jueves, 24 de marzo de 2011

Argucias del olvido. Cuento.

       
       Creo que debiera pronunciar algunas cosas y al fin, decirlas en voz alta. Tras la ventanilla  el sol renacido en primavera  formateaba  los  árboles que tren a tren cambiaban  su diseño. Era diario ese viaje cuando murió mi padre por golpear a mi madre, según tanto hiciera antes de separarse, y una tarde volvió para forzarla a compartir la cama. Esas cosas, y como nadie supo que yo retorné a mi casa de improviso, ni se dijo ‘cuestiones de familia’ o frases parecidas.  
  

       El tiempo moja su perpetuo pincel y sin aviso repinta con su sal cada memoria.  Si nuestra gran verdad son los recuerdos las horas desfiguran hasta el calor materno recibido; la máxima ternura que nos brindara el mundo. Jamás yo pensaría, un veinteañero, cruzarme con mi padre al irse de mi casa ajustando su ropa y detrás, más que verla suponer a mi madre cubriéndose la cara lloriqueando, a medio vestir y un pie descalzo, desmadejada. Y enseguida, - pasaron ya más de treinta años-  aquel hombre, mi padre, derrumbado en el piso y mi madre diciendo ‘no le sigas pegando’, es una infiel secuencia congelada.  

     Sin embargo conmigo persisten desvaídas visiones. Risas de la niñez irrepetibles, cierto beso fugaz y temeroso ya sin rastro en la calle donde fuera, un ‘te quiero’ esfumado de pasión transitoria en un anochecer donde quizá  llovía. Y aquel incierto inicio ardientes y desnudos, en un cuarto prestado con alguien que tampoco hoy recuerde mi nombre y no sienta por eso ningún rincón vacío.
   
      El instante cuando mi madre dejó de lloriquear y los dos nos callamos ya sin mirar ese cuerpo allí en el suelo, son raudos fotogramas de ida vuelta y retorno sin fijar una imagen. Conspiración o pacto de silencio da lo mismo que fuera; cualquier palabra sobra si enfrente no hay testigos y al comprenderlo ella prefirió dejarme solo. Lo que hice después en solitario y por enigmas que son de cada uno, trae voces sin retorno y ajenas al asunto.  
   
     La desmemoria no es artera ni cruel; afanosa acomoda los ultrajes y apaga los reclamos que acusan la conciencia  Es transcurrir de tiempo con su precio de olvido, un imbatible eco de otros opacos ecos y silencio que pronto nos acalla el daño que le hicimos a otro. Ningún torturador recuerda cada noche el aullar de una víctima o el rechazo de una mujer violada; esa crueldad bien pronto la oculta en palabreos, ‘obligación, cumplir con su tarea los altos intereses’ y demás artilugios. No existe un criminal con piel que  perciba o la traspase su traición ni su crimen; fortín de negaciones protegiendo su olvido.

     También lo imaginario, invención que por siempre concurre a la memoria, atenúa y tranquiliza culpas del asesino. El de uniforme robando niños en la alta noche y la señora que nobleza obliga, pagara ese servicio de apropiarse, al reinventar la historia y borrarle los rastros asesinos ambos se tornaron invisibles. No saben no contestan han dejado de ser; y como una muerte previa los devoró la amnesia.
   
    Así que del instante cuando maté a mi padre espero que me lleguen las palabras y empezar a decirlo. (3/2011).
______________________________________________________________________  
Eduardo Pérsico nació en Banfield y vive en Lanús, Buenos Aires, Argentina.

domingo, 13 de marzo de 2011

Paisaje de mi calle. Cuento.


      Atardece. Mi vecino José Juan cruza por su nieto a la escuela de enfrente y luego vendrá a conversar unos minutos. Hoy con certeza me hablará del terremoto en Japón, del riesgo de una lluvia  radioactiva más la guerra del petróleo y las fortunas inhumanas que acumulan futbolistas y famosos. Esas cosas.       
      
       La luz  se adelgaza en la tarde y desiste de obstinar su brillo. Quizá se repliegue sutil bajo el ocaso hasta volver el día sobre el mundo. Que no cambió es verdad y está en su sitio. Es muy sabia la luz, vale creerle que de medir el universo no justamente pero al menos en millones de tiempos imprecisos, esta esfera vagando el infinito no parece de mucha relevancia. Una porción modesta de universo que ni los más fanáticos en milagros y cielos aciertan en decirnos lo contrario. 

       Es que acaso habitemos una brizna que el infinito ni percibe y el girar diminuto de este planeta nuestro, por miles de centurias no inquietó ni un segundo al gigantesco espacio. Y a pesar del anuncio que nos vendrán dioses que ‘se la saben todas’, nadie arriesga si la inmortalidad anda cerca del barrio o es lejano infinito, como al fin nos parece.

      Ya pasó mi vecino José Juan con su nieto, sonriendo, y prometió decir algo que leyera ‘de las deudas perpetuas de los países pobres’. En verdad, no con ansiedad  aguardé su llegada si cuánto bien vendría charlar con algún dios de esos que nos imponen ajustar cuentas a nosotros, seres  comunes que respiramos en este sur del mapa y por siempre nos aprietan matones vestidos a la moda que nos envían unos divertidos banqueros. Y José Juan predice que admitiendo por siempre ser deudores de cuentas desprolijas nos evitamos futuros de pólvora y calibre; ‘nosotros tan pobres seres vivos ayudamos al ciclo de quienes siempre cumplen  al acreedor fantasma que eternamente cobra, deudas que no sabemos quien contrajo’, redondeó mi vecino. Nos reímos, charlamos otro rato y lo ayudé a salir al comenzar con frases que a él lo divierten demasiado. Son estilos.
   
       Las sombras ya se apropian de la calle abierta y esa penumbra anuncia cierto  otoñal encanto. La yunta de aguiluchos apareados de vuelo retorna a la torre de la escuela y acalladas las voces, la tarde amaga cierta leve tristeza en el entorno. El silencio convoca a un concilio de sombras y mi jardín ya opaco sin madres y sus chicos trajinándole  cerca, me dice hasta mañana. Hay un tiempo más tiempo que sugiere esta calle, un diálogo constante o al menos, simulado libreto guardado en su memoria. Es la calle en que vivo y no se si contemplo o ya imagino el mundo.  

         Por aquí no transcurren multitudes esclavas  ni eternos ganadores exhibiendo riquezas o panfletos de moda; es un sitio hasta esquivo a esos vendedores de la fe en iglesias mezquitas sinagogas y varios. ‘A quienes hay que liquidarles tanta impostura de eternidad y cielo prometido; cada pibe muerto de hambre en el mundo es una derrota de sus dioses; y ustedes no sigan haciéndose los giles, che’. Parrafada que recién esquivé que pregonara José Juan y gritada por una multitud cambiaría el ensoñado paisaje de mi calle. (3/2011)

lunes, 7 de marzo de 2011

Algo sin nombre que palpita ahí abajo. Opinión. 3/2011, .

