cuando le pegue ese atroz machetazo de goma dura que le agrandará la boca con un surco
macho, y ensangrentado Blanes en el suelo. Los guardias y presos continuarán masacrándose entre humillación y grito, mientras a usted, Blanes, los ecos del aullido lo abandonarán en una atormentada nube final. Ese “alguien” que usted buscaba, ese día ya estaría avisado que otro “alguien” quería encontrarlo y un pequeño cuchillo de madera afilada es simple de hacer, de entrecasa, y dicen que si penetra en el estómago la muerte llega después de un rato de sufrir bastante. Cosas del oficio; y ni siquiera comentarán cuando ya usted, Blanes, se pudra
intoxicando a los gusanos, que el otro “alguien” lo perforó respetando códigos de la Moral y Buena Costumbre de todo presidio. Le digo, Blanes, que tiene alternativas a esta muerte, pero jamás evitará que por la segunda madrugada le silben al oído “no te muevas que será peor” y una púa de alambre intimará con su garganta; y no hay defensa al gemir, patalear, asco degradación ante uno mismo, ofensa de estar vivo masticando un colchón rancio de humedad, con olor a carromato de circo, olor que usted recuerda, Blanes. Porque esa atropellada genital que soportará, bien puede ser otra inevitable conducta del encierro, lo mismo que alentarle la fuga al enfermo de Sida para que no contagie...Antes de olvidarme: hizo mal en jugar al truco usando su Memoria Anticipada y saber las cartas que jugarían los otros. Debería saber que en cualquier cárcel del mundo, el apremio y la violación se justifican por algo ventajero que usted hiciera. Y si elige otras diapositivas, Blanes, puedo exhibirle algunas donde verá nacer enconos entre encerrados y encerradores por el funcionamiento de un televisor. Calcule usted qué tragedia menor: “apaguen ese televisor”, “no lo apago nada, hacelo vos, empleado”, una puteada más allá del reglamento´, siempre ilegible y arcano, y al rato ochenta guardias desaforados atropellarán el pabellón. Primero se encenderán las luces, el menor experto en sonrisas flasheadas descubrirá dosis de máxima dureza en los dos bandos; el guardia quien vigila desde arriba seguro que se
inyecta porque apunta y muñeco al suelo; se traban las puertas, kerosén derramado y al menor fuego los colchones de poliester estallan antes de la llamarada; y usted, mi amigo Blanes, puede optar todavía en arder como una antorcha, humedecerse en las duchas hasta la asfixia o tal vez, con su físico de treinta y cinco años intentará trepar a una ventana y sea bajado desde afuera por un certero petardo. Y para su conocimiento le informo que en marzo de 1978 en el presidio de “Villa Devoto, Buenos Aires, capital de la República Argentina” hubo noventa ejecutados por ahogo y tiroteo; y digamos que si ese doctor Ferguson no le robó la plata, usted puede elegir la historia carcelera que más le guste a su memoria, Blanes. Y si no quiere cumplir una quincena de tarea en la cárcel y quedarse afuera,usted sabrá...

