A veces la poesía...
Eduardo
Pérsico.
A veces la
poesía es un rayo que nos lacera el corazón, vigilia a lento cigarrillo hasta
anunciar el alba. Más cierta esgrima presuntuosa de conmemorar ‘que las
mariposas son flores desertoras o graciosa inventiva de angelitos pintores’,
lejos de todo ensueño es hilacha de trapo ante pibes que el hambre los
desgarra por dentro. Pero bué…
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PREGUNTAS SIN OLVIDO.
¿Dónde estarás, amor? Ni han
devuelto tu nombre.
El mismo que tan breve parecía,
íntimo y diminuto.
cuatro letras de silabear tu
nombre.
¿Es que tu aliento tibio todavía sobrevuela
el aire de una cárcel feroz y sin
ventanas?
¿Y tu ojos, amor?
¿Siguen siendo tan grises
absortos y redondos,
tus ojos de juntarnos decayendo la tarde?
Esos brillos amantes de la
vida
en calles encendidas de canciones y pájaros.
Y también por tu ojos al
reflejar los míos
cruzarían los ultrajes de uniforme y absurdo.
Con niños sollozantes robados
en la noche
y la indolente mueca de banqueros y curas.
¿Dónde estarás amor?
¿No sostiene tu cuerpo caricias de mis manos,
ni a tu piel la desvela mi beso tembloroso?
¿Y tu voz amor mío?
¿Ni me nombró siquiera al saberte arrastrada
y la gente impasible siguiendo su
camino?
¿No me nombraste amor ni
apenas esa noche
sometida y violada?
¿El pronunciarme apenas fue tu
olvido
en esa infamia constante de tu
muerte?
¿O tanto nos quisimos, amor,
que callaste mi nombre? (setiembre
013)
AQUEL VECINO.
El hombre se escribía sus versitos
iluso
que una vez alguien dijera:
‘sí,
es el que yo le digo, uno bajito
que
vive aquí nomás, a dos veredas’.
Nadie lo vería andar, sombra en la niebla,
perdiendo
sin chistar sitio en la fila.
O
ir soledoso algún domingo al parque
a
charlar con el caballo de la estatua.
Cada renglón cerrado se volvería
amarillo
sin
ese revivir de verlo impreso.
El
tiempo transcurrió sin registrarlo.
Ni
un guiño de atención. Menos que eso.
La muerte lo cargó sin darle aviso
y
una siesta, cansao, siguió de largo.
El
hijo ni llegó, estaría en viaje.
Su
mujer gimoteó más que llorarlo.
‘Por no cuidarse. Voy a extrañarlo mucho’,
ella
que ya ni siquiera lo corneaba.
El
mundo sigue igual. Sonó el vecino
que
escribía sus versitos. Casi nada.
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MIRAR DE PRIMAVERA.
El setiembre ya pródigo de luz y veintiuno
es un vaso colmado de vino gusto a ganas.
Se ufana una muchacha soltar su pelo al viento
y el pródigo despliegue de su blusa floreada.
Hoy que el aire deshace casi como al descuido
el nudo abigarrado que tejiera el invierno,
el cielo de mi barrio, tan modesto y discreto,
le propone al paisaje realzarle los reflejos.
Sonríe una vecina mi guiño cuando pasa.
¿Hoy acortó su falda por festejar el día?
/ Si alguna tarde de estas pudiera convencerla
de aflojarse las riendas, que el tiempo luego olvida../
No es vano este deslumbre de soles derramados
en invocar resabios de sanguíneos ancestros.
Repitiendo esa arcaica mirada al avistarnos
y el erótico acuerdo de la especie desnuda. (Set.2013)
Eduardo Pérsico nació en
Banfield y vive en Lanús, Buenos Aires, Argentina.
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