                                               …y todas son movidas separadas, autónomas,  sin doctrinas ni  programas o actores estelares. Hermanados en el grito.
   

Esa todavía incierta actitud pre revolucionaria en las rebeliones conjuntas del Mundo Arabe, es acaso una puesta en hora del reloj de la historia. Un asunto que no pocos entienden como una actualización muy tardía en tanto durante décadas esos países hoy involucrados soportaron opresiones, desmanes oprobiosos de las clases altas y un abuso incurable al  derecho fundamental de las personas. La inusitada duración del poder gigantesco de dirigentes como el egipcio Hosni Mubarak o Anwar el Kadafi en Libia, perjudicaron tanto a lo más bajo del escalón social en sus países que suena canalla la cobertura mediática a esos autoritarismos cobijados por los intereses de países centrales. Que naturalmente y ayudados siempre por alguna corporación de ilusión religiosa, sometieron a sus pueblos a condiciones irreparables al menos en una generación. Y toda esa región que hoy concentra las expectativas contradictorias de Francia, Gran Bretaña y demás países europeos con más Estados Unidos perpetuo presente, fueron siempre dueños absolutos casi sin sobresaltos y sugestivamente, aún no ordenaron una estrategia común.  Y hasta existe por ahí cierta voz discordante de Alemania con llegada al grupo principal, considerando prudencia en cuanto la reserva petrolera de Libia es sobradamente superior a la de Túnez y Egipto. Y si el olor a petróleo incita al sistema capitalista y financiero a ubicar marines sobre los pozos a proteger ‘la civilización democrática y occidental’,  reflejo condicionado repetido en el último siglo, eso obliga a los más desheredados de la tierra a huir del conflicto según puedan. Con los recursos miserables de siempre, fermento constante de los traslados imprevistos hacia lo desconocido donde tal vez logren comer, una ‘emoción’ de la especie que nunca experimentan las clases altas y brutal recrudece contra lo más miserable del pobrerío. Una realidad que históricamente invalida esta civilización y el prodigio de sus adelantos, al excluir tamaña proporción de  seres humanos. Pero bué...
           El cataclismo de cualquier migración analizada con imparcial seriedad bien nos ilustraría de manera casi visceral nuestra permanencia en la tierra. Los forzosos y grandiosos traslados por el hambre nos explican  aspectos no previstos de razas, comarcas y religiones, y eludiendo el transitado ejemplo del descubrimiento de América, la reacción de algunos países centrales a la irrupción de extranjeros que llegan para comer y ellos deberían asumir como sus iguales, en la Europa de hoy hasta se ufanan de una intolerancia simplemente criminal. Por tomar un ejemplo valen los comentarios en Francia de madame Le Pen, presidenta del Frente Nacional que exhibe un veinte por ciento de opinión favorable de voto a esa candidata, que desafió con opiniones entre alucinadas y acordes con la comedia barata que concurre la derecha francesa de hoy. Esta política hija de otro recordado ultra anti inmigración, - desmemoriados ambos de que un tal Robespierre por 1789 dijera en su país “no era necesaria una revolución para enseñar al universo que la desproporción extrema de las fortunas es fuente de muchos crímenes y males”- propuso como plan oficial hace unos días que sean empujados al mar quienes pretendan entrar al territorio francés huyendo de sus país de origen, y advirtió que ya era necesario fijar bloqueos militares para evitar la entrada a ‘tantos miserables’. Una  definición de manual propia de un fascismo alienado y cerril  en un escenario siglo veintiuno que no logra predecir dónde sucederá la próxima pueblada, y además un desmadre xenófobo de quien merecería un poco más de reposo.  
      Sin que se evidencie una movilidad visible en lo económico que le propicie algún nuevo rumbo al sistema, al agruparse multitudes a protestar por lo que sea se perfilan algunos vectores o vórtices sociales con cierto cercano futuro en superficie. Y aunque no sean todavía visibles los  entramado de cada movilización, se adivinan factores decisivos hacia la integración y la modernización social, tanto que a quienes detentan el Poder la gente en la calle los inquieta cada día más. La pueblada sin aviso ni estrategia previa les mete inseguridad, algo bien sabido en América Latina donde tanto incrementamos esa gimnasia desde el 17 octubre de 1945 en Buenos Aires, cuando ante la multitud entusiasta y pacífica entrando a la plaza, el valioso escriba Raúl Scalabrini Ortiz dictaminara aquella jornada de reclamo popular como “el subsuelo de la patria sublevado”. Y eso es categórico y sin retorno; la gente amontonada por la calle a gritar consignas inesperadas pone de pésimo carácter a los patrones del privilegio en todo lugar del mapa, y mucho más a los señores de la tierra donde hay tanto petróleo sustancial para que el capitalismo armamentista y financiero siga girando sobre su eje, simplemente.
     Las manifestaciones cada vez más frecuentes en el mundo y en los países árabes por estos días, ni siquiera accionan toques de atención o aviso previo. Todas son movidas separadas, autónomas, urdidas sin doctrinas, sin programas explícitos o actores estelares que no pocas veces suelen distraer y el objetivo principal. Los condimentos de improvisación permitirían vislumbrar que algo profundo o quizá atávico crece con más fuerza en las entrañas de esta sociedad humana; hasta parecieran aflorar dinámicas soterrada en lo ancestral de la comarca dichas en pocas palabras y hasta en silencios que serían usuales a nuestra especie. Acaso veamos una inflexión en  la historia si prosigue esta transitoriedad que padecen consagrados mitos de la religiosidad cotidiana, empujados por la puesta en juicio a muchas categorizaciones sociales establecidas desde el Poder. Romper con la forzada sujeción de las mujeres a la voluntad del hombre, - el hecho cultural más profundo del último tiempo- no acontece apenas en occidente cuando otras culturas diferentes sacuden sus propias estanterías. Aunque claro, no solamente se lesionan los cimientos de una tradición secular sólo por haber descubierto Internet, digamos.   
      De persistir el sustrato revulsivo y a pesar del clásico despliegue militar norteamericano que por ahí anda, si el Poder que ausculta mejor que nadie las difusiones subterráneas obra rápido y corporativamente contra los de abajo, suponemos que esta vez se obliga a jugar una difícil partida con final abierto. _______________________________________________________
Eduardo Périsico nació en Banfield y vive en Lanús, Buenos Aires, Argentina.  

viernes, 4 de marzo de 2011

Borges, un compadrito frustrado y quizá por eso...Cuentos, opinion, poema. .

________________________________________






Presentación

Novelas


Cuentos

Lunfardo en el tango
y la poética popular

Borges, compadrito
frustado

Selección
poética

Columna
de opinión




Borges, compadrito frustrado; y quizá por eso...

