viernes, 15 de octubre de 2010

RENGLONES INCORREGIBLES. Poemas.


Todavía

No todos los instantes ya pasaron
y aún esperan tenaces,
imprevistos, furtivos.
Ocultos en la lluvia que enjuaga la ventana,
o en la invicta añoranza que irrumpe cada tanto.
Si algo ya nos dejó camino arriba.

Los momentos, parece,
no sólo son ayer de gorriones quebrando
el aire transparente de una tarde lejana.
Ni el sol recalentando la sangre adolescente.

Tal vez cada futuro es también una ausencia.
Sin el dulce regusto de niñez y nostalgia,
pudo ser un posible que no llegó a destino.

Sin aguardo de magia o resplandores
cada fugacidad es un acaso.
Muy íntimo y final. Sueño y milagro.
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Momento Irrepetible. 

Del silencio a la sombra la luz teje su trama
prolija, minuciosa, sin dejar una hilacha. 
A bullicio los pibes van cubriendo la escena
y al abrirse la escuela, ya entonces entra el día.

Convención de torcazas, vaivenes, revoleos
y atávico misterio a perderse lejano.  
Cada instante protege su perfil más oculto, 
con ecos y sonidos de rumor callejero. 

El momento es flamante,
único, recién hecho,
con cielo más opaco y verdor melancólico.

Ahí cruza la vecina que ni siquiera mira
y ya se desmelenan las ansias por el barrio. 
Eso sí que es la vida, no jodamos.

Sin respuesta probable me abruma el universo 
y hoy quizá necesite imaginarme dioses
que certeros acierten tanto enigma y mis ojos.
Pero ninguno de ellos, aún, me ha convocado.


Nuestro último café.

Hay bares tan opacos que ni siquiera muestran,
el brillo de unos ojos al decir sin reflejos
‘dejamos de querernos, los dos bien lo sabemos’.

En la misma mirada juntamos las palabras,
las tardes en el cuarto, los ardientes desnudos,
 y sin la menor huella de la emoción que fuimos,
dejamos los ‘te quiero’ del lado del silencio.

Sin ecos ni rencor, simplemente pasado
salimos a la calle.
Y apenas nos dejamos una misma sonrisa,
cada cual por su lado.

Cuando llega el adiós por esas cosas,
no es bueno esperarlo en Buenos Aires.
Que en otoño y te extraño,
tiene este modo tan cruel con el olvido.


Preguntas sin olvido.

                      
¿Dónde estarás, amor? Ni han devuelto tu nombre.
Aquel que tan breve parecía, íntimo, diminuto
al desnudarte silabeando tu nombre.

¿Es que aún tu aliento tibio sobrevuela
 el aire de una cárcel feroz y sin ventanas?

¿Y tu ojos, amor?

¿Siguen siendo tan grises absortos y redondos, 
tus ojos de encontrarnos decayendo la tarde? 
¿Esos dos brillos ansiosos de la vida
en calles fervorosas de canciones y pájaros?

Y también por tu ojos de mirarse en los míos 
Cruzarían los ultrajes de uniformes y absurdo. 
Con niños sollozantes robados en la noche   
y la pérfida mueca de banqueros y curas.

¿Dónde estarás amor?
¿No mantiene tu cuerpo el calor de una mano,
ni a tu piel la desvela un beso tembloroso?  

¿Y tu voz, amor mío?
¿Me nombró aquel minuto
 al sentirte arrastrada  y la gente impasible,
siguiendo su camino?

¿No me has llamado ni siquiera esa noche
 Sometida y violada por las fieras?
¿O mi nombre fue olvido    
  en la infamia constante de tu muerte? 

¿Más tanto nos quisimos, amor,
que callaste mi nombre?  (julio 2010)
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Experimento..
 
      Sin que haya algún posible que pudiera evitarlo,  el sol despierta y anda sin pausa ni demora.  Su átomo de eternidad le corresponde. 
     De esa lumbre reciente que atenuó el horizonte, el mismo sol opaco en la alameda ya se entrega al designio de la tarde.

     Las luces y la noche son formato de tiempo.  Un impulso incesante sin pactos ni retrasos.  Nada apremia su espera.
     Lo perpetuo es latido riguroso y  el día volverá, qué duda cabe, pero anhelos constantes acrecientan la tarde.
     

