HABLANDO DE PALABRAS.
Eduardo Pérsico.
.. y un chamuyo misterioso me
acorrala el corazón
La lluvia sigue enjuagando la ventana y retrae
a un sol cansino de nuestra adolescencia y el sobrevuelo previo de gorriones al
irse con la tarde. Y acaso sea verdad que al quedar eso detrás el futuro inmediato
pareciera otra ausencia. Tal vez ni un misterio sin fulgor; un apenas todavía
al irse un
hilo de luz entre el ramaje y un pájaro que retorna a su misterio.
No es fácil seducir a una
buena palabra, amante frívola que si elige otro destino jamás se contradice
porque al fin, una buena palabra jamás deja de arrastrar su propia memoria… La memoria de cada palabra
vive y muere en ella misma; madre, niñez, maestra o amor adolescente al
pronunciarse trae la añoranza de su propia índole, y esquivar ciertas palabras
por sentirlas ajenas nos invade de sombras
y de acaso. Y por más que ‘un idioma es un dialecto con un ejército detrás’ -
dijera Napoleón- aunque las voces sean inventos del Poder en la disputa palabrera
no traicionemos nuestras voces.
En la hispanidad es secular
el parlar ‘eclesiásticas’ a toda hora y sin notarlo. Perdonar por disculpar, Suplicar
por pedir, Bendecir cual gesto salvador
y Santificar pareciera un augurio que nadie sabe. Además al Pecar nos intimidan
con Castigos que ni un Dios se bancaría si viviera; una regla Castigadora hasta rechaza la Divina Voluntad al lograr un apareo sexual que nos lleve felices al Infierno. Enturbiando
así un derecho –canónico o no- más visceral y divertido que cualquier otro.
Tal vez por mucha seriedad,
pareciera que algunas voces se suicidan.
Como Virginidad; adolescente y saltarina que en cierto atardecer se soltó de
una flor al saberse olvidada. Y no se suicidó desde un arbusto vulgar y
silvestre: esa palabra tan juvenil de
pura aburrida por desuso y persistir sin apenas caricias de consulta, con su
invicto himen se tiró de un melancólico
malvón a la penumbra de la Nada. Un suicidio ignorado hasta por las
diccionaristas; Virginidad, diez letras sin
mínima alegría que ya ni habitaba en una
charla fuera de texto, pobrecita, se
hizo bolsa...
Además, sigue igual de insostenible que persistan voces
inmundas: hambre, esclavitud,
aristocracia y riqueza persisten riéndose desde los diccionarios bien lejos de
ciertos enigmas saludables del lenguaje. Maestra sigue siendo segunda madre sabedora de todo y escuela
suena a patio con gritos de recreo. Así que por ahora es noble que persistan palabras
solidarias y compadres, útiles hasta para apreciar mejor los pájaros yéndose
cuando atardece.
(setiembre
del 2014)
Eduardo Pérsico nació en
Banfield y vive en Lanús, Buenos Aires, Argentina. www.eduardopersico.blogspot.com
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