NOTAS EN ESTA SECCION
El compadrito Borges (entrevista a Eduardo Pérsico) | Laberinto de Gardel y el inglesito (cuento)
Un tal Borges, el amigo de Julián (Cuento) | Viejo sobrador


EDUARDO PÉRSICO nació en Banfield, Argentina, y vive en Lanús. Publicó:
1978. Crónicas del Abandonado. Cuentos. Editor Mensaje. (Faja de Honor de la SADE)
1982. Gardel Supo Retirarse a Tiempo. Novela. Ediciones Corregidor.
1983. Resistencia Lunfarda. Poemas. Edit. Rueda.
1986. El Olvido está en Libertad. Novela. Editorial Futuro.
1989. De nuevo lejos de Uppsala. Novela. Bell Ediciones.
1991. Un Mundo casi Feliz. Cuentos y Poemas. Ediciones. Trilce.
1993. Nadie Muere de Amor en Disneylandia. Novela. Beas Ediciones. (Premio Fondo Nacional de las Artes)
1995. Cuentos con Mujeres. Beas Ediciones.
1998. Madame Bovary era una Buena Chica. Novela. Beas Ediciones
2001. El Infierno de Rosell. Novela. Ediciones del Leopardo.
2004. Lunfardo en el tango y la poética popular. Ensayo y Glosario. Proyecto Editorial, Ciudad Universitaria de la UBA.
Participaciones en: Fútbol a Puro Cuento, Ediciones Faro Verde; Escritores argentinos según ellos mismos, compilado para la Universidad INCCA de Colombia, por Joseph Vélez, de Baylor University, USA; Cien sonetos Lunfardescos, Academia Porteña del Lunfardo; Los que conocieron a Borges nos cuentan, Editorial Tres Haches.


El compadrito Borges

Descargar obras de Eduardo Persico

Hosted by eSnips



Entrevista con Eduardo Pérsico, del libro "Los que conocieron a Borges nos cuentan" Editorial Tres Haches, febrero del 2000.

- ¿En qué posición ubica usted, Eduardo Pérsico, la vida y la obra de Borges en la literatura nacional?

- Como una costumbre típicamente argentina, nosotros durante mucho tiempo ignoramos a Borges. Nos tuvieron que insistir con él desde Europa para que aquí lo empezaran a reconocer. Se le atribuye a Roger Caillois ser el descubridor de Borges, y algo parecido nos sucedió con Carlos Gardel, considerado por mucho tiempo como un simple cantor popular pero al fin resultó una personalidad cultural de los argentinos. Si debiera nombrar a dos valores fundamentales, - con nuestras contradicciones propias- diría que Jorge Luis Borges y Carlos Gardel son exponentes de nuestra comarca. No inventados en el exterior pero sí descubiertos desde allí, igual que sucediera con otros meritorios, Julio Cortázar y Astor Piazzolla. Es como si necesitáramos la aprobación externa para darle valor a lo propio porque asimilamos mejor cualquier imagen de afuera; pero al margen de toda genuflexión cultural, Gardel y Borges valen por ellos mismos sin ninguna polémica provinciana .

- ¿Qué condición literaria le atrajo más de Borges?

- Bien, lo más interesante que yo encontré en Borges desde el punto de vista literario, es que él escribía como si estuviese escribiendo. Siento que lo haría como un juego de ida y vuelta usando permanentemente la complicidad del lector. Ninguna complicidad fácil sino una complicidad lúdica, vinculada al juego que inventara al punto de hacerse bromas a él mismo y a los demás. De Leopoldo Lugones, un referente literario obligado entre nosotros, él lo definió como " un hombre que se tomaba demasiado en serio".

- ¿A qué atribuye usted las fantasías borgeanas?

- Yo creo que la veta fantástica de Borges no le vino desde la literatura sino del propio país; Borges era un argentino indudable, y la inflexión y el modo con que decía las cosas, entiendo, lo hacen el escritor nacional por excelencia. Al leerlo en voz alta lo imagino, siempre, como a esos hombres que acercados al fogón en una cocina del campo, decían "y vea don, yo le voy a contar, esto sucedió cuando fuera la crecida grande del noventa."... Borges empezaba a relatar así y en un país como la Argentina, poblado por lo europeo, que no tiene jungla y muestra una geografía transparente; un país que casi no ha tenido literatura rural porque esa ha quedado reducida a tres o cuatro obras, lo "nacional" estaría más en la manera de contarnos que por lo temático. Y ahora se me ocurre que por eso mismo, la literatura rural argentina no tiene lo misterioso ni lo enigmático que podría tener un país selvático.

- ¿ Tenía algún método para escribir?

Sin duda que Borges fue un cultísimo escritor y ofrece detalles que literariamnte tienen su valor: Borges no tomaba distancia con el texto como buscamos los narradores para no estar involucrados. Borges no esquivaba la primera persona e incluso con ella daba su opinión, y esto se aprecia bien en " Hombre de la Esquina Rosada". Además., sus condiciones en el trato personal, - ojo, no más de cuatro o cinco charlas entre él y yo- me hicieron imaginar en él más que a un escritor a un "compadrito inconcluso". Lo pensé encarnado en un payador y me atrajo tanto eso que escribí un cuento con esa idea: "Borges, el Inglesito, payador que supo contrapuntear por milonga en un boliche de Turdera". ( "Laberinto de Gardel y el Inglesito").

- ¿ Cómo era personalmente?

- Bueno, si uno entraba en su confianza Borges era un porteño sobrador y canchero, y así lo vi desde que lo conocí por 1970. Una de sus condiciones más salientes era no evitar, si se lo animaba, a contar algún detalle ingenioso aunque no era un hombre que usara mucho la ingeniosidad; esa malversación del ingenio; sino que dosificaba su ingenio sin caer en la ramplonería sin gracia. Bromeaba de sí mismo y también de otros escritores: de Federico García Lorca sentenció que era un " andaluz profesional", y eso dicho entre los redactores del diario "Crítica" de Buenos Aires por 1940, era una "cargada" de cualquier porteño. Borges era un escritor que corregía incansablemente, una condición a veces no muy estimada, y no sé si jodía con Alfonso Reyes, el mexicano, a quien solía recomendar: "si uno quiere escribir bien en castellano debe leer a Alfonso Reyes". Además era un incansable corrector – "hay que publicar para no seguir corrigiendo"- que mostró al suprimir la palabra "trinchante" en dos ocasiones muy precisas. Decía que los mexicanos a ese sitio donde se guardan las copas y la vajilla costosa lo llaman "trinchero"; y esa palabra lo disgustaba. En "El Muerto" dice "hay un remoto trinchante con un espejo de luna empañada" y en "El Aleph" repite "Beatriz Viterbo, frente al trinchante". Bueno, esto lo sacó y repuso varias veces, dijo, hasta que decidió " Beatriz Viterbo de perfil en colores". Otro buen ejemplo sería que "Hombre de la Esquina Rosada" conoció dos versiones anteriores; una cierta crónica policial que se publicara en el suplemento de "Crítica" como " Hombres Pelearon", y más tarde otra anterior al cuento definitivo.

- Hay muchos que quieren ver en Borges a un escritor puramente ingenioso, pletórico de argumentos perfectos.