      Si muere un pibe de hambre cada cinco segundos se agotaron los dioses de leyenda y milagro. No más sermón errátil de compartir los panes
si muere un pibe de hambre cada cinco segundos. 
     El perjurio de magias y cielos del arcano, son antiguos borrones caídos en desuso. La continua derrota de esperanzar la espera.
     Hambrientas multitudes sin hallar pertenencia, príncipes sonrientes al temblor del vencido, patrones de la tierra  y burlas del Poder son siglo veintiuno.
     
       De persistir sin cambio el peso de los cuerpos, el aire que se eleva y otras físicas claras, es frívolo joder a nuestra especie a toda hora. En cuanto  si todo es un incipiente ensayo, - acaso experimento- es hora de avisarnos.  
Y digamos también, sólo para saberlo. Agosto 2009.
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Entonces los gorriones.
                                             

      A esta brizna del mapa sólo llegan gorriones. Parlanchines perpetuos rebuscando semillas, voraces que revuelan del surco hacia el tejado,

     Y con ellos no lucen garzas multicolores, engreídos flamencos ni calandrias sonoras. Son pájaros a secas, sin trino con estirpe conmemoran el aire que anuncia lejanías, festivos con los pibes saliendo de la clase y le dan resonancia a rincones sin eco. Digamos esta calle, un átomo en el mundo.

      Más conociendo el barrio sabemos un secreto: por aquí no discurren cóndores imponentes ni cuervos papagayos de campanario y templo. Y por mucho que agiten cotorras noticieras, - especie que no vuela- no inquieta a los gorriones fauna lejos del barrio. Más bien no presumimos de heroico territorio, pero el águila teme que los pájaros se unan en un chillido. Y en la furia del hambre amotinen los aires y nada los detenga en un vuelo infinito.  Y entonces sea el Entonces.  Julio del 2009
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Juventud divino reflejo.

                       
            Los años que se fueron son ideal de dicha reinventada. Nada le es imprevisto al templo juvenil, de dicha  desamor con sabor a tragedia. Y al sentir que la vida nos viene despareja, fin de etapa dorada y a otra cosa. Sin aula ni trabajo y alguna escena tampoco novedosa, a todo personaje corrido por el hambre lo tienta de  inmediato se un actor violento. Un dato muy exiguo que registra las Villas porque de  clase media arriba, no hay registro ni encuesta de sus adolescentes. Un barato recurso de fijarle delito a  la pobreza pero a  ‘chicos de su casa’, nunca. 
    
        Redoblan los lamentos si murió algún cantante y fulgura la rubia que se durmió desnuda, pero crece el olvido con los dientes del hambre que desgarra la especie. Ya no es noticia que tanto muerto de hambre nos retorna al primate, y muchos nos reiteran que un joven delincuente ya quebrado, si pueden endilgarle que acaba de balear a una embarazada, mejor luce en el informativo de la noche. Eso brilla didáctico al santificar la propiedad negando que cada crimen del hambre por el ocio obligado, son efecto previsto en cada uno. Y por más que el Poder le ordene al papa y sus obispos decir alguna frase por ‘esa infamia del hambre’, los curas cumplen hasta nueva orden y acaban con su parte. Que de inmediato han de copiar su rezo los agropecuarios adictos a la evasión de impuesto, agregando más renglones a la farsa.
  
        Cada cambio juvenil estilo es lógica en la historia, pero hoy parece aterrarlos emprender la existencia si el modo explotador tiene esta forma y rostro soltando  discurso de moralismo fácil. No hay juventud posible que pueda andar por calles con peldaños de niebla y sombra interminable, ni empezar cada día a comer como sea. Esa etapa de vida no es fábula estadística si la desgaja el hambre, aunque la juventud cargue crisis que agravan su trayecto, - vean a Freud y cofrades- y es conflicto en sí misma. Pero el poder insiste ‘con recital y ruido los jóvenes resisten’, en esa vuelta hacia el vacío les parece lejano el mundo en el que habitan. Al margen de tanta juventud pudiente del libreto que el Poder les reinventa, ¿qué hay del expulsado de madrugada y fábrica, laburante que ambula por los arrabales del sistema sin ninguna respuesta? Esos tan valederos que pretenden apenas, ver ganar a los buenos algún día.         


INTENTO DE RESISTIR JUNTO A ESAS  PIBAS  LABURANTES QUE CRUZAN LA PLAZA DE LANÚS DE MADRUGADA,
A VECES CUANDO HACE UN FRÍO QUE NI TE CUENTO.

