lunes, 20 de febrero de 2012

Y chau al recuerdo y el olvido. Cuento. feb.2012.


      Y chau al recuerdo y el olvido.   
                                                       
Cuento de Eduardo Pérsico
                                     
                               …y cada palabra  sólo es el recuerdo                                                        guardado de ella misma.                         

      Quizá por un ejercicio de memoria estos días recordé la muerte de alguien que nunca divisé ni en fotos. Algo involuntario por más que en su momento me amargara de verdad el dolor que sufriría su hija Jelena, la mujer que yo más quise y tanto me dolió su lejanía.
      Sin detalles, digo que con Jelena nos hablamos las primeras frases viajando en un tren y al conversar el día siguiente en un bar de barrio, con su modo trabajoso y ‘en argentino’ me reiteró ‘cada persona es su propia palabra si se compromete con ella’. Una parrafada algo teatral en ese tiempo de juventud ensoñada de acaso y desamparo a veces olvidable, y los augurios de aquel febrero del ’76 con el sol mineral cayendo sobre Buenos Aires. ‘Yo nací en ciudad cerca de Belgrado, más frío’, y además diría de su tiempo en California más los años en Santiago de Chile. ‘Mucho extraño mi casa de ahí, bonito barrio’, musitó contrariada por hablar de eso.     

     Jelena cumpliría veinte años y yo con veintitrés la iba de empleado en atención al público de un Banco, donde hablar con gente a veces confidente hacía informativa y amable la tarea. Más nuestro primer código común lo hallamos al rebuscar ‘esas frases curiosas de ustedes’ que la animaban a pesquisar entusiasta cualquier vocablo sólido y certero. Igual no poco le indiqué ciertas voces ‘con miga’ frente al lenguaje gelatinoso de cualquier diccionario, y al descifrar mina, atorrante, bulín o turro compartíamos la risa. También me recitaba ‘nosotros ya somos palabra comprometida’ al apreciar juntos la bisectriz de un pájaro en un vuelo sin luz, y un anochecer de besarnos a morir en la callecita junto a la vía me anunció ‘mamá hoy hablará a mi padre, siempre de viaje’. Así que al otro día me apuró ‘mi madre quiere vernos en casa, la calle es insegura’, un renglón que llegaría de su padre aunque al llegar juntos, la madre aflojó el clima sonriendo sobre mí algo que después descifré en una trabajosa charla de los tres. Donde hablamos hasta que sin prólogo ni ceremonias, la madre ‘para tranquilidad’ nos ofrendó unos preservativos que los tres festejamos,  más Jelena agradeció ‘gracias y chau’ al entrar a su cuarto.  

-         Si vos tranquilo todo será bien – por mi ansiedad al desvestirnos y calmado ese apremio, en la escena cada palabras apenas sería un eco. Porque el silencio mucho vale cuando hombre y mujer se aman íntegros en libertad, nuestro amor con Jelena no permite el repaso de alquimia palabrera ni oración sin retorno. Y en esa noche después de cenar y reírnos en la mesa con traducción de madre incluso, al salir y estimar el aire acondicionado en cada ambiente y las costosas paredes enmaderadas, según empleado bancario me acordé del padre de Jelena. Que me contaría ‘papá es experto en comerciar cosas defensivas o algo así, y viaja mucho’, sí que por esos días de 1976 toda palabra era sospechosa en Buenos Aires y no había renglón relegado a los rincones, volvimos al territorio de nuestra ternura. Esa habitación por donde las horas cruzaban sigilosas casi en puntas de pie, y acaso sin temor ambos nos diríamos imprevistos. Puede ser.     

      Por más que a nadie intrigue aquel amor frenético ni si ella lagrimeara en nuestro último abrazo, esa etapa de ternura minuciosa con Jelena bien pudo ser distinta y más cuando el padre viajero quiso volver a Chile. Ese lugar del mapa que ella tanto apreciara, ‘bien cerca, nos veremos’, y entonces esquivé esa  promesa magra que ilusiona el proyecto de un reencuentro. Ella no merecía ninguna farsa cuando por voces a medias pero frecuentes, yo bien sabía de milicos malandras de uniforme y disfraz que jamás cara a cara ni menos hombre a hombre, despedazaban laburantes. Esos que tal vez mejor pensaran en la noche perpetua impuesta por  asesinos,  rezadores y verborrágicos publicistas; toda esa misma mierda.  

       Lo mismo, de aquello tan cobarde y oculto crecerían voces y más voces  con ecos de otra historia, así que por años siguientes al 1976 sin finales felices ni suspenso peliculero, releí algo extraviado en tanto olvido: ‘mataron a mi padre y ni siquiera nos dijeron dónde’. Y Jelena tal vez delinearía ‘te extraño con la misma ternura’, ¿más cuánto es la nostalgia vana y deshojada ante una realidad sin pájaros volando a ciegas al atardecer? Si al fin el tiempo prosiguió su ronda y la pena por un amor perdido ya resuena en palabras que dejaron de ser comprometidas. Y en la recordación del negociante de armas entreverado a esa mujer que yo quisiera tanto, ya merezco decir chau al recuerdo y el olvido. (2012).
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Eduardo Pérsico nació en Banfield y vive en Lanús, Buenos Aires, Argentina.

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