- Es que Borges se divertía escribiendo, y la frescura de su literatura pasa por ahí, y yo estimé a Borges un "porteño sobrador y canchero" al leer lo que escribiera junto a Adolfo Bioy Casares con el seudónimo H. Bustos Domecq, "Seis problemas para Don Isidro Parodi". En ese libro estupendo, escrito "en complicidad" durante 1942, insinuan una broma de tipo futbolero, seguramente urdida por Bioy, y al comentarle esto Borges fingió una sorpresa prefabricada y se sonrió. En el libro hacen decir a Honorio Bustos Domecq "durante la interveción de Labruna, fue nombrado primero Inspector de Ensañanza y después Defensor de Pobres". Esto estaba escrito en el año ’42 cuando el equipo de fútbol River Plate salió campeón y ellos escribían no sé si en Pardo o en al campo de Vicente Casares, escuchando la radio. Borges jamás fue futbolero pero lo mismo le pregunté si el nombre Labruna lo recogieron de algún locutor diciendo "brillante intervención de Labruna" y Borges sonrió por incluír al goleador del campeonato, como un nombre más... A él le daban de costado esas cuestiones que íntimamente negaba aunque entonces mantuvo su sonrisa sobradora "esa fue una ocurrencia de Adolfito". En otro de los cuentos de "Seis Problemas.." alguien habla de las figuras del zodíaco y Don Isidro Parodi le propone que se las nombre al revés . Y en vez de pronunciar "Toro" decía "roto", por " carnero" decía "ronecar". Entonces le dije a Borges que eso no era dar vuelta las palabras y él me insinuó "no, es que él las pronunciaba al vesre". Y allí yo empecé a tomarme más confianza con Borges.

- ¿Cómo lo conoció?

- Lo conocí en 1971 o 1972; yo era responsable de una empresa metalúrgica pero me hacía tiempo para colaborar con una revista literaria que se editaba en Lanús, "Ateneo", de la que aparecieron casi setenta números y los historiadores y antólogos nunca se enteraron. Así y por mis asuntos yo iba muy seguido a la hemeroteca de la Biblioteca Nacional, en la calle México y un día quise entrevistar a Borges, que era el director. Era el fervor del retorno peronista de los setenta y en realidad, quien dirigía la biblioteca era José Edmundo Clemente, que salió antes que él. Había tres delegados gremiales muy jóvenes; se me ocurre que uno se apellidaba Pariente; que enarbolaban las banderas de la "transforamción profunda que debía hacerse en el país" y otras apoyaturas como la "liberación Nacional" por ejemplo. Había también dos empleados con quienes yo hablaba siempre, uno era Zolezzi y otro señor, Amón, y ellos fueron quienes me contaban lo que sucedía. Al no estar Clemente los delegados pidieron una entrevista y esa vez los atendió Borges; los muchachos le hicieron una serie de planteos del tipo "hagamos ya mismo la revolución" y cualquiera pensaría que Borges se escandalizó pero terminada la reunión le dijo a Zolezzi "hay que atenderlos a estos muchachos. Yo estoy de acuerdo con ellos en muchas cosas". Y el más asombtrado fue el delegado joven porque él como tantos, daba por cierto que Borges era un reaccionario sistemático. Es cierto que Jorge Luis Borges cada tanto se mandaba alguna opinión grotescamente retrógrada pero en toda su obra no sugiere nada contra el orillero, el gaucho, el negro o los laburantes comunes. Y los escritores se califican por lo que hayan escrito... El despacho de Borges de la calle México estaba en el primer piso y generalmente él subía por el ascensor. Enfrente había una dependencia de la prefectura marítima, creo, y al lado una casa de inquilinato, un "convoy" típico de esa zona, Montserrat, San Telmo. Y una vez, en verano, Borges mantenía su ventana abierta y abajo alguien, en el zaguán del inquilinato, buscaba trabajosamente tocar una milonga en su guitarra. Entonces Zolezzi le preguntó "¿quiere que cierre la ventana?" y el viejo Borges le dijo "no, que es linda la milonga. Ojalá que el hombre no la aprenda nunca así la sigue tocando". Igual, Borges tenía una idea de la milonga taconera, digamos retrechera, muy propia a su edad, y no esa versión nostalgiosa y tristona que asumió la milonga más tarde. Acaso porque respecto al tango él tenía la lógica de los argentinos de Buenos Aires, ver gloriosamente su pasado, y se habla de épocas de oro como negando las trasnformaciones instrumentales y de gustos que fueron ocurriendo. Aunque sabía bien qué era el tango mantuvo cierta disputa con Piazzolla y una vez, en un reunión en la que estábamos, había un señor a punto de amenizar con una guitarra cuando Borges se había cansado de opinar sobre todo, hasta del Papa diciendo que era "un funcionario de la iglesia" y una señora se enojó mucho. Entonces el de la guitarra empezó a entonar "Jacinto Chiclana" y le preguntó a Borges si recordaba al autor de la música de esa milonga con sus versos, y el viejo le respondió "no sé, no me acuerdo, me parece que fue Guastavino". Para evitar nombrar a Piazzolla, que era el autor de la música. Tenía una visión bucólica y congelada del tango de los años veinte.

- Hay dos etapas en Borges, una criollista y otra más ligada al cosmopolitismo?

- De verdad, aunque se burlara de ciertas exageraciones del criollismo, Borges jamás dejó de ser un criollista. Una vez, sabiiendo qué me contestaría, le pregunté si Macedonio Fernández tocaba la guitarra y él me respondió lo esperado: "yo creo que le gustaba afinarla y sacarse alguna fotos con ella, pero realmente nunca lo escuché tocarla". Y a propósito de Ricardo Güiraldes dijo "sí, Güiraldes tocaba la guitarra, pero ¿sabe por qué? Porque creía que de ese modo defendía el criollismo". Borges rechazaba la zamba bailada por "chinas" vestidas de celeste y blanco y esa parafernalia de la exaltación nacionalista, como hacía con la religión. "Mi madre es católica como todas las señoras argentinas, ¿no?", y contaba que en una ocasión su padre le preguntó si quería tomar la comunión "aunque se tratara de una ceremonia absurda" y él no quiso. "Mi hermana decidió tomar la comunión y es católica, yo decidí no tomarla y soy librepensador, todavía; aunque eso de ser librepensador también parece algo anticuado". Para disfrutar una charla con Borges el interlocutor debía domesticarse a los giros y contestaciones que solía repetir. Se divertía en hacerlo y por ejemplo, de los marxistas pronunció tantos agravios como del peronismo, que lo acusaron de todo, y con el favor del tiempo a Borges hay que juzgarlo como a Carlos Gardel, el otro gran referente, criticando sus obras que son inigualables. Por supuesto, Borges mereció muchas veces ser juzgado por el "Borges oral", que era sin duda un provocador, aunque de cualquier manera yo lo siento y lo imagino como un porteño sobrador y canchero, acodado en el mostrador de un boliche de barrio, - de esos que conocí- con un pucho en la comisura de los labios que si alguien se lo quitara, descubriría debajo una sonrisa burlona. Una sonrisa cómplice de "no me haga caso, estoy hablando en joda". La intelectualidad elegante de "La Nación" ni el izquierdismo esquemático supieron ver ese perfil de guitarrero de patio, - esos cantores que conociera mi padre- que vestían un corbatín y un saco oscuro. Mi retrato de Borges está vinculado con esa imagen y no otra.

