Discepolín y la porteñidad
sensiblera y burlona.
Por Eduardo
Pérsico.
.igual que en la vidriera irrespetuosa de
los cambalaches se ha mezclao la vida Y herida por un sable sin remaches…Cambalache.
Enrique Santos Discèpolo. (1934)
La intrepidez para vincular en un
‘cambalache’ a un valor ‘sagrado’ como la Biblia con un calefón, bien le serviría
a Enrique Santos Discèpolo al gritar ‘que el mundo fue y será una porquería’; uno
más de sus anárquicos reclamos unido a una invocación celestial. Que tan bien perfilaría
ese habitual estilo en sus escritos estimados muchas veces de contradictorios y
al fin serían una referencia cultural de los argentinos. Es que al margen de
tantos pensadores de trasnoche que lo endiosaran como ‘un pensador filosófico’, por su talento instintivo Discepolín
sería diferente a los autores de su tiempo por abrevar en la ilustración de su
hermano Armando; catorce años mayor y un serio intelectual que estableciera el
Grotesco Teatral rioplatense con sus obras ‘Stéfano’, ‘Mateo’ y ‘Mustafá’, por
mencionar tres. Ante ese bagaje de ‘espíritu crítico’, a Discepolín se lo exaltaría
con desmesura al considerar profética y filosófica toda expresión reiterativa del sentido pesimista de
los argentinos. Que al convertirse en ‘sentencias discepolianas’ más allá del universo
tanguero, persisten en la entretela conceptual por ese misterio de la idolatría
que existir, existe….
Enrique Santos
Discépolo, - marzo de 1901-diciembre 1951- fue hijo de don Santo, un músico
napolitano radicado en Buenos Aires- y llamado Discepolín por su magra
contextura se formaría junto a su hermano Armando, catorce años mayor y un dramaturgo
sustancial al Grotesco Teatral Rioplatense. Bajo esa tutela y atraído por las expresiones
de la época se nutriría en el ambiente del tango, luego de intentar la autoría
teatral y la propia actuación. Muy joven en 1917 debutó como actor al lado de
Roberto Casaux, intento que él mismo calificaría de fracaso por más que luego
insistiera con ‘El
hombre solo’y ‘El organito’, dos
obras de intención social bosquejadas con
su hermano. Luego actor de reparto en ‘Mustafá’ del mismo Armando y éxito por los
años veinte, creció en el entusiasmo de una Argentina con Irigoyen, Gardel y el
favor popular por el teatro y el tango. Tiempo en el que Discepolín entrara al ambiente nocturnal de
Buenos Aires aunque ‘Bizcochito’, su primer tema y el revulsivo ‘Que vachaché’
de 1926, ‘fracaso epocal’ por cuanto una sacrílega mujer lo ‘piantaba’ al
hombre que la mataba de hambre, serían relegados por los temas de Pascual
Contursi y Celedonio Flores, dos fundacionales de la tanguedad. Hasta que en
1928 la cancionista Azucena Maizani cantara ‘Esta noche me emborracho’, un tema
donde Discepolín le dedica renglones a un viejo amor que maltratara el tiempo, con cierta cargazón machista sobre la mujer que
hoy sería primaria ante la realidad siglo veintiuno. Algo que reitera al
cometer el imperdonable ‘Justo el 31’, brulote que grabara Tania, - su
compañera desde 1928 hasta 1951- quien en
1932 lo grabara para el sello Columbia junto a ‘Yira Yira’, ‘Confesión’, ‘Sueño
de Juventud’ y otros temas tan recordables como ciertas frases inmejorables que
él acuñara. ‘Una canción es un traje que busca un cuerpo que le quede bien’.
‘La tristeza es el corazón que piensa’, ‘El tango es un pensamiento triste que
se puede bailar’. ‘Los hombres de grandes ciudades no se detienen ni ante las
lágrimas de un desengaño’. .
Luego del
éxito de Tita Merello al retomar ‘Que vachaché’ y convrrtirlo en suceso, varios
músicos argentinos en Europa lo difundirían y ya la fama no abandonarían a Discepolín. Con un prestigio constante
por el éxito de sus temas y su tarea de charlista en Radio Municipal, donde por
1930 sería apreciado por su irónico desenfado de porteño sobrador y canchero, -
por entonces nada frecuente en radio- tanto
que por otras emisoras llegaron a repetir lo dicho por Discepolín ante la
muerte de Luigi Pirandello, por ejemplo. Un gesto inusual del ambiente que también
lo animara de modo paralelo en su tendencia a lo personal y anécdótico. Ese perpetuo
perfil de Discepolín evidenciado al contar a gusto improbables situaciones y referencias
suyas siempre airosas, por supuesto. Se diría que al menor descuido Discepolín
se interpretaba según fuera un pintoresco de la noche dueño de su propio anecdotario
y relatara, por ejemplo, su visita a un impreciso club de barrio porteño llamado
‘Lagrimas, Flores y Sonrisas’ y de paso referir un fantástico suceso que entre
quienes lo trataran entonces, - el actor Osvaldo Miranda y el mismo Homero
Manzi, sus dilecto s amigos- entenderían un desafío a la ingenuidad del resto. Y
cuando alguien le advertía su adicción a ese ‘libre macaneo’, Discepolín seriamente
los corregía ‘ojo, que yo no invento mentiras ni macaneo. Lo mío es un ejercicio
de imaginación’. Agudeza propia de quien ‘al fin se interpretaba a sí mismo’.
Con sólo dos dedos sobre el piano, Discepolín
compuso letra y música sus temas y sus
farragosas lecturas le abrírían aspectos de esa revulsiva època. Un perfil
notorio en los primeros escritos de su personaje radial ‘Mordisquito’, sería el
reflejo aporteñado del pesimismo canchero y sobrador de los argentinos, ahondado
en la letra de su ‘Yira, yira’ al pintar el escepticismo vigente por 1930 en
nuestro país. Sus temas además de ratificar al tango como un género cantable con
argumento, harían reconocerlo por sus inquietudes teatrales y cinematográficas,
a pesar de su despareja película ‘El Hincha’. Ese intento frustrado por la
sobrecarga discepoleana del personaje central, que él mismo después admitiera
entre amigos.
Enrique Santos Discépolo nació en el
barrio porteño del Once, el 27 de marzo de 1901 y murió el 23 de diciembre de
1951. Fue autor de una treintena de temas cantables y no menos de la mitad
fueron y son de consentida audiencia. Su compromiso con el peronismo y la adhesión a su
personaje radial ‘Mordisquito’, que con mordacidad y certeza callejera bajaba
la línea política del gobierno peronista, lo distanció de muchos ‘amigos’ de la
farándula bohemia. ‘Gente muy simple, tan simple que no es peronista’ arguyó con
tristeza un Discepolín muy enfermo al discontinuar sus charlas radiales. Que
para final le escribirían Abel Santa Cruz y Miguel Coronato Paz, dos muy
reconocidos autores, más quizá también Julio Porter, coautor con Discépolo de ‘Blum’,
la obra teatral de 1948 y 1949 en Buenos
Aires.
Sin duda y sobre el mismo Discepolín contradictorio
y complejo, Enrique Santos Discèpolo culminaría siendo un valor de inevitable importancia
en la cultura popular de los argentinos, y dentro del escenario de los mejores.
(Nov.2013)
Eduardo Pérsico nació
en Banfield y vive en Lanús, Buenos Aires, Argentina.
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