   Que cerca están las malas letras de los tangos
de esa muchacha que al duro amanecer,
cinco de la mañana, despereza la calle.

Y de algún auto le guiñan un requiebro
Rubicundo nochero con toda la cara de baboso…

Un merodeo de absurdo melodrama la quiere convocar,
triste muchacha.
Envolverla en realidad pegajosa
de costurerita dando malos pasos
y según un ingenuo, sin necesidad.

Como si a ella no le es imprescindible
esa blusa tan linda, con el corte moderno.
Y esas sandalias, qué hermosas,
de sólo tres tirillas doradas que bien le quedarían.

Ser obrera de fábrica, madrugante del alba
es decir muy ausente.
No entender bien las cosas.
Ignorar por lejanas cuestiones importantes:
Saraos. Vernisagges. Alta costura.
Veraneos en el mar. Galanes rubios.

Ni compartir siquiera esas mullidas camas
en suntuosos privados con alguien divertido.

Mágicos bienestares. Felicidad. Deslumbre.
Donde el brillo incestuoso contraviene
nuestra verdad de adentro.

Mala letra de tango le manosea las nalgas
y la mañana es fría.

Es un metal deforme golpeando pantorrillas,
Un gesto sin sonrisa que le cruza la cara.
y endurece sus ojos al mirar la vidriera.  
Que es una celestina.
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CEUTA.
                       
                        Aquel sitio alucinante por donde caminara última vez en 1987.

Aquí vendrían los moros a ver el mar gigante
y tal vez antes de ello todo sería silencio.

   Llegarían remolinos del desierto infinito
 y las alas del pájaro serían infatigables
al cruzar la distancia desolada y desnuda.

   Dormiría en la arboleda un delirio de verdes
en errátiles días de horarios intangibles.
   Ni alguien recogería el fraseo de la lluvia
buscando la primera versión de una palabra.

  Tal vez, del monte Hacho se desprendiera Dios
en algún mediodía de soles desbocados.
Y acaso mostraría azorados sus ojos
cual gaviota extraviada en su propia tormenta.
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            Cantor de patio

Nadie sabe que fue del guitarrero
alentado a vino tinto y madrugada.
Y que era un gusto verlo al apilarse
montado en las seis cuerdas desgastadas.

El cantor que por ahi sigue cantando
Vestía su corbatín y un saco oscuro.

Remontaba canciones nostalgiosas,
palabras amarillas del olvido,
Las índoles del viento en cada estrofa
y un contracanto bronca en el rasguido.

Destemplado cantor del barrio antiguo,
Adherido al valsecito de su patio.

Decía de andares con hembras y cuchillos,
y amaneceres lerdos y neblinas.
El cantor melancólico del patio
Tenía en la voz simpleza de glicinas.

Tal vez se fue de gira entre el cordaje
el guitarrero aquel, de patio y vino.
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   AQUEL VECINO.

El hombre se escribía su versito
Iluso que una vez alguien dijera:
‘sí, es el que yo les digo, uno bajito
que vive aquí nomás, a dos veredas’.

Nadie lo vería andar, sombra en la niebla,
Perdiendo sin cesar sitio en la fila.
O soledoso algún domingo al parque
Para saber quién era ese tipo de la estatua.

Todo cuánto buscó lo halló deshecho,
Sin gloria ni manera de un regreso.
La vida hizo la suya sin mirarlo,
Ni un cacho de atención. Menos que eso.

La muerte lo emparvó sin darle aviso.
Una siesta, cansao, siguió de largo.
El hijo no llegó, estaba en viaje.
La esposa lloriqueó, más que llorarlo.

‘De puro cabezón no vivió mucho’,
la mujer ya ni siquiera lo corneaba.
El mundo sigue igual. Murió el vecino
que soñaba versitos. Casi nada.
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   POLITEAMA
                       
                        Palabras desde aquel bar,
                           mi rincón que un otoño se fuera.

A este Buenos Aires lo inventamos cien locos,
Cien tipos aburridos cerquita del suicidio.
Y esta tarde me puse a mirarle la entraña
/boliche de mi barrio, cómo se habrán reído/

Los sábados se instalan sobre mi lado óseo,
Ese costado duro donde adormece el canto.
Y este sábado agosto llueve todas las lluvias
Y yo esperando a nadie. Lo hago de tanto en tanto.