- ¿Usted no vincula esa fascinación con algo snob?

- Vea, él mismo decía que el compadrito era una invención literaria, y de esa atracción verdadera surgía su provocación permanente. Le repito, a Borges le hubiera encantado ser un payador de boliche y haber tenido las andanzas aquellas de los verdaderos compadritos; y esto lo confesaba diciendo que se había criado detrás de una cancela colonial. Aunque en el fondo, en una doble vuelta, él mismo se burlaba de todo eso. Una vez fue a pasear con Francisco Luis Bernárdez y Carlos Mastronardi por el barrio sur, la Boca, Barracas, buscando hallar algún bodegón abierto donde descubrieran esos hombres de coraje, compadritos o cuchilleros; y resultó que esa noche no encontraron nada abierto y al preguntarle "¿y usted que recuperó, Borges?", se sonríó a medias "y, nada. Que hacía un frío tremendo y éramos tres ilusos perdiendo el tiempo". Digamos que si en un lugar está el Jorge Luis Borges que se ríe de los mitos argentinos es en "Seis problemas para don Isidro Parodi", escrito en sociedad con Adolfo Bioy Casares. Y si Borges no hubiera pintado esos personajes, hubieran quedado en el olvido.

- ¿Lo trató mucho antes de morir?

- Bueno, en la biblioteca de la calle México hablamos un par de veces en el breve tiempo que ya le dije, por el setenta, pero luego lo volví a ver y tratar a mediados de 1983. Debía ir a casa de una escritora amiga, María Luisa Biolcati, y como yo lo acompañaría en la charla lo fui a buscar a la calle Maipú donde vivía. Ahí lo atendía una señora Fanny y fue el mismo día que había operado a Beppo, su gato, que le regalara una familia "pero se llamaba Pepo. Imagínese, un nombre horrible. Entonces yo lo bauticé Beppo, como un personajes de Byron y el gato no se enteró y siguió viviendo"; era la explicación que solía repetir. Recuerdo verlo salir buscando anudarse la corbata de una habitación en penumbras y la señora Fanny lo ayudó. Debíamos ir a la calle Charcas, a una reunión donde yo le haría las preguntas y le reiteré mi apellido. "Si claro, un apellido italiano, pero también puede tener algún origen sefaradí. Persico puede provenir de Persia". Le dije que además era un fruto similar al damasco y él quería explicarme el suyo: "sí, pero seguramente viene de Italia. En cambio el mío tiene ascendencia portuguesa. Borges quiere decir burgués". Pocos saben la cantidad de progres que se indignaron por esa frase y ahí pensé "con este viejo me debo cuidar porque me está cargando", Después me preguntó sobre una palabra, "arcane", que hallaría en el Shorter, un diccionario, y cuando la encontré dije "Arcane: mystic, secret", con una pronunciación propia de Remedios de Escalada. Ahí el viejo agregó algo de lo místico y lo secreto y "yo creo que tiene que ver con el tiempo, ¿no le parece?". Era lo que se dice un tipo con estilo, de esos que jerarquizan a su interlocutor al preguntarle y si uno es un gil engreído, perdía. Era un anciano condescendiente y a los dos o tres días lo visité por la tarde, le leí unos sonetos lunfardos que nombraban a Lenín, Pirandello y algún otro, que a él le parecieron "de un reo que escribe para intelectuales". Una crítica que luego me avivé era una feroz crítica borgeana.

- Usted menciona algo de la relación de Borges con la prensa.

- Sí, él tuvo diferencias con algunos periodistas que igual a mucha gente, creían que Borges sólo sabía de libros y recordé el brulote de un periodista que quiso saber si conocía al director técnico de la selección de fútbol. El tipo insistió cuando Borges le dijo que no lo conocía hasta que el fin el viejo se disculpó "usted perdone mi ignorancia". Otro se hubiera suicidado ahí mismo pero aquel periodista como el gato Beppo, no se enteró y siguió viviendo; y al preguntarle si de verdad no conocía el nombre del técnico me dijo "por supuesto que escuché ese nombre, escucho la radio todas las mañanas". Porque Borges en el fondo era una "persona normal"... Cuando le pregunté si Victoria Ocampo era una mujer hermosa hermosa, contestó "yo no sé, la conocí cuando tenía veinticinco años". Y eso sí, recuerdo bien hablar con él sobre mujeres, de "minas", que el cholulismo supone que no sería capaz, y por ahí arriesgó que la mujer madura era más hermosa "porque la belleza de los veinte es casi mecánica, en cambio a una mujer de cuarenta detrás de los ojos se le intuye la mirada". La frase fue más o menos así y le dije si lo había ensayado la noche anterior y se sonrió "no, no, hace tiempo que la repito". Por eso le digo que era un porteño sobrador y canchero que buscaba la apoyatura en su interlocutor, que nunca pontificaba tal vez porque como cualquier porteño que se precie, tenía temor al ridículo.

- ¿Era tan radical y polémista con sus ideas políticas?

- Era como le dije, un provocador a veces un tanto gratuitto, porque sí. Del "Mío Cid" dijo que era un cosa ilegible; del "Quijote" podía hacer alguna broma liviana sobre algunos capítulos del libro pero que sin el "Quijote" no podríamos entender la historia de España. De Calderón de la Barca sostenía que era un invento de los alemanes, de Guy de Maupassant una vez sentenció que no era ningún cuentista genial y que antes de morir había mejorado porque "murió loco pero toda la vida había sido estúpido". De estas conjeturas Borges llenó muchísimos tomos, como al decir que los españoles hablaban muy mal el español pero que lo respetaban "porque lo consideran un idioma extranjero". Lo mismo, considero a Borges el número uno de la cultura de los argentinos de este siglo, y que todavía no entendimos su perfiles nacionales ni su radicalidad. Creo que solamente podríamos comparar la grandiosidad de Jorge Luis Borges con Domingo Faustino Sarmiento, otro titán fundador de nuestra literatura. Y vea usted, en un país tan contradictorio como es el nuestro, los personajes más representativos de nuestra cultura no podrían dejar de ser contradictorios. Sarmiento, Borges, Facundo, Perón, por decir al voleo tres o cuatro; una vez Borges habló a favor de Pinochet pero cuando se enteró bien de lo que era en Argentina el régimen militar de Videla, Massera y aquella banda delincuencial, les hizo mucho daño con sus críticas. Principalmente las que se publicaron en Europa. En pleno Proceso de estos asesinos, de los militares argentinos dijo a "Le Monde" y toda la prensa francesa "cuando yo era chico quise ser militar, pero con el tiempo me fui haciendo más cobarde y menos estúpido". Ahí pintó a la Junta Militar, de quienes no quiso ser utilizado, y quede claro que él lo hizo sin atribuírse - como Ernesto Sábato- ser el referente moral y ético de los argentinos. Pero mejor es volver a Borges: entendamos que en cualquier contexto, en Argentina siempre las líneas ideológcias han sido muy tensas, irreconciliables, peronismo y antiperonismo, y esto hoy se tiende a olvidar, Con Borges uno podía hablar de asuntos terrenales y cuando alguien le dijo que el proceso Militar en Argentina pudo ser una más de las sangrientas internas del peronismo él, Jorge Luis Borges agregó "ese es un pensamiento muy coherente".

