Revuelo
de gorriones...
Eduardo Pérsico.
…al
menos en mi barrio…
Con la certeza de ser dueño de reflejos y sombras,
el tiempo se reconstruye y al descuido alumbra lo fugaz de cada instante.
Se sospecha que han de ser los
gorriones, - pájaros grises opacos y de mínimo
brillo- quienes llevan cada atardecer hacia la noche. Así como ellos asisten cada
día y sin demora ‘cuantas luces ya deben
ubicarse en otro amanecer que nunca
espera’.
Y así vamos sabiendo que el coordinar
ocasos, la noche con su sombra y cuánta claridad de cada aurora, nunca
se cumpliría sin la disposición de los gorriones.
Tan astutos en trasladar la luz que
desfallece cada tarde hacia la sombra de la noche, el prestar buena atención a
los ocasos y las lluvias. Y disponer en el prodigio de los amaneceres la
chillona salutación de los gorriones. Que a veces no son muy silenciosos que
digamos…
Pero claro, algunos se asombrarán al saber
que los gorriones son de perseguir al bicho canasto, - especie viva de ocultar su
recatada vida entre la comunidad pajarera- y que además jamás los gorriones camorreros admitieron buena relación
ni con el chingolo, otro volandero de familia aunque de tratarse poco...
Tal vez ese maltrato familiar instalaría el
lamentoso ‘ya no cantas chingolo, dónde fuiste a parar’; alusivo a los voraces gorriones
entre las arboledas y en el surco; que según las locuaces calandrias, ‘pájaros
sin estirpe, otros bichos que vuelan’...
Más al ver los gorriones de vuelo y en
revuelo por mi barrio, todos me advierten ser de la mejor especie. (julio 2015)
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Eduardo
Pérsico nació en Banfield y vive Lanús, Buenos Aires, Argentina.