lunes, 4 de julio de 2011

Fuerte, abajo y lejos de Michel Foucault. Cuento.

     Cualquiera que atajara la pelota que a Jorgito Chopin le sacudieron aquel sábado en San Isidro, no hablaría de otra cosa. Pero en el vestuario él solamente acarició sonriendo los guantes color rosa que protegían sus dedos de pianista y no dijo ni media palabra… .
    El partido contra esos locales de dientes apretados con gente siguiendo el juego en cuatro escalones de un costado, a los Once Corazones no los entretuvo. A pesar del bienhechor sol de octubre y tantas minas vistosas alrededor, - sin atender a los pibes que los insultaban- ellos como siempre salieron a jugar prolijo y sin revolear la pelota a cualquier parte. Y de inicio nomás chocaron con unos atletas con camisetas de rugby y pierna  fuerte que protestaban todo, así que el plan de juego fue no discutir con nadie y bien protegidos atrás, el Nene y Cacho de punta ya tendrían su contragolpe. Pero el ambiente se iría calentando; jugadores, socios y familiares del San Isidro le reclamaban al referí un reglamento propio, el ‘¿qué cobrás hijo de puta?’ a él y sus líneas los hacían tres temerosos personajes, en tanto a los Once los irían identificando como ‘negro de mierda’ o ‘judío asqueroso’.  Y  al habilidoso narigón Aguilera una señora, - buenísima y embutida en un conjunto deportivo blanco- le aconsejó ‘zurdo putito, no te hagas el vivo que te hacemos desaparecer’.  
       Con poco juego y menos palabras se fueron al descanso empatados en cero,  y por la mitad del segundo tiempo el Nene embocó un derechazo de unos veinte metros y un golazo que casi ni gritaron. Entonces sin gran despliegue se irían retrasando buscando que la bola anduviera lejos de Jorgito Chopin y fuera pasando el tiempo. Once Corazones tenía muy ejercitado ese libreto y sacarlos de eso le era difícil a cualquiera, así que sin grito ni exhibición porque la hinchada íntegra local ya les puteaba la tercera generación, llegando el final uno a cero el referí agregó dos minutos de descuento. Que luego de transcurrir y volver a mirar su reloj, unos tipos de pelo corto entraron al campo y chau con la elegancia y el ‘fair play’; uno de bigote le recordó  al referí cierto reglamento no inglés ‘vos de aquí no salís, la puta que te parió’, otro le manoseó el cuello y reglamentariamente, el partido prosiguió dos minutos más.
       Así que seguirían centros desprolijos al área de Once Corazones,  despejes ya sin orden para salir jugando y llegó por ahí una bola  inocente, y penal a favor de San Isidro  cometido por el hombre invisible. Fervoroso griterío de aprobación y en segunda escena Jorgito Chopin ajustando sus guantes rosas y los Once Corazones mirándose en silencio. El petiso número seis de San Isidro alisó con la pelota el pastito  exigiendo ‘que no se adelante el arquero’, el referí cerca de Jorgito le gritó ‘usted no se mueva de la línea’ y algo menos estridente antes de la ejecución. Jorgito se hamacó en un reflejo, el zurdo retacón con tres pasos de carrera sacudió un disparo seco abajo a la izquierda y la bola hizo ‘chaf’ contra los guantes rosas de Chopin. Además de irrepetible, una atajada espectacular  que al desplomar un silencio metálico en el entorno ni advirtió que Jorgito sin ostentar ni mostrando la pelota sacó rápido para el Nene, solo allá adelante, y ya sin querer más el referí heroico  pitó el final. Lo mismo jugadores y público del local, perdiendo entusiasmo,  lo manosearon y putearon hasta el vestuario pero el hombre sobrevivió.
       El penal que atajó Jorgito Chopin debió ser el comentario pero enseguida la tarea fue ducharse para irse lo antes posible. El arquero apenas se sonrió consigo mismo ante sus  ‘guantes mágicos color rosa’ y recién comentó el asunto en el tren de vuelta con el Quelo Varela, el vendedor de libros.
- Ese referí resultó un turro de no creer. El tipo sabía como pateaba el petiso y me gritó ‘no se mueva de la línea’, y entre dientes ‘abajo, a tu izquierda’.
- Es increíble; esa fue una demostración de Poder con mayúscula,
- … y qué lástima Quelo no preguntarle ahí mismo si era un lector de tu amigo Foucault - y se cagaron de risa.
Eduardo Pérsico nació en Banfield y vive en Lanús, Buenos Aires,

No hay comentarios:

Publicar un comentario