Algo
de perfiles adquiridos y propios.
Eduardo
Pérsico.
En Buenos Aires todavía está muy vivo el
tipo popular español, y todos los movimientos del compadrito revelan al majo. El
movimiento de los hombros, los ademanes, la colocación del sombrero y la manera
de escupir entre colmillos son de un
andaluz genuino. (Domingo Faustino Sarmiento).
Durante años se afirmó que el tango en
Argentina era un género que naciera sin letras alrededor de 1880, originario rítmicamente
de la habanera cubana y en la rioplatense Uruguay- Argentina recibiera sus
primeras letras y giros temáticos. Afirmar que esos tangos iniciales fueran expresión
bailable del compadrito sería temerario, si de ese personaje sustancial ya por
1845 se ocupara Domingo Faustino Sarmiento, indudable personaje argentino quien
dijera en ‘Facundo Civilización y Barbarie’ lo expresado más arriba. Pero conjeturar que ‘ese andaluz compadrito’ del
que habla Sarmiento recién tuviera canto propio por el año 1900, medio siglo
más tarde, fue para ocultar `desde los fabricantes de opinión’ la verdadera integración y movilidad social que
ocasionara la inmigración recibida por entonces en nuestro país. Una curiosa desatención
histórica por ahí algo corregida, - vale decir- cuando el diario La Nación por el año 1875 publicara
dos fundacionales artículos sobre el lunfardo escritos por el redactor Benigno Baldomero
Lugones. Publicaciones bien recordables aunque luego ese mismo diario y durante
décadas, esquivaría mencionar más datos y referencias sobre los modos de comunicación
popular y otros perfiles de nuestro origen. Según fuera la convivencia de los conventillos, bailes barriales y otros hábitos de las clases
bajas; asuntos que esos informadores escasearían o desecharan por muchas pero
muchas décadas. En cuanto a los medios informativos de ‘clase alta’ o
infatuados de serlo -según ironizara don Arturo Jauretche- entonces más los enaltecía
la apropiación indebida de tierras para erigir un castillo en medio de la pampa
que preocuparse por el devenir de los nuevos protagonistas sociales. Mecanismo de
exclusión conque ese férreo grupo dominante suponía negar al sujeto social más común
en la periferia, nutrida en los conventillos por un variado populismo de
generar sus rejuntes étnicos en los aguerridos zaguanes. Esos tan propicios para intercambiar además
de ternuras credos y hábitos en cada relación humana; desde la comida posible al
modo de saludar. Y en esa original integración también emergerían los primarios
balbuceos del lunfardo que además de
significar ‘un código entre dos para que no se entere un tercero’, culminaría siendo un certero inconsciente de nuestra
identidad.
Por
distinción no solo de género y origen, el lunfardo y el tango son
independientes por distancia con todo tipo de coloniaje. Algo que risueñamente
nos hace criticar el fervor tanguero ‘argentino francés’ de los años veinte,
tan prefabricado que hasta produjera una reacción
de la revista ‘El Hogar’ ante el peligro ‘que a los porteños decentes, desde
París le quisieran imponer el tango argentino’. Pero bué, una idea muy ajustada
a ciertos defensores de la decencia…
Sabiendo que el tanguillo andaluz, la
habanera y el fado portugués le fueran sustanciales al tango así como a nuestra
milonga la guajira flamenca, eso
avalaría que la música del tango recibiera en cada época aportes en su armonía
y composición sin perder su identidad. Eso es tan indiscutible como que sus
iniciales letras acaso tan desparejas y
vulnerables, hoy casi mágicamente perviven como un estilo literario entre
nosotros. Y aunque su temática pareciera
abrumar de lo personal a lo social y las complejas armonizaciones de hoy exijan
cada vez ejecutantes más aptos en interpretarla, sin esas vanas discusiones el tango
como expresión cultural de los argentinos sostiene el sabor y carácter de su
raíz.
Asunto que tan bien estimara el más lúcido y
porteño Jorge Luis Borges, - digamos el de ‘El Idioma de los Argentinos’ de
1928- que por 1930 expresara algo sustancial para la comprensión de ese espíritu
que solemos llamar ‘el ser nacional’ : ‘de
valor desigual por proceder de plumas heterogéneas, las letras de tango son un
inextrincable ‘corpus poeticum’ argentino que los historiadores algún día vindicarán´.
Y este escritor argentino no afirmaría eso según una ironía borgeana por el año
1930, sino para establecer la verdadera
dimensión cultural ‘a esas imperfectas letras atesoradas en El Alma que Canta’;
una revista semanal muy popular y que sin
duda Borges entonces consultara habitualmente. Concepto no definitivo ni
categórico pero atendible en esto de comprendernos lo mejor posible. (Jul.014).
__________________________________________________________
Eduardo Pérsico nació en Banfield y vive en Lanús, Buenos
Aires, Argentina. www.eduardopersico.blogspot.com
No hay comentarios:
Publicar un comentario