Por Eduardo Pérsico
Hoy me distraje apreciando a mi gato Fidel con más decoro. Porque él, que distante sabe callar, me retrajo a Lord Byron: ‘el gato posee belleza sin vanidad, fuerza sin insolencia, coraje sin ferocidad; cada virtud del hombre pero sin sus vicios’. Y además a una semblanza del Ambrose Bierce: ‘gato, suave autómata indestructible y preparado para recibir patadas, cuando algo anda mal en el círculo doméstico’. Pero bué, digamos…
Viendo a mi gato se comprende que ambulen invisibles cuatro veces al día y cuando ellos lo disponen, se exhiben con la guardia baja empobrecidos de lluvia y madrugada. Además todo gato es etéreo, inatacable, y su corazón les late en una verdad lejana y superior. La mirada de un gato si es ajena y perdida, nos reitera ‘¿por dónde pasó el tiempo, qué hicimos con la vida?’….
Mi gato revive al escuchar música en mi falda y su sutil sigilo lo refleja mi espejo al oír el yumbeado de Negracha o
Pero al fin, de nada sirve inquietar a este felino con mi nostalgia y tantos cigarrillos de tediosa ceniza. Y más cuando al oír el Concierto Número Cuatro de Mozart, Fidel se hace una fiesta. Levita leve y ligero, gato definitivo dos sílabas sin cuerpo que ambula en su otro mundo sensorial. Y es ya tiempo de afirmarlo sin prejuicio; a mi gato atigrado cualunque y sin prosapia lo diferencia del resto su refinado gusto musical. Cualquiera de su especie es amante a hurtadillas, intruso por la casa sin proyectar su sombra, clandestino de hondo enigma en su mirada, pero ningún otro se le arrima a Fidel al disfrutar la música de Mozart. (jul.014) ________________________________________________________
Eduardo Pérsico nació en Banfield y
vive en Lanús, Buenos Aires, Argentina.
www.eduardopersico.blogspot.comA mi gato le encanta Mozart
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