Octubre del ‘45 y algunos ecos.
Por Eduardo Persico.
En la década
del cuarenta a Buenos Aires le crecían edificios, avenidas y perfiles costaneros
donde apreciar al ‘río más ancho del mundo’. Quizá también por venderse más
libros y diarios que en cualquier ciudad de América Latina, a cierta porteñidad
le resultaban ajenos sus arrabales rumbeados por verdosos tranways de doble
piso y demás aspectos venerados por sus escribas más o menos de renombre.
Como si algo renaciera
volteando el caserón familiar era mal visto en Esmeralda y Sarmiento un caserón
afirmador de que allí verdeciera la llanura. Ciudad engreída en ser la más
europea de América aunque un rejunte de suburbios sin prestigio, si al menos un tanguito no lo pontificara algún
guitarrero de patio. Y la inmensa pena de
Villa del Parque, San Cristóbal o Versalles, sin rigor poético para calzar
nombres de infructuosa rima si al sur la inundación y de otro margen el límite
con la pampa. También crecían los bares donde meditar esas cosas de la vida,
que para eso están: y en tanto las mujeres desechaban las medias de muselina y más
acortaban su vestido cada tarde., eso se hizo sin alegatos feministas ‘con
nosotras no se puede’ y así crecerían a la nueva sensatez...
Y en tanto la guerra y la inequidad se
apropiaba de Europa, por Buenos Aires crecían nuevos actores y en retirada aspirantes a nobleza saludando ‘que tal, che’
al mozo del bar como una contraseña. Ciudad donde muchos la soñaran como París,
los autos iban por izquierda estilo Londres y los tranways rugían con reglamentos
ingleses. Lejanía sudamericana donde por suerte abundaban lectores de Roberto
Arlt, cronista que hasta 1943 delineara ciertas faunas subterráneas, y de Raúl
González Tuñón, el poeta de ‘todo pasó de moda como la moda, los angelitos de
los cielorrasos, los mozos que tomaban la vida en joda y las lágrimas blancas
de los payasos’.
Hasta que por
ahí emergiera la muchachada fabriquera que no remaban consignas en las
bibliotecas pero una mañana desparramaron su reclamo a pertenecer ya mismo y a
puro grito. Esa imprevista ‘contradicción social’ entró a caminar y aunque
no fuera avistado desde muy lejos, - no hubo millones de obreros manifestando el
17 de octubre de 1945, por supuesto- pero el gentío se iría agrupando sin
consignas, bombos ni marcha partidaria.
Excepto el ‘Perón Perón’ incierto para los sabios de la nada protocolar y los
serios padres y abuelos de los actuales primates contrarios hoy a lo mismo;
octubre del año 2014; hasta capaces de oponerse a una ley de radiodifusión que
agotara su discusión en el Parlamento Nacional varias veces, y que por antimonopólica y tendiente a derogar una ley del
insano proceso militar, es ya
civilizadora.
Pero sigamos. Aquel ’17 de octubre no fue
apenas un sacudón en el cimiento social de los argentinos, sino que estableció otra dimensión para
entender que con líderes aceleradores como Perón o no, esa movilidad social
podría demorarse pero igual acontecería. Asunto que tantos ‘ilustrados’’ siguen
sin entender como hicieron el gentío de frigorífico y talleres suburbanos que construyeron
ese día a ese coronel Perón en referente de un gran avance de la sociedad contemporánea argentina.
Y reiteramos lo ya escrito más de una vez: “la liberación psicológica del
obrero ante el patrón, ese avance que desde el llano demanda generaciones, con su
imprevista aparición produjo que el peronismo se instalara como fuerza política
popular y mayoritaria”. Un avance que a los
grupos tradicionales les pareciera un ademán extraño siempre que el ‘perón perón
qué grande sos’ ni les ‘avistara’ de lejos sus ‘hectáreas de familia’.
Sin duda el peronismo nunca avanzó y más no
pudo ante esa ideología de ‘la herencia sagrada de nuestros mayores, Argentina
granero del mundo y como dios es argentino la fiesta es de nosotros’. Aunque siempre
con buen clima político o contrariados por esos profetas de la dicha incierta del
golpe en setiembre de 1955, cada tragedia siguiente vendría envuelta en esos temas
financieros y con ropajes a veces algo gauchescos. Pero bué… (Octubre 2014)
Eduardo Pérsico nació en
Banfield y vive en Lanús, Buenos Aires, Argentina.
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