ANTICIPO DE DIALOGO FINAL

¿Qué condiciones le exigieron en la Oficina, Blanes? -
- Buenos antecedentes y que mantuviera una memoria multidireccional y politemporal; nada
más.
- ¿Y qué es eso?
- La obligación de interpretar las circunstancias con ese tipo de memoria que implanta el cirujano de Stanford; registros de atrás, adelante, arriba y abajo. También averiguaron si yo conocía trabajos como el de León Trostky o el del presidente Kennedy. Imagne que esos dos mamarrachos no son buenos ejemplos de profesionalidad matadora: vea, lo de Trotsky ni hablar, es un asesinato asqueroso por más que el viejo Trostky fuera un comunista dudoso, pero darle con un pico en la pelada fué una verdadera porquería; y peor es haberlo dejado moribundo mientras al ejecutor lo reventaron a garrotazos en el suelo, sin permitirle explicar su inocencia. Más que una tarea política fué un arrebato pasional de aficionado. Y con John Kennedy en Dallas se demostró otra mediocridad parecida. Cualquiera sabe que en asuntos de atentados lo barato sale caro: y por ahorrarse unos dólares le encargaron un magnicidio de primer orden a esos improvisados que no hicieron nada bien. Ese loquito Lee Oswald, Jack Ruby malandra con diploma y el juez Warren, que informó con tinta indeleble, fueron unos primerizos de la CIA, el FBI hasta el Pentágono, que para disimular que habían matado el Presidente de Estados Unidos siguieron diez años matando gente. Eso de permitirle el ingreso sin examen a cualquier matador de segunda
categona desprestigia a los auténticos especialistas del gremio.
- Blanes, ¿a usted le preguntaron por los desaparecidos en Argentina?
- Sí señor, y yo les dije “en algo andarían”, una respuesta acusación que tranquiliza la conciencia y suena bien. Además me dijeron si tenía inconvenientes en viajar al exterior o en último caso, despreciaría la oportunidad de morir asesinado como otras veces; según parece que me sucedió en el Bogotazo del 48, cuando aparecí carbonizado en un auto. Yo prefiero continuar vivo, pero si no tengo mas remedio para conseguir un lugarcito mejor, puedo sacrificarme. Menos que me obliguen a pasar una temporada en cárcel, porque no quiero insubordinarme pero “estar en cana” no figura en ningún contrato firmado con la Oficina.
- ¿Qué más le exigieron de su profesionalidad?
- Mostré detalles de mi eficacia recordativa, señor. Por ejemplo, al describirles la cara de Yoko Ono cuando le mataron al John Lennon y ella se inclinó hacia el auto patrullero para observar el rostro Chapman, que había disparado cinco balazos sobre su marido. Y claro, imaginen, yo les conté la expresión de una japonesita con cara de asco. También les informé que a Lennon lo mataron en Nueva York porque ahí desafinaba, pero esa sutileza luego no se comprobó.
- No se haga el canchero y divertido, Blanes, y prosiga.
- Además, una vez confié como un segundo antes que yo disparara sobre Luther King, su chófer, Solomon Jones, le dijo “hace frío afuera, doctor King. Póngase un abrigo”; “Si, me lo pondré”, alcanzó Luther King a responder y eso fue lo último que habló. Y un dirigente del Black Power, Stokely Carmichael, sin que nadie lo oyera me dijo “Blanes, la América blanca mató a King y nos declaró la guerra”. También les recordé que nunca el Che Guevara se subió a ninguna boca del subterráneo en la calle Córdoba a pronunciar un discurso a los estudiantes, y que esa viñeta callejera de los años cincuenta es pura invención del autor.
- A Nosotros los Responsables nos interesa muy poco, Blanes, su bocinante ejercicio de memoria y debe darnos referencias que nos resulten valiosas en serio. Por ejemplo, ¿usted sabe cómo se reparten la droga entre policías y políticos en América Latina?
- Por favor, usté me exige hablar en serio como si en la historia jamás sucedieran porquerías. Yo cumplí con las órdenes recibidas.

LAS ORDENES SE CUMPLEN EN SILENCIO

Un gato no deambula a ciegas ni en la noche más honda. Salta, se aquieta, se muestra suspendido y congelado, recupera sus inaudibles pasos, vuelve a fijar su ojo de elástica pupila imperturbable en el objetivo de la distancia justa, y prosigue el camino. Sus pasos de algodón son definitivos de saber el rumbo y si así no fuera, cualquier gato sería un títere tanguero o un disipado que transita la penumbra sin certero propósito. Y en ese momento Blanes bien lo sabe. Cumplido el merodeo de pronto desciende a la cochera del edificio y se refugia en el asiento trasero de un auto alejado del resto. Nadie lo ha visto entrar en esa hora insustancial, mediodía de un domingo víspera de feriado. Fin de semana largo, la devoción viajera de los hombres de ciudad ha desolado las calles y el mismo encargado de vigilancia en el edificio se distrajo para adormilarse en el cuarto privado de la planta baja. A esa hora Buenos Aires es una fantasmagoría de ausencia, añoranza de su propio eco, vidriera con flores resecas de abandono. El martes volverá la vida rumorosa a ese barrio que se despereza entre bocinazos y paseadores de “perros decentes y no famélicos del suburbio”.

Termina de bajar una pareja a la cochera. La mujer lleva un bolso liviano en su mano derecha y cuando los advierte cruzar por la franja iluminada del lugar, Blanes, con los pies de espuma de un gato, baja del auto y camina hacia ellos. Al verlo a María Verónica la copó una sensación indefinible; “cinco días sin noticia de este delirante”, fugaz asombro y media sonrisa. Su marido el Ministro ni siquiera alcanzó a darse vuelta y sosegados por el silenciador de la Luger nueve milímetros los dos balazos retumbaron sin estrépito en las paredes de la cochera.

- Dígame Blanes, ¿quién lo mandó a limpiar al Ministro y su mujer?
- Usted sabe, señor. La computadora de la Oficina.

FIN



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