Y de pronto únicamente un cuerpo.
Cuento de Eduardo Pérsico.
y ambos se buscaran en ese lacio y recóndito volver
hacia uno mismo.
Bajo un sol de
verano la mujer ordenaba el tránsito en la esquina más céntrica de Buenos
Aires. De blusa blanca sin mangas, ceñida falda azul y subiendo y bajando de vereda a calzada, oyó una
frase al oído. Quizá pensara ‘qué
descaro’ y en el siguiente cruce de personas un muchacho de piel tostada y camisa
abierta la abordaría de frente. Ella movió una mano en responderle y en cuadros
siguientes ambos rodearían una negociación de trance tenso… Demorado hasta rumbear
a un edificio de la misma vereda.
Quizá a ella la
impulsara alguna inconfesable fantasía en tanto subían a una oficina del primer
piso, - ámbito con tenue luz sobre un escritorio- y ni imaginara comentar un juego por el cual su
marido la mataría. En tanto el muchacho sin dejar de besarla tiernamente la llevara
hacia un territorio de nalgas descubiertas y a ese instante sin reservas donde
el deseo dispone los precisos lugares. Más y esto tal vez quién lo sabe, ambos a
un tiempo ansiaran ser amados una vez en la vida, siendo únicamente un cuerpo con
una boca mutua y en un gemido único. Lacio y recóndito volver hacia uno mismo.
Al separarse no se dijeron nada. El
muchacho ausentado en la silla y la inspectora presurosa en volver al trabajo, jamás
imaginaran aquel encuentro guiado cada uno por sus duendes ocultos. Y hasta
algún fantasioso de un celestial
designio podría suponer que fieles a su estilo, en ese instante el muy canchero
diablo guiñara un ojo y dios, enarcando las cejas, ocultara en silencio cierta cordial
sonrisa. (jun..014) __________________________________________________________
Eduardo
Pérsico nació en Banfield y vive en Lanús, Buenos
Aires, Argentina.
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