martes, 28 de julio de 2015

REVUELO DE GORRIONES. Cuento breve.

Revuelo de gorriones...
                   Eduardo Pérsico.
                               …al menos en mi barrio…
    Con la certeza de ser dueño de reflejos y sombras, el tiempo se reconstruye y al descuido alumbra lo fugaz de cada instante.
     Se sospecha que han de ser los gorriones, - pájaros grises opacos y de mínimo brillo- quienes llevan cada atardecer hacia la noche. Así como ellos asisten cada día y sin demora  ‘cuantas luces ya deben  ubicarse en otro amanecer que nunca espera’.
     Y así vamos sabiendo que el coordinar ocasos,  la noche con  su sombra y cuánta claridad de cada aurora, nunca se cumpliría sin la disposición de los gorriones.
     Tan astutos en trasladar la luz que desfallece cada tarde hacia la sombra de la noche, el prestar buena atención a los ocasos y las lluvias. Y disponer en el prodigio de los amaneceres la chillona salutación de los gorriones. Que a veces no son muy silenciosos que digamos…  
     Pero claro, algunos se asombrarán al saber que los gorriones son de perseguir al bicho canasto, - especie viva de ocultar su recatada vida entre la comunidad pajarera- y que además jamás  los gorriones camorreros admitieron buena relación ni con el chingolo, otro volandero de familia aunque de tratarse poco...   
    Tal vez ese maltrato familiar instalaría el lamentoso ‘ya no cantas chingolo, dónde fuiste a parar’; alusivo a los voraces gorriones entre las arboledas y en el surco; que según las locuaces calandrias, ‘pájaros sin estirpe, otros bichos que vuelan’...
        Más al ver los gorriones de vuelo y en revuelo por mi barrio, todos me advierten ser de la mejor especie.  (julio 2015) _____________________________________________

Eduardo Pérsico nació en Banfield y vive Lanús, Buenos Aires, Argentina.

sábado, 23 de mayo de 2015

De un Borges desafinado.

DE UN BORGES DESAFINADO.  


                                               Eduardo Pérsico.


       En opiniones de Jorge Luis Borges sobre el tango, - palabra que él bien  entendía africana-  situaba  su origen  por 1880,  y  también decía que el pueblo adoptara esa música luego que la clase alta - o ‘gente bien’- la difundiera desde su propio ámbito. Hubieron muchas presunciones sobre esto mismo, pero al fin sería indudable que el tango llegara desde las casas más acomodadas  a los barrios menos pudientes de la ciudad de Buenos Aires- Y que luego desde  allí sería adoptado en almacenes y despachos de bebidas; sitios de reunión adonde concurría ‘la gente común’  a jugar a la baraja,  tomar  algún vaso de vino y juntarse con sus iguales o algún amigo.
     
      Esa certeza que ganara adeptos al repetirla Borges, ya existía por una precisa realidad económica: los instrumentos iniciales de los músicos de tango eran muy costosos y solo accesibles a los medios sociales superiores al gentío común. Donde compadritos o no,  nadie podría propiciarse  un piano,  un violín y ‘ni siquiera una flauta común para darse el gusto’; opinión que expresara Borges en sus charlas  de grandiosa memoria. Aquellas reuniones para una veintena de asistentes que él no consideraba ‘conferencias’ pero donde solía  expresar  además de lo vivido  su gran ilustración. Donde con un mínimo de imaginación era inevitable no comprender  aquel rico bagaje contenido y enraizado en el gusto del argentino común que instruía Borges; condición didáctica más desechada por la mala fe de los detractores de lo popular que por las actitudes del mismo escritor.  Y un perfil borgeano al que muy pocos accedían o aceptaran,  era su idea  de estimarle  al tango un valor sustancial en el carácter de los argentinos,  y además que esa expresión musical resumía el inconsciente de nuestra cultura en general. Y dentro de ese inmenso territorio conceptual donde  Borges solía gastar hirientes socarronerías a otros autores,  él mismo  marcaría  su presencia y lugar generando ‘ese mundo que sería su mundo’ que estimara un crítico alguna vez.  Y sí; Borges sostenía cierto ámbito propio donde  además de su innegable saber de los orígenes del tango, - que para muchos de su clase algo inabarcable- persistía en otro espacio universal que él valoraba como un ámbito propio. Y de semejante criterio digamos apenas eso…
     