Tuñón pasó hace un rato. Me regaló angelitos.
Erdosain se fue lento chapoteando su angustia.
Un protestón barbudo me propone revueltas
Y gardeles de trapo cantando letras mustias.

Un diariero aguachento bancando pulmonías.
Taxi, va una pareja y amueblada furtiva.
Va un cafisho empolvado que olvidó el almanaque,
rebusque vespertino de yiranta aburrida.

/Qué sábado a la tarde de lluvia y compañía/
Ni está el loco de siempre explicando razones,
y este costado duro donde recuesto el canto
hoy lo mastica el solfa de antiguas frustraciones.


Me lo comen las minas que habitaron mi sábana
y amasados acordes de insomnio guitarrero.
Esta astucia constante de estafarme yo mismo
y mi triste zoncera de creerme mosquetero.

Politeama, boliche, te inventaré otro sábado.
Con pibes que nos suban remando la alegría
y que canten gritando su manera futura,
aunque la tarde escurra pañales de agonía.

Que entren sin importarle lo que dijimos antes,
y si importa, que apenas nos digan buenas tardes.
Que esta mufa no siga llorando letanías,
y se muera el cafisho y el diarero se salve.

Yo te juro, me borro de escribirte palabras
Aunque aquella no vuelva cuando llegue ese día.
Ni le diré al mozaico que manotea la guita
/un feca cuatro mangos... qué cara está la vida/
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PRIMAVERA

 Buenos Aires tal vez sea el sueño de algún mago.
Pero ciudad inevitable y mía
que al guiñarle un cachito de sonrisa,
 dispone repintar la primavera.  
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 El setiembre fecundo de luz y veintiuno          
es un vaso repleto de vino gusto a ganas.
Lucen dos colegialas de pelo a contraviento,
el color de tus ojos y tu blusa floreada.

Un motín de sonrisas ha sublevado el aire.
Y en este mediodía de soles derramados
vaga un dios, de festejo entre nosotros.
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UN PRECISO MOMENTO.

                                              
Debo decir, señora, que es tiempo de cambiarnos el trato.
De rozarnos un poco más al saludarnos,
digamos, más de cerca,
ausentes que sus hijos y los míos,
esos algo más que indiferentes,
no aprecien ni sospechen que me aferro a 
su blusa al decir ‘hola’,
y usted sonríe al callar que le ha gustado.

O que aguarda más que una caricia al paso,
al desgaire,
no ternura liviana de algún desconocido, 
sino un apriete más audaz y sustantivo que brote le mi mano. 
Un toque anunciación,
no que le augure el reino de los cielos; ¿para qué tanto?
pero al menos le convoque tibieza debajo de su falda.
En mitad del salón y sin testigos.

Porque usted y yo, señora, en este instante,
defendemos la vida como pocos.
Al desprender botones tras la piel intocada
de su torso anhelante,
y sus caricias de camisa abierta al vello de mi pecho.

Sí, lo sabemos, somos grandes
si contamos los años y algún nieto,
pero los labios saben recorrer por donde
y diestros son los dedos contra mi cinturón y sus breteles.

Y el clima a desnudez, tan implacable y sin aviso,
ya nos tendió en la cama enteramente.

Si al fin esto es lo cierto.
Nuestras bocas y manos comprendieron
que no existe el ‘demasiado tarde’,
ni frases ya escuchadas de remontar pasados
ni secretos perpetuos para siempre y por nada.

 La verdad de la especie entró en nosotros, sepa.
En todos los sentidos a pleno y sudorosos,
a culminarnos juntos en el gemido mutuo
de este único cuerpo que es el suyo y el mío

Y acaso sea el momento, mi amor, de empezar a tutearnos…
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POESÍA  DEMANDA  ILUSIONADA.

                                              
                                Y la poesía también sirve
                                   para molestar al rey.

    Rayo que nos lacera el corazón,
cigarrillo de lenta ceniza meditada,
desvelo por la sombra que acecha 
en la ventana de la aurora, 
cada tanto, también,
la poesía refulge tornasoles presuntuosos.

Sí. Y alquimias para conmemorar, ‘señoras y señores,
que las mariposas son díscolas flores desertoras,
 o un grácil surrealismo de angelitos pintores’.

¿Qué se dice de tanto palabraje
que humilla nuestra urgencia,  
- desgarrada, raída, sueño hilachas de trapo-
y cruentos lagrimones del fracaso  
que nos clava las uñas, costillas bien adentro?