- ¿Cuánto debe la fama de Borges a los medios de comunicación?

- Supongo que Borges, como Gardel, en el contexto de la concentración actual de la comunicación, globalización mediante, hubieran pasado desapercibidos. Quizá Gardel no hubiera llegado a ser lo que fue si debiera pelear con los multimedios de hoy que mastican y devoran lo que sea. Igual, Borges nunca fue un escritor popular; ha sido un provocador, hay un buen Borges oral, pero nunca fue un escritor popular de los que se nombran en la calle. Bueno, ahora me preguntaría quiénes son esos... Pero hay cosas estupendas en la obra de Borges: su "Poema Conjetural" con relación a Francisco Narciso de Laprida asesinado el 22 de setiembre de 1829 por los montoneros de Aldao, es una pieza histórica monumental. Ahí, en ese poema, describe su latinoamericanismo y aunque nosotros lo podamos acusar de cualquir cosa, Borges era de aquí.

- ¿Qué parte prefiere de la obra de Borges?

- Sus cuentos. "El Muerto" es sensacional no sólo por su remate. "Hombre de la Esquina Rosada", una pintura precisa de una época del arrabal de Buenos Aires, perfecta calidad borgeana en cada fragmento. Cuando en el personaje Francisco Real da un pechazo y atropella a los gritos la puerta del prostíbulo, Borges, el relator, que está de espaldas a la puerta, al verlo exclama "el hombre era parecido a la voz". Siete palabras no más y deja un concepto definitivo del tipo, esa era la calidad de Borges cuentista armando frases perfectas y definitivas que mostraban su capacidad incansable para corregir. La suya era una generación que escribía muy bien y muchos consideraron que Bioy Casares era superior, pero ambos se influenciaban. Bioy era un mundano y un "sportman", en tanto Borges era de biblioteca, escuché alguna vez; se influenciaban.

- ¿Qué se olvida generalmente de la obra de Borges?

- Ahora, se me ocurre su cuento "Juan Muraña". Sería bueno que la gente lo releyera para entender el enfoque casi ensayístico sobre el compadrito. También se olvidaron los ambientados en el Uruguay; en "El Muerto" ubica la acción en un pueblo llamado San José, creo, que es una pintura. Borges era un conocedor de las costumbres aunque fuera incapaz de escribir alguna mala palabra, por ahí. En una reunión le dije "vea, yo me voy porque esto me hincha las bolas" y el afirmó "tiene razón, a mí también", y nos fuimos. En otra oportunidad, en televisión, le preguntaron si había conocido algún guapo verdadero y dijo "sí, en Montevideo"; resultó que un hombre había faltado el respeto a la casa y el dueño, que era un hombre de acción pero muy respetuoso, fue al cuarto contiguo y volvió con dos cuchillos. Le ofreció a quien ofendiera su casa "usted elige". "¿Y qué hizo el otro?", le preguntó el conductor del programa. "Y, ¿qué iba a hacer? Se achicó". Borges dijo lo mismo que mi viejo, siempre taxista o colectivero. O al definir a su gato Beppo con una inflexión bolichera, "un gato más ventajero que atorrante". Antes que nada, era un hombre que respetaba la autenticidad de la gente y no soportaba a los cholulos; de ahí su rechazo a los periodistas. ¿Usted no es periodista, no?" "No. ¿Qué tiene contra los periodistas?", y repitió algo algo ya escuchado "Es gente muy sonora". Con la gente auténtica era divertido de verdad y hasta de reírse al confiarle "¿usted Borges, no será un compadrito frustrado?", diciendo "creo que sí".

Fueron esas charlas a mediados de 1983 y no daba para más. Ël ya era un anciano desvalido en el exilio de la ceguera, rodeado por personas que a veces lo creían alguien de la televisión; y debíamos respetarnos. Murió en el ’86. En definitiva, conocimos a mucha gente infatuada de importante; deportistas, faranduleros, políticos y tilingos varios, pero si frecuentamos su obra literaria, - la identificación real de un escritor- Jorge Luis Borges fue importante de verdad. Y esa es la diferencia.
:::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::


(Del libro "Los que concieron a Borges nos cuentan". Editorial Tres Haches, febrero del 2000)
____________________________________________________________________________

Laberinto de Gardel y el Inglesito             Cuento

Y fue por ahí cuando el Inglesito, que descollara por milonga en el despacho de bebidas de doña Rosa, allá por Turdera, empezó a desovillar sobre Gardel y lo acontecido con su extraña muerte. Hoy confieso que no entendía así nomás su manera de unir las palabras y al comprenderlas, ya el hombre andaba respirando en otra frase. Porque al Jorge Luis, el Inglesito, que fuera también imbatible payador del boliche de los Iberra, era un gusto verlo apoyar sus manos sobre el mástil de la guitarra hablando de Carlos Gardel, el Zorzal Criollo. Y como los poetas siempre agregan imaginación hasta cuando saludan, no era fácil descifrar cada renglón del Inglesito aunque recupere su voz trabajosa y la mirada opaca al oírlo hablar de esas utopías que adoran los pueblos.

- La historia verdadera requiere de la ficción que la humanice; no hay estadística que valga sin la neblina de la imaginación y el mito - pronunció Jorge Luis el Inglesito en aquel bodegón oloroso de aceitunas y vino moscato. Neblina de la imaginación y el mito - repitió y mirando al techo reacomodó una mano sobre otra y hamacado en la guitarra aseguró que sin creerse las historias de Sancho y don Quijote la historia de España no tendría pies ni cabeza. Y por ahí siguió ubicando cada palabra en su sitio, igual al personaje que contaba un cuento sin saber si lo recordaba o sólo recibía las voces para decirlo. No era fácil seguirle la idea, y yo porfié no distraerme si pretendía conocer la muerte de Gardel y gustar la sal nutricia de lo verdadero, según amenizó el Inglesito convencido que ningún párrafo de la tragedia gardeliana de junio del '35 tenía parentesco con la verdad.

- La crónica dice que Carlos Gardel, el artista más respetado en América del Sur, murió quemado en un accidente de aviación en Colombia, pero eso apenas guarda cercanía con lo cierto y según el historiador uruguayo Wilson P.Sarnari, también esa fantasía debiera desecharse – tartamudeó casi inaudible.

Era lindo ver al payador que llegara de contrapuntear del Camino de las Tropas, relatar con la simpleza de quien aprecia lo extraordinario y en los resuellos de silencio, irse a divagar por algún túnel de recordación. Me gusta este relato y confieso que aquel imprevisto de Gardel y Jorge Luis Borges, el Inglesito, me aconteció en horas de una realidad secundaria, impenetrable, aunque igual reconocería los rostros de aquellos parroquianos esquivos en mirar de frente al payador que al irse a morir a Suiza, les debiera los rituales del avieso velorio y algún llanto televisivo. De aquella gente nadie perdonaba al pálido Inglesito que apoyaba su mentón en la guitarra, que al haberse muerto tan lejos les sustrajera alguna foto del jadeo final, trofeo a mostrar sonrientes en el despliegue fúnebre. Por eso hoy presiento haber vivido allí un tiempo prestado y sin relojes, de otra instancia, donde me anoticié que el Wilson P.Sarnari, del cual el Inglesito atesoraba una larga conversación en Montevideo, le refirió datos que ningún investigador del "Pasión y Muerte de Carlos Gardel" conocía. A saber: las horas previas del Zorzal Criollo antes de abordar su vuelo final en Medellín, si lo hiciera, y el nombre de la enigmática mujer que se le acercó por un autógrafo y luego desapareciera para siempre sin que jamás fuera reconocida, y otras conjeturas que Wilson P.Sarnari le hiciera esa vez. Porque hubo muchas invenciones que el payador Jorge Luis el Inglesito despreciaría esa noche, aunque sin quitarle todo el prestigio de misterio a lo propuesto por el otro.

- También se dijo que el accidente vino por aquel mozo Lepera, amigo del cantor y continuo abrevador de Amado Nervo, - deslizó el Inglesito su juicio literario- que por un enredo sentimental arremetió a balazos con toda la concurrencia. Se murmuró también que por mantener en alto el buen humor argentino al piloto lo ahorcaron con un lengue blanco al carretear el avión, y más frases de entrecasa porque la verdadera muerte de Gardel proseguirá su enigma. Aunque si el portador de un secreto subestima los recuerdos, igual se confesará; toda verdad clandestina resulta insoportable – pareció cansino el Inglesito al reiterar que esas ideas se las habría confiado en Montevideo el historiador Wilson P.Sarnari, quien luego de escuchar las milongas del Inglesito que con el tiempo serían leyenda, empezó a darle relación de la "Verdadera Muerte de Gardel" y otros asuntos. Como que antes del accidente, el Idolo de la Canción estuvo acompañado solamente por él; Sarnari y Gardel sólo a sólo, hablando del entorno que rodea al hombre desbordado por el adular ajeno, esa difusa y despótica imposición del absurdo. Además nos relató el Inglesito que él supo aguantarse a pie firme los parlamentos del historiador uruguayo al memorar la tristeza de un Gardel desolado, marioneta de magia fugaz y perdido su gardeleo en turbios callejones.

- Carlos Gardel, artista virtuoso devenido en partiquino lugareño y malversado por nietos con sonrisa de rocanrol y extraños a la palabra tango. Porque Gardel supo retirarse a tiempo, no era ningún botarate y tenía tan anticipada su memoria que alcanzó a confiarle a Wilson P.Sarnari su temor por los tiempos venideros y dónde resonarían los ecos de su voz luego que él debiera quemarse en Medellín. "Vea Sarnari, algún día harán de mí un muñeco publicitario. ¡Qué vergüenza!" – le habría dicho el morocho del Abasto, además de anticiparle a Sarnari el mal uso que de su inflexión arrabalera harían los atorrantes que nunca faltan, de los titulares de prensa amarilla que informarían de sus apariciones en Quito y Bogotá, con el rostro deforme por el incendio; o ircerdio; pero aclamado ni bien entonara la primera estrofa. Y habría otras imaginerías: el tiempo que esperó Gardel en el aeródromo antes de reanudar su viaje, sus verdaderas hembras y la incierta tendencia de su entrepierna, el exacto lugar donde naciera y otras tantas errátiles hazañas, con suicidios de millonaria y algún hijo que casualmente cantaría como él pero un poco diferente.

- Mucha tontería fue glosada por los nocheros como si hablaran de virtudes propias – me dijo el historiador Sarnari y luego predijo el impiadoso final que a Gardel le fijarían los congeladores del arte. Gardel es paradigmático, nadie cantará como él, repetirán los mediocres; y ahí lamentó por decir paradigmático, esa palabra que yo desecharía por olvidable, como el dictamen de Enrico Caruso, "Gardel tenía una lágrima en la voz", que a madre le sería una ambigua alabanza de italiano.

Jorge Luis el Inglesito aflojó las comisuras sin alcanzar la sonrisa y la siguió con cuanto le contara el historiador uruguayo Wilson P.Sarnari, de un Carlos Gardel solitario que luego de ser confundido con otro pasajero de un avión que jamás abordara, seguiría con su lustroso smoking, el chambergo inclinado y aquel moñito a pintas, y hasta luciendo su perdonable atuendo de gaucho palaciego. Siempre Gardel, cantando y sonriendo como nadie, aunque ya empezaban a disponer de él las multitudes vigorosas y los negociantes de un "Gardel, producto terminado". Él nada menos, El Gran Modernizador devenido en cómico accesorio de un tablado en la costanera, o chaplinesco de tercera recluido en un loquero y corrido a cascotazos por cualquier barra futbolera.

- Una noche lejos de mi patria le escuché a Gardel cantar un tango deleznable, que jamás apreciaría – dijo el Inglesito de su cosecha- y sin embargo, al oirlo reviví cierta calle de Palermo con una madreselva trepando una tapia, y de pronto lloré. Por esa memoria dictada por la voz compadre de Gardel y acaso, porque lo popular es un secreto en los pueblos, ¿no le parece? - preguntó el Inglesito y siguió hurgando otras palabras que oyera de Wilson P.Sarnari en esa noche lejana: Carlos Gardel internado en un depósito de viejos llamado geriátrico, ensayando ante el espejo aquel peinado brilloso y su sonrisa luminosa pero ignorado por otros ancianos derruidos que también se mean encima. Según Sarnari, el Zorzal Criollo tal vez sea otro cuerpo sin retorno tirado en algún hogar de ancianos, tumba previa donde entona "tal vez una noche me encane la muerte, y chau Buenos Aires no te vuelvo a ver", hasta que un enfermero lo acalla de un sopapo.

- Además, luego de esa afirmación tan contundente, - sugirió otra sonrisa Borges el payador – el uruguayo Sarnari deslizó un nuevo enigma. "Pobre Carlitos, confundirlo con un bufón de discoteca"...

Y al concluir Jorge Luis el Inglesito, antes o después de morirse en Ginebra hamacándose en el asta de su guitarra o en su bastón, vaya uno a saber, un reciénvenido al despacho de bebidas nos truncó el relato.

- No crean más zonceras, señores - impuso con voz chillona el comedido- lo cierto fue que el 24 de junio de 1935 al insuperable chansonnier Carlitos Gardel no consiguieron subirlo al aeroplano. ¿A él sentarlo en un cacharro que ni levantaría vuelo? Vamos, que no era ningún gil el Morocho.

- Pero qué triste sería un Gardel sin poesía, sin esa eternidad - culminó trémulo el payador que se luciera por milonga en un bodegón de Turdera, en el día que a usted mejor le convenga.
_________________________________________________________________________________

Un tal Borges, el amigo de Julián   Cuento

Ni bien en la reunión entraron a opinar sobre la poesía significante y demás brujerías, sin aflojar su bastón el anciano Borges pidió tomar un poco de aire.

- Un día la gente caminará hacia el sur - dijo mirando el cielo.

- Y se orientarán siguiendo a Las Tres Marías, según antiguos navegantes – lo secundó Julián al tomarlo del brazo.

- O cumpliendo alguna voluntad de Dios; otra incierta constelación – insinuó el viejo una sonrisa y prosiguió.

- Camine despacio señor, sin llevarme a remolque. Apenas quiero estirar las piernas y dejar un rato la ingeniosidad de hablar sobre la muerte, el Papa y la fatalidad del tiempo. Eso ya me hincha, le aseguro.

- Le creo – le contestó Julián y esquivó a un perro acostado en la vereda-. ¿Le gustan los animales, Borges?

- No me desagradan. Una vez me regalaron un gato llamado Peppo, un nombre horrible; yo lo bauticé Beppo, como a un personaje de Byron, pero el gato ni se enteró y siguió viviendo. Murió hace poco, lo extraño.

Julián sabía jugar de acompañante y aceptó escuchar la semejanza de Beppo con los tigres, esa otra recurrida alegoría del "más grande escritor argentino", en tanto suponía que de haber nacido perro Borges sería un abacanado cocker spaniel, propiedad de alguna veterana que lo cepillara sin dejarlo trompetear tachos de basura en la madrugada. Seguramente Borges sería un afectado perro de living, un soñador sin necesidades – y sonrió Julián por su idea tan ramplona.

- Fuera de los caballos que me atraían y jamás traté de cerca, mi mundo casi no tuvo animales – insistió el viejo. Beppo fue un gato más ventajero que atorrante, se dejaba acariciar sin inquietarse, siempre dormido sobre el sillón. Cierta vez me fotografiaron con un perro que no era mío, y no sé, siempre preferí el enigma que suponen los gatos.

- Sí, hubo fotos en su casa que sugerían eso. Las recuerdo.

- Yo también, señor. Pero fue otra equivocación porque en verdad, yo lamento no haber sido un cuchillero de fama, y a veces también no recordar la sensación de arrancar una anguila del barrial mierdoso que fuera el Maldonado, entre el griterío de los otros chicos. Hoy me gustaría mucho tener ese recuerdo, pero deseché eso al demorarme con la palabra escrita. A veces a desgano, le aseguro.

- Nadie imagina a usted en menesteres de potrero, Borges, y menos hundido en el barro del Maldonado para sacar una anguila.

- Es que siempre me rodearon seres equivocados; periodistas sonoros, aburridos intelectuales que ni sospechan quien soy. Yo no concibo el mundo sin esta ciudad que jamás pude abandonar del todo. Algunas veces pregunté qué divierte hoy a la gente de aquí y me respondieron cosas ajenas, tonterías. Nadie se anima a conversar conmigo como se acostumbra con cualquier porteño sobrador y canchero, que tanto pretendí ser. Por eso espero que un día la gente caminará hacia el sur.

Sin llevarlo a remolque, Julián sostenía el caminar del viejo "socio de nadie", criado tras una cancela colonial, ciego, piel transparente, inflexión inglesa al silabear "Borges quiere decir burgués", y por siempre, patrón de milongas y cuchilleros imaginarios.

- Una noche de invierno vine con unos amigos a este barrio de Barracas, a ver si relojeábamos algún guapo de esos que inventara la literatura. ¿Usted no cree que al fin todo es una invención literaria? Vea, en esa ocasión hacía un frío tremendo y anduvimos con Mastronardi y otro más, Bernárdez, bordeando el Riachuelo sin encontrar abierto ni un solo bodegón de esos que mencionan los tangos. Rituales almacenes concurridos por gente de reírse fuerte y no tomarse muy en serio; esa manera de ser inteligente.

Julián conocía esa anécdota y aprovechó a darle su versión.

- Si no lo aburro, quiero recordarle de un almacén de bebidas y dos payadores de contrapunto. Los dos cantores se provocaban con la mirada. Uno era El Inglesito" pero tenía su rostro, Borges. El hombre lucía una seda oscura al cuello y zapatillas de carrero a rayas celestes, mostrando sus guarangos empeines y hamacándose en el mástil de la guitarra; o del bastón, vaya usted a saber. Y anduvo desafiando "vine al sur porque estoy buscando un hombre de coraje y dicen que por acá sabe haber". El otro cantor, de flor montada en la oreja, afinaba desprolijo las seis cuerdas y apenas le dijo "no busqués roña, Inglesito prepotente, que te vas a arrepentir".

- Eso me gusta, señor. Lo escuché alguna vez y suena lindo, vea usted – dijo Borges y se afirmó mejor al brazo de Julián.

- Entonces prosigo. El gallego que atendía el boliche desancló una faca de algún rincón y dando un cojonudo planazo en la mugrienta tabla de cortar fiambre, puso fin al contrapunto.

- Sí, de madrugada por aquí pasan al puerto unos estibadores muy guapos, hombres de aguante al infortunio; y ustedes dos no anden buscando pleito que los matones no son de aquí – los prepoteó el bolichero

- Esa historia la escuché otras veces y no me disgusta. Quizá porque ahí yo, Borges, soy ese payador que disfrutaba provocando en los bodegones, el emborracharse con ginebra y hablar de hembras como cualquier mortal. Y mejor hubiera disfrutado en cuerpo propio esas imaginaciones. ¿ A usted no le parece?

-¿Quiere que volvamos, Borges?

- Sí, aunque la entrevista con esa gente seguirá insabora. Usted sabe, no se detendrán hasta preguntar porqué decidí morime en Suiza y privarlos de mi velorio. Pero igual entremos, que este frío me jode mucho.
_________________________________________________________________________________


Viejo sobrador   


"El que dice burgués pronuncia Borges",
tartamudeó el chicato, despacioso,
junando al cielo con cara de pirado,
canchero en su papel de hacerse el oso.

Los giles daban todo por ficharlo:
Poderlo franelear, enchabonados
a escracharse con él. El cholulaje
la juega de arrastrón en cualquier lado...

Pero el Yoryi fue un seso de primera.
Un pensante entrenao de ponga y meta.
Un marote a bastón yirando el mundo.

Que a veces se zarpó, como cualquiera,
y nos dio embole con su manganeta
de tipo sobrador, turro y profundo.
________________________________________________________________________

De la TV y textual


-¿Y cómo se llamaba aquel viejo de bastón que invitamos al programa y era ciego pero igual hablaba y escribía? ¿José Luis qué, era el tipo?
______________________________________________________________________________



VOLVER A CUADERNOS DE LITERATURA

Solo10.com: Dominios - Registro de Dominios - Alojamiento Web - Hospedaje Web - Web Hosting