       Jorge Luis Borges, escritor argentino de una ilustración muy visitada  por  el modernismo de Rubén Darío, Juan Ramón Jiménez, Valle Inclán y Leopoldo Lugones, al encontrarse con la milonga solía frasear que esa expresión musical, mirada a fondo y con atención, bastaba por sí misma para conjugar un primario y definitivo elemento cultural del Buenos Aires  siglo veinte. Y por ese rumbo él también hablaría con naturalidad de guitarras y violines, de valientes y cobardes que nutrieran las letras del tango y otros  renglones que cada tanto repetiría con alguna reserva. Por cuanto en Borges era evidente su afecto y tendencia hacia los tangos de la guardia vieja ‘que eran sólo melodía’, y más aún porque los primeros tangos no tenían letra pero sí recurrencias traviesas. Acaso fuera de ahí que a él no le gustara Gardel por su insistencia en cantar tangos con argumento,  y le enjuiciara  además su marcado sentimiento llorón. Una afirmación temeraria más que Borges iría desechando como hiciera también con ese otro ‘desafío personal’ de presentarse ante sus amistades cantando un tango ‘con mi inflexión correctamente desafinada’, decía. Disparate que él, Borges, tampoco solía advertir ni siquiera entre amigos como un verdadero papelón, y ambas tonterías las iría sumando a otras recurrencias  que hasta ahí él creía ingeniosas  por más que  nunca lograran adhesión de nadie. Más aún;  un muy serio rechazo no solo entre los ‘propiamente tangueros’ sino también del gentío de sus amistades informadas del mar profundo que contiene ese río del gusto popular. Un territorio donde ni el más desencaminado de los argentinos agitaría el mínimo  resquemor anti-gardeliano,  por más intrépida o certera  que luciera su calificación.
   
     Pero al fin así era Jorge Luis Borges, quien como cualquiera de nuestra especie de mortales,  a veces también desafinaba. (2015)
__________________________________________________________-Eduardo Pérsico nació en Banfield y vive en Lanús, Buenos Aires, Argentina.  (2015) eduapersico.blogspot.com.ar 

viernes, 13 de febrero de 2015

Renglones por la vuelta.    
                                                                              Eduardo Pérsico  
        Después  de  andar  tantas brumas  ajenas a nuestra  cadencia al contarnos las cosas, y  lejos ya de  tantos  sitios ‘presurosos, dinámicos  y progresistas’,  según suele decirse,  o más allá de los mares como también se dice,  de  nuevo en esta calle te cuento muy quedo, despacito,  casi como un chamuyo a una mujer querida,  jamás pude olvidarte  mi ciudad,  tanto te quiero.
       Es que yo soy de aquí. Me parió algún silbido vértice de una estrella. Y aunque suene  a  requiebro recurrido y tanguero,  es mío este paisaje con almacén de barrio ahí en la  esquina y un gato querendón  en la pared de enfrente.  Ese mismo felino tenaz  enamorado con luna a contraluz sobre  su lomo pardo. 
  
    Barrio de por ahí nomás por decir de algún modo. Bonaerense surero,   según suelen nombrarlo  y hoy  vale todavía,  con laburantes tempranos  caminando apurados sanguche  bajo el brazo.  A veces en esos barrios de viejos caserones;  los mismos de saciar las cámaras modernas de  paseantes lejanos.   
     Entrevisto paisaje donde sin ir más lejos,  no es vano imaginarse en el hueco de un patio a un tenaz  guitarrero cantándose  un tanguito y esas cosas. Todavía…
          No es un gran territorio, ni hay siquiera turistas de perseguir  misterios.  Este mismo y exacto es mi sitio en el mundo;  el lugar indicado y de eso  estoy seguro.  El punto de mi origen. El del brillo entrevisto en un ramo de estrellas y renglones  verseados cada tanto  a un oído,  en romances  desprolijos ya de lejanía y  pasados  que ni guardan nostalgia.  
        Eso sí, en el mismo paisaje  sentí  una vez nunca olvidable el taimado cuchillo en mi esperanza, y de ahí  una pronta lejanía.  Esa ausencia por dentro que obligara a coserle más de un remiendo  a la nostalgia. Cosas que sucedieron.   
       Así que al respirar de nuevo  aquí, casi como al descuido  descubro tu vestido nuevo que te luce tan lindo.  Y acrílico, metal y supermarket,  moto, casco y bluyín con una piba adentro,  es  mi sitio apropiado y el resto,  mapamundi.  (Feb.015)

___________________________________________________________________________ Eduardo Pérsico nació en Banfield y vive en Lanús, Buenos Aires, Argentina.