 ¿De qué van los versitos incoloros si cada 
dos segundos se muere un pibe de hambre en el planeta?
¿Verso a hechura de un dios que ignora su tarea?

  La poesía repite seguir creciendo al hombre. 
Poemas mano a mano sin soledad tan sola.
 El unísono grito de remeros constantes,
extenuados de capitanear este naufragio de
errátiles gorriones, entre vendavales y tormenta.
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12  DE OCTUBRE  DE  1492.
                   
                     Llegaron con sus cruces y lanzas asesinas,
                        y nosotros sólo éramos personas.

  Y un imprevisto amanecer vinieron y llegaron,
jineteando en el lomo del mar estrepitoso.
Del mar, motín de sal y oquedad milenaria
inmemoriales hombres pisaron nuestra playa.

Aquí vagaría el sol desflorando la sombra,
satinando la pampa que era una resonancia.
Interminable y sola extraviada en los mapas,
la pampa indoblegable de todas las centurias.

  De metales y arneses vinieron y llegaron,
y aquí sólo el silencio de Dios y sus verdades.
Esa verdad en silencio que repiten los tiempos
sin sermones confusos ni discurso inventado.

  La inmensidad, un delirio, ensueño y desmesura
quebrada por navíos que llegaron de lejos.

  Y dicen, no se sabe todavía,
que por casa no había eco de los galopes
de caballadas potras, crin al viento y relincho.

Ni siquiera el arrullo rasguido de una viola
conmovería la calma de los anocheceres.

  Llegaron esos hombres de metales y arneses
a tanto territorio de soledad muy sola.
A esta incesante fragua de agobiadores soles
y enrojecida siesta demorando el paisaje.

  Vinieron y llegaron cuando cada montaña,
peldaño de misterio,
colgaba de los aires su racimo de aroma.
Y los ríos libertarios disponían del reflejo
y el contracanto al canto de pedregal y orilla.

  Sí, aquí soltaría el viento su natural capricho
cargando los pulmones de albedrío pajarero.
Bailaba la hojarasca del repleto follaje
y tronaba el prodigio de la mágica lluvia.

  Esos hombres llegaron y en la playa, nosotros.
Nosotros en la playa del tiempo que les digo,
achicados de asombro por la grandiosa nave
y metálicos seres venidos desde el agua.

  Tanto temor callamos. Y tampoco dijimos
que tal vez allí mismo haya empezado el hambre.

  Y ciertamente digo: de una choza a la otra
con palabras invictas hablamos del suceso.
Contamos la noticia.
Porque había aquí palabras que unidas a las nuevas,
traídas en los barcos,
son memoria y enigma del saber quienes somos.
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TODAVÍA

        No todos los instantes ya pasaron y aún aguardan tenaces.
   Imprevistos. Furtivos...

   Ocultos en la lluvia que enjuaga la ventana,
o en la invicta añoranza que irrumpe cada tanto
si algo ya nos dejó camino arriba.

   No son sólo un ayer de gorriones quebrando
el aire transparente de una tarde lejana.
Ni el sol febril curtiendo la sangre adolescente.

    Tal vez cada futuro es también una ausencia.
Sin el dulce regusto de niñez y nostalgia,
un posible que ausente no alcanzó su destino.

   Sin aguardo de magia o resplandores
cada fugacidad será un acaso
muy íntimo y final. Sueño y milagro.

   Entonces. Todavía.
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FUGAZ COMO LA TARDE. 

                                  
   Las palabras se pierden.
Ni bien rozan el aire su formato se esfuma,
hoja que deshilacha del silencio al olvido.

Esta ciudad ajena a sus ojos tan claros
y su complejo idioma,
una tarde nos hizo andar el mismo rumbo.

   Buenos Aires crecida de cuartos transitorios
es pródiga en romances que hagan pasar el rato.

   Algún brillo furtivo habremos visto juntos,
denuedo compartido por mostrarnos el alma.
Y acaso aconteciera, cachorros renacidos.
  
   Al vestirnos y el juego de abrochar su corpiño
adherimos al beso piel abrazo y memoria.
Todo cuanto teníamos.

   Minuto inolvidable, por decir de algún modo
sin pesares  de tango ni renglones que valgan.                                                    

   Esa piel vuelve a rachas junto a sus ojos claros.
Y la voz siempre enigma ya confunde